martes, 14 de octubre de 2008

Messi: el artista discreto que parece pedir perdón



El fútbol busca constantemente nuevos referentes, nuevos iconos que transmitan ciertos valores y, sobre todo, generen mayores beneficios que los predecesores. Entendido el deporte de élite como negocio y el jugador como producto, Leo Messi (Rosario, Argentina, 1987) se ha convertido es uno de los grandes reclamos publicitarios y, a su vez, encarna el prototipo de deportista que ha padecido mucho para hacerse un hueco entre los mejores. Su historia es un ejemplo del lema optimista por excelencia, el nada es imposible. Porque cuando Messi aterrizó en Barcelona en 2000 era un retaco que ni tan siquiera medía 1,40 y tenía que soportar (y costearse) un duro tratamiento hormonal. Ahora, ocho años después y con 30 centímetros más, muchos lo califican de número uno mundial, un reconocimiento que en los últimos tiempos se han repartido jugadores como Ronaldo, Rivaldo, Figo, Zidane o Ronaldinho.

La Pulga, como es conocido popularmente, parece alejada del narcisismo y el egocentrismo de gran parte de los futbolistas y de la gran mayoría de estrellas. Incluso a veces da la sensación de pedir perdón y ruborizarse por los aplausos del público tras culminar alguna de sus geniales jugadas. Messi es alguien capaz de hacer cosas inverosímiles que intenta pasar como cualquier hijo de vecino. Le incomoda hablar de él y no soporta que le comparen con Diego Armando Maradona, por mucho que haya emulado los dos goles más famosos del Pelusa, los dos tantos ante Inglaterra en México 86. Esta temporada el delantero argentino, que ha marcado 7 goles entre los ocho partidos de Liga y de fase de grupos de la Champions, se ha sentido especialmente incómodo cuando algunos periodistas le han señalado como el único líder del Barça. Ésa es una visión que menosprecia el trabajo de algunos compañeros, como el de Samuel Eto’o, que lleva 21 goles en los últimos 23 partidos de Liga.

Heredero del ‘10’ de Ronnie

Al argentino no le está pesando excesivamente haber heredado el ‘10’ de Ronaldinho, el futbolista sobre el que se construyó el proyecto de Laporta y que se fue al Milán autodestruido, como símbolo del fin de un ciclo. De hecho, Messi asumió el papel de Ronnie la temporada pasada, desde (e incluso antes) de que el brasileño fuese suplente por primera vez ante el Lyon –“vive el Barça atado a la bota de Messi” escribía Ramon Besa hace un año–.

Ronaldinho y Messi se abrazan en un partido del año pasado -EFE.

La Pulga lleva con orgullo y seguridad oficio el número de su protector en la plantilla desde su aparición en el primer equipo, de un buen ejemplo en los buenos tiempos y de mala influencia en los malos. Ronnie fue precisamente quien le dio la asistencia de su primer gol oficial con el Barça. Aquel 1 de mayo de 2005 la Pulga aprovechó el paso de su mentor y picó con sutileza la pelota por encima de Valbuena. Ese gol ante el Albacete fue un digno anticipo para Messi de los meses siguientes, en los que vivió de todo, desde proclamarse campeón del Mundial sub-20 en Holanda con Argentina tras ser nombrado mejor jugador y pichichi con seis goles a debutar con la absoluta ante Hungría y ser expulsado a los 40 segundos de salir.

“(Vanczak) intentó agarrarme de la camiseta. Me libré como pude y el árbitro interpretó que le había soltado un codazo”, justificaría la Pulga, que viviría su presentación oficiosa en el panorama mundial en un amistoso de verano de 2005, en el Joan Gamper. “Nunca había visto un jugador con tanta calidad a su edad. Lo que ha hecho es impresionante. Tendrá un futuro increíble”, sentenció Fabio Capello, el entrenador del rival aquella noche, la Juve. “Ahora hay que protegerle, ir poco a poco”, terció Rijkaard. “Agradezco el cariño. Ahora me voy a casa y llamaré a mi madre, que ha visto el partido en Argentina”, zanjó, humilde, el propio Messi, que una semana después sería entrevistado por Maradona en La noche del 10, el programa de TV que presentaba hace años en Argentina el ex jugador argentino. El Pelusa definió a Messi entonces como “el futuro del fútbol de los argentinos”, mientras que ahora le ve como un jugador “prepotente” e “individualista”.

La bendición de Maradona

Tras la bendición del Dios Maradona la progresión de Messi fue impagable. El 19 de noviembre de 2005, con tan sólo 18 años, fue titular en el Santiago Bernabéu, en aquel 0-3 en el que algunos aficionados del Real Madrid acabaron aplaudiendo a Ronaldinho. Esa temporada Messi deslumbró en Stramford Bridge ante el Chelsea y provocó la expulsión de Asier del Horno y el recurrente “ha hecho teatro” de Jose Mourinho. En la vuelta de aquellos octavos de final, disputada en el Camp Nou, se la Pulga se lesionó y no pudo ser partícipe de la consecución de la Liga ni de la ansiada Champions en París ante el Arsenal.

