lunes, 7 de julio de 2008

Hamilton recupera el liderato tras un triunfo en Silverstone entre la inconsciencia y la genialidad


Hamilton besa la copa que le reconoce como vencedor del GP de Gran Bretaña - Reuters.

“¡Lo hemos logrado! ¡Lo hemos logrado!”, describía, eufórico, Lewis Hamilton (Tewin, Gran Bretaña, 1985) por radio. El piloto inglés, que se deshacía en elogios con sus mecánicos, incluso soltaba alguna carcajada. Acababa de completar el ejercicio más autoritario de su carrera "de largo" y se convertía en el primer inglés, desde Jony Herbert en 1995, en ganar el GP de Gran Bretaña. La séptima victoria de su carrera, la tercera de la temporada tras Australia y Mónaco, fue un "desafío mental", un ejercicio entre la temeridad y la suficiencia, entre la inconsciencia y la autoridad. El piloto británico acumuló vueltas rápidas y forzó su monoplaza cuando ya tenía más de un minuto de ventaja sobre Nick Heidfeld, que rodaba segundo. Hamilton se ha impuesto en las dos carreras con lluvia y, entre medias, sus excesos en Canadá, con el triste incidente con Kimi Raikkonen en el semáforo del pit lane, y su sanción en Francia que le impidió puntuar. Heidfeld, segundo, y Rubens Barrichello, tercero, completaron el podio en el circuito de Silverstone. El brasileño no subía al cajón desde el teatral GP de EE UU de 2005, en el que fue acabó por detrás de su entonces compañero Michael Schumacher en una carrera en la que tan sólo participaron seis coches.

Hamilton parecía no conformarse con un triunfo tan claro y quiso reivindicarse aún más. Por eso, sin ningún tipo de necesidad, intentó y logró doblar a los dos últimos campeones de la Fórmula 1. Primero Alonso y después Raikkonen fueron rebasados por el McLaren del británico, que ni siquiera entonces pudo contenerse. Hamilton está marcado por una infancia complicada en la que las actitudes racistas de sus compañeros, la soledad y la ruptura de sus padres acabaron conformando o perfilando su carácter. Como cualquier ser humano necesita reafirmarse y ser admirado. Quizás él un poco más que el resto.

Salida casi perfecta

Flirteó con el riesgo tanto Hamilton que podría no haber finalizado la prueba. De hecho, arriesgó desde el primer instante. Su salida fue casi perfecta, cargada de ese mínimo de inconsciencia necesario para los grandes adelantamientos y de las buenas manos imprescindibles para ejecutarlos. El piloto británico avanzó a Raikkonen y a Mark Webber por el exterior y durante un par de segundos llegó a ponerse por delante de su compañero Heikki Kovalainen, que conservó con dificultades el primer puesto que se había ganado en la calificación. El finlandés aguantó los ataques de su compañero hasta la quinta vuelta.

No necesitaba Hamilton regalos de sus rivales porque su ritmo era superior. Pero los tuvo. Fue en la vuelta 21, cuando tanto él como Raikkonen hicieron su primer repostaje. A Hamilton le llenaron el depósito y le cambiaron los neumáticos. Al finlandés sólo hizo lo primero -"fue una decisión que tomamos de común acuerdo. Somos un equipo. Cuando se gana, ganamos todos"-.

Fue una anécdota que Hamilton saliese por delante del pit lane porque el Ferrari se convirtió en un bolsillo con agujeros rotos cuando empezó a llover otra y rodó a unos tiempos impropios. En tan sólo cuatro vueltas Hamilton le sacó 15 segundos y ocho giros después Heidfeld y Kovalainen le pasaron sin problemas. En la vuelta 31 la diferencia entre Raikkonen y Hamilton era de 42 segundos. La decadencia del piloto finlandés coincidió con la recuperación de Robert Kubica, que salió décimo y llegó a rodar tercero, pero se salió de la pista y tuvo que abandonar a falta de 19 vueltas. Fue su único error en la prueba, demasiado castigo.

Como Raikkonen, Fernando Alonso tampoco cambió los neumáticos en el primer pit stop. Con ese error de estrategia de su equipo perdió lo que había conseguido en el inicio de la carrera, cuando marcó los mejores tiempos en dos de las cinco primeras vueltas y tras superar a Heidfeld y Piquet se puso cuarto. La misma posición en la que rodaba a falta de siete vueltas. La resistencia de Alonso tuvo límite, el de su propio Renault, que iba en un puesto que no le corresponde por prestaciones. Así que el bicampeón aguantó hasta que pudo los ataques de Raikkonen y Kovalainen con sus propios recursos. La lógica se impuso: ambos pilotos acabaron pasándole y la lucha de Alonso se redujo a conservar el sexto puesto ante el temperamental Zazuki Nakayima (Williams). La escena, por extravagante, recordó a la del año pasado en Canadá con Takuma Sato. Entonces el piloto japonés sobrepasó al McLaren en los últimos instantes. "Al final, después de ver el resultado no está mal. Me queda buen sabor de boca, he sido sexto y sumado tres puntos que no vienen mal para el mundial de pilotos y el de marcas", declaró Alonso.

Fue una carrera caótica y ciertamente atractiva para el espectador. Hasta siete pilotos abandonaron y todos los que finalizaron tuvieron algún percance. El primero en fallar fue Webber, que perdió el control de su Red Bull y pasó del segundo puesto al último. El corredor australiano, uno de los más habilidosos de la parrilla en mojado, empezó entonces una increíble remontada, una clase práctica de cómo manejarse en la lluvia. Webber terminó finalmente décimo.

En el circuito de Silverstone Felipe Massa se sintió como un gato en una piscina. Al brasileño no se le da bien el trazado inglés (su mejor resultado fue un quinto puesto) y más si el asfalto está mojado. Bajo la lluvia el piloto de Ferrari demostró que le falta un plus de calidad para ser campeón del mundo. "Es difícil explicar lo de hoy", confesó, desangelado, Massa, que pudo acabar, aunque 13º, último y tras hacer hasta cinco trompos. Tampoco tendrá un gran recuerdo del GP de Gran Bretaña David Coulthard, que hace unos días anunció su retirada. El escocés, como Sebastian Vettel, se salió de la pista en los primeros metros y quedó atrapado en el fango.


1 comentario :

Anónimo dijo...

mi hamilton es el mejor que todos los corredores de formula 1... se merece esa copa por su esfuerzo te amo lewis