domingo, 19 de abril de 2009

Vettel encumbra a Red Bull en China y continúa su idilio con la historia

Vettel levanta los brazos para festeja su triunfo en Shanghái -EFE.



Declarados finalmente como legales los dobles difusores, la Fórmula 1 se ha convertido en un pobre debate entre algunos de sus protagonistas. Flavio Briatore pronostica que con la decisión Brawn GP tendrá el campeonato asegurado en poco más de un mes y se mofa del líder de dicha escudería y del Mundial, Jenson Button, quien se defiende y recuerda al patrón de Renault que este año intentó contratarle. El culebrón se completa con la inesperada despedida en McLaren de Ron Dennis, que se dedicará a lanzar un deportivo de calle. Una ocupación más tranquila que reflotar a la escudería británica, con ocho puntos en las primeras tres carreras. Peor funcionan las cosas en Ferrari: no ha puntuado y firma su peor inicio desde 1981, cuando Gilles Villeneuve y Didier Pironí no concluyeron las tres primeras pruebas (Estados Unidos Oeste, Brasil y Argentina). Ajeno a las cuestiones extradeportivas y a las críticas a Ross Brawn por haber sacado provecho de los matices en la normativa está Sebastian Vettel (Heppenheim, Alemania, 1987) y con un monoplaza sin doble difusor ni KERS. Hay quien le ve como el sustituto natural de Michael Schumacher, su mecenas. Una apuesta razonable: Vettel ostenta el récord de precocidad en ganar una prueba (el GP de Italia, con tan sólo 21 años, dos meses y 11 días y la pole con un día menos) y cuando aún no ha cumplido 22 ya se ha impuesto en dos carreras (algo inédito), la última en otro diluvio en el GP de China. El triunfo en Shanghái, fruto de una estrategia adecuada –“parar pronto y tirar fuerte desde el principio”– y de un pilotaje exquisito –impagable su adelantamiento a Button a 14 vueltas a pesar de que éste tuviese que repostar después–, supone el primero para Red Bull, que también logró su primer doblete con Mark Webber como segundo. Button, tercero, continúa liderando el Mundial con 21 puntos, seis más que su escudero (Rubens Barrichello, cuarto en Shanghái) y 11 que el propio Vettel y Timo Glock (séptimo). “Todo lo que podía salir mal salió”, lamentó Fernando Alonso, que finalizó noveno.


“Estoy extremadamente contento”, concedió sonriente Vettel. Cuentan que es un tipo sincero, decidido y bromista. Nadie duda de que sea un ganador. Lleva años demostrándolo: en 2004 ganó la F-MBW tras ganar 18 de las 20 pruebas disputadas. Un año siguiente sería el mejor novato de la F3 Europea y en 2006 acabaría subcampeón. El accidente de Robert Kubica en el GP de Canadá de 2007 le permitiría debutar en la Fórmula 1 en EE UU. al volante de un Toro Rosso, a quien el curso pasado daría en Monza el único triunfo en su historia.


Más problemas que espectáculo



Vettel fue el mejor en una carrera que ofreció más problemas en el trazado y en el cielo que espectáculo. Al circuito de Shanghái, repleto de virajes de múltiples tipos, sólo le faltaba un asfalto mojado. Otra exigencia más para demostrar la habilidad de los pilotos. Casi todos tuvieron un mínimo percance, incluido el propio Vettel. La imagen más espectacular es compartida entre el salto del BMW de Robert Kubica al Toyota de Jarno Trulli y el golpazo de Adrian Sutil, que destrozó totalmente el morro de su Force India.


El inicio de verdad, el de rigor, se hizo esperar hasta la séptima vuelta, cuando se fue el coche de seguridad, que había guiado a los pilotos en una de las salidas más aburridas de la historia. Exigencias de la lluvia y una buena oportunidad para Glock y Robert Kubica, que decidieron acertadamente salir desde el pit lane. Otros, como Alonso tardaron demasiado por pasar por boxes, sólo una vuelta después que el coche se fuese. El bicampeón pasó del segundo puesto con el que partía a ser el último. La estrategia no podía haber sido más desacertada. “Teníamos un buen coche para seco…”, lamentaba Alonso.


Sin medias tintas se vieron los primeros piques, como la lucha por el octavo lugar entre los dos últimos campeones: Lewis Hamilton superaba a Kimi Raikkonen. Los tiempos han cambiado, al menos de momento. Hamilton acabaría sólo sexto y el finlandés, con problemas en sus neumáticos, décimo. Al otro piloto de Ferrari, Felipe Massa, no le hacía falta esforzarse demasiado en adelantar y fue ascendiendo puestos conforme sus rivales pasaban a repostar. El brasileño llegó a rodar tercero, pero una vez más su coche sufrió una avería eléctrica y tuvo que abandonar. Circunstancia que rompe su curiosa estadística: en los dos últimos años tampoco no había puntuado en los dos primeros GP, pero había ganado el tercero, en Bahréin. El desgobierno en la escudería de Maranello es un secreto a voces: Massa dice que sin el KERS han perdido entre tres y cuatro décimas, y lo exige para la próxima carrera, precisamente en Bahréin. Correr para encontrar soluciones rápido suele llevar a consecuencias aún peores. Seguramente varios medios empezarán a señalar a Vettel como próximo líder de los italianos. Su futuro parece espléndido. En China encumbró a Red Bull y, una vez más, continuó su idilio con la historia.



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