Tampoco se salvaría de las lesiones Messi la temporada siguiente: en noviembre de 2006 chocó con Zapater y se fracturó el quinto metatarsiano del pie izquierdo. Un mes antes ya había tenido un esguince del ligamento lateral externo del tobillo derecho. El curso pasado padeció la misma lesión dos veces, rotura fibrilar del bíceps femoral de la pierna izquierda. La última, ante el Celtic en la Champions, trajo polémica porque el delantero quiso recuperarse en Argentina con un fisioterapeuta de su confianza y rechazó a los profesionales del club. Los problemas físicos parecen ser su gran obstáculo para alcanzar la regularidad necesaria para ser el mejor. Se ha llegado a asegurar que ha cambio su régimen para minimizar el riesgo de romperse.

El antes y el después

Hay un antes y un después en la carrera de Messi desde el partido de ida de semifinales de la Copa del Rey ante el Getafe (5-2), disputado el 18 de abril de 2007. La jugada del segundo gol, casi calcada por regates, dificultad y suficiencia a la de Maradona en el Mundial de México, le eternizó en la historia, pero también le castigó. Rijkaard le reservó en la vuelta “-tiene descanso”- y el Barça cayó eliminado tras un lamentable 4-0. El que para muchos es el mejor de siempre fue, curiosamente, el símbolo de la decadencia de un grupo que durante dos años había triunfado en España y había sobresalido en Europa.


Messi durante su extraordinario gol ante el Getafe -EFE.
Como tantos otros futbolistas, Messi parece vivir en un mundo aparte. En una entrevista de Luis Martín en El País demuestra no saber qué rol tiene el 6, qué es el You’ll never walk alone o que Roberto Carlos será baja en el Camp Nou. Confiesa que ni se prepara los partidos ni se preocupa de quién será su marcador y sintetiza su filosofía: “Con la pelota no pienso, juego”. Horas después, aquel 10 de marzo de 2007, el jugador argentino jugaría probablemente su mejor partido en el Estadi y ante el eterno rival, el Real Madrid (3-3). Messi, que se declara fan de Guti, marcó logró un espléndido hat trick e impidió la derrota con su último gol. Un esfuerzo que fue suficiente para evitar la remontada final del conjunto blanco que aprovechó los errores del Barça para ganar la Liga por el gol average. “Es un grande, él solito se lo montó para hacer tres goles”, le piropeó Ruud van Nistelrooy.

El grupo como idea

Messi proclama que el grupo le hace mejor. Es un discurso clásico, tan manido como reducir un partido al enfrentamiento de un par de estrellas. Volvió a suceder con el encuentro del pasado día 4 entre Barça y Atlético de Madrid. Se vendió que era la ocasión para determinar quién era el número uno actual, si el propio Messi o su compatriota ‘Kun’ Agüero. El debate, si realmente tenía sentido, se resolvió en los primeros ocho minutos, cuando Márquez marcó a la salida de un corner, la Pulga provocó un penalty de Ujfalusy y marcó de falta un gol de pillo tras no pedir la barrera. El genio no sólo lo es por sus grandes obras, sino también por las menores, las que no requieren de calidad y sí de pura inteligencia.

La trayectoria de Messi también está marcada por asuntos extradeportivos. Deportivo y Alavés decidieron denunciar, sin éxito, que jugase en el primer equipo con ficha de juvenil en la temporada 2005-2006. Y este verano la Pulga sufrió el conflicto entre la AFA (Asociación del Fútbol Argentino) y el Barça, que se negaba a que jugase los Juegos Olímpicos de Pekín. Messi viajó a China con la promesa de que volvería a reincorporarse a la pretemporada si el Tribunal de Arbitraje Deportivo Internacional (TAS) le daba la razón al conjunto azulgrana, como acabó pasando. El propio Messi le pidió a su técnico, Josep Guardiola, que le echara una mano para seguir jugando el torneo olímpico. Pep lo hizo y convenció primero a Laporta y después a Begiristain.

Messi cumpliría ante Nigeria una de sus ilusiones de siempre: ser campeón del mundo. Y regresó a Barcelona con la misma ilusión con la que vino hace ocho años. Entonces viajó como recomendación de Horacio Gaggioli, representante de jugadores y amigo de Carles Rexach. Era un retaco habilidoso que aceptaba cualquier reto, por complicado que fuese. Así que le prometieron un premio si conseguía marcar seis goles. Anotó cinco y le anularon otro. Y se quedó sin premio.

2 comentarios :

Tierralandia dijo...

Hola!
He llegado a tu blog por el concurso de 20 minutos, me ha gustado el tono que usas, así que para ti va mi voto en la categoría de deportes.
Un saludo desde Tierralandia!

Anónimo dijo...

Lo mejor del primer gol de Messi, contra el Albacete, no fue el gol en sí mismo. Fue que minutos antes lo hizo igual pero lo anularon por fuera de juego!Es decir, marcó dos goles dificilisimos, idénticos y que ya decían mucho de su potencial!