jueves, 19 de junio de 2008

Paul Pierce, una estrella que no podía triunfar por libre


Pierce levanta, exultante, el trofeo que le acredita como MVP de la final de la NBA -EFE.

"Soy un campeón que no ha ganado nada". La descripción es de Shammond Williams, el habilidoso base del Pamesa Valencia, pero bien podría haber valido, hasta el pasado miércoles, para el nuevo MVP de la final de la NBA. Durante la última década Paul Anthony Pierce (Oakland, California, 1977) se había convertido en el jugador franquicia de los Boston Celtics, un equipo que añoraba su pasado (entre 1956 y 1986 había logrado 16 anillos) y acumulaba proyectos perdedores. Hasta esta temporada Pierce era la única estrella de un grupo poco competitivo que no invertía en grandes nombres. Ahora el escolta californiano, elegido el número 10 en el draft de 1998 por los Celtics, es el capitán del brillante campeón de la NBA. El conjunto de Boston, tras ganar 4-2 en la final a los Lakers de Pau Gasol y Kobe Bryant, ha logrado su 17º anillo 22 años después del último. "Ha sido un gran año. Hemos sufrido juntos, hemos luchado juntos, hemos ganado juntos. El anillo es un premio para todos, empezando por la ciudad", resumió Pierce tras recibir el MVP.

Hasta este curso Pierce sólo podía aspirar a aparecer en las listas de los mejores de la competición. Los Celtics le desmerecían. Desde su llegada a Boston en 1998 se habían clasificado cuatro veces para los playoff (en dos ocasiones cayeron en primera ronda, otra en segunda y sólo en la campaña 2001-2002 llegaron a la final del Este). Pero las aspiraciones del equipo cambiaron el verano pasado, precisamente tras completar una de las temporadas más nefastas de su historia: los Celtics fueron el segundo peor equipo del torneo con 24 victorias y 58 derrotas y encadenaron hasta 18 partidos seguidos perdiendo, su peor racha de siempre. Así que de Minnesota aterrizó Kevin Garnett a cambio de cinco jugadores, y Ray Allen abandonó Seattle. Se completaba una de las mejores tripletas de la historia de la Liga americana: el llamado The Big Three, formado por Garnett, Allen y el propio Pierce, tres excelentes jugadores que habían promediado 73'8 puntos ese año. Nacían unos renovados Celtics.

Gasol, abatido

El resultado ha sido el esperado por muchos. Los Celtics, 22 años después de su último anillo, recuperan la gloria perdida. Lo han hecho con autoridad en la final ante los Lakers, a los que vencieron por un global de 4-2 y ante los que demostraron ser un equipo mucho más sólido, especialmente en el sexto partido, el último (131-92). Es la segunda mayor victoria en una final. Sólo los Chicago Bulls de Michael Jordan lograron una cifra mejor (42 puntos de margen, 96-54 ante Utah Jazz). Con Pau Gasol por debajo de sus prestaciones y con Kobe Bryant irregular la eliminatoria ha sido demasiado desigual. "Espero tener más oportunidades de estar en la final", asintía Gasol mientras Bill Russell hablaba con Pierce. El jugador con más anillos de la historia (11, todos con los Celtics) felicitaba al actual icono del conjunto más laureado.


Con 22 puntos, cinco rebotes y cinco asistencias de promedio, Pierce se ha ganado el reconocimiento de MVP de la final. De la serie definitiva que pudo haberse perdido. Ese miedo tuvo el público del TD Banknorth Garden de Boston durante el primer partido de la serie. Enmudeció cuando vio al capitán abandonar la cancha tras un choque con Kendrick Perkins.
Afortunadamente, poco después comparecería otra vez. Lo hizo al ritmo de la banda sonora de la película Rocky. Es lo que tiene el baloncesto en Estados Unidos, que va muy ligado a Hollywood y a la fanfarria. "Se lo tuvieron que llevar, pero un minuto después ya estaba de vuelta, y ni tan siquiera cojeaba. No sé si le visitaron los ángeles en el vestuario o qué pasó. ¿Estaba Oral Roberts allí dentro?", dijo Phil Jackson, técnico de los Lakers, que se refería a un predicador evangélico que dice tener poderes curativos.

Rozando la tragedia

La imagen de Pierce se asocia siempre a su cinta en la cabeza (verde o verdiblanca) y a su eterna sonrisa. El símbolo de los Celtics sabe valorar lo que tiene, especialmente porque lo ha pasado realmente mal. De niño sus dos hermanastros le martirizaron. Le pegaron sin contemplaciones. De mayor, simplemente, volvió a nacer. E
n septiembre de 2000, a la salida de una discoteca, recibió 11 puñaladas en la cara, el cuello y la espalda. Diez días después, sorprendentemente, volvió a las canchas.

Pierce, seis veces All Star, ha logrado por fin el anillo a los 31 años. Y si los Celtics llegaron a la final fue, sin duda, por sus 41 puntos en el séptimo partido de la final del Este ante los Cleveland Cavaliers de LeBron James, que anotó 45. "Ha sido muy sencillo: teníamos que darle el balón a Paul, él sabía qué hacer, lo hacía todo perfecto", resumió Garnett. Pierce ni se inmutó ante los elogios de su compañero. Las buenas palabras le resbalan. Tampoco presume del apodo que le puso Shaquille O'Neal: The Truht (La Verdad). "Sabía que podía jugar, pero desconocía que pudiese hacerlo de esta forma. Paul es La Verdad", dijo en 2001 el pívot, entonces en los Lakers. Pierce, la estrella que no podía triunfar por libre, había anotado 42 puntos.


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