domingo, 16 de agosto de 2009

Usain Bolt paraliza el mundo en 9’58

Bolt, tras hacer de nuevo historia en los 10 metros EFE.



No se preocupa por las marcas y dice desconocer cuáles son sus límites. De hecho, por su actitud en la pista podría pasar por un espontáneo peculiar que ha superado las medidas de seguridad y enloquece en el tartán. Usain Bolt (Trelawny, Jamaica, 1986) tiene una tranquilidad pasmosa ante la competición. Incluso en la final de 100 metros de los Mundiales de Berlín, la prueba estrella y el momento en el que la humanidad se paraliza por un instante para ver quién es el hombre más rápido del planeta. Ante una responsabilidad de tal calibre Bolt tenía la tensión propia de quien está encogido en el sofá y consulta la oferta televisiva a través del mando a distancia: chocaba de puños con su compatriota Asafa Powell y después se tapó una y otra vez la cara con la mano para después sonreír. Bolt es feliz y está seguro de sí mismo. Quizás por eso anticipó qué iba a hacer y dibujó la trayectoria de una flecha con el brazo. 9’58 segundos y 41 zancadas después del pistolerazo de salida sus aficionados, y también los detractores, sólo pudieron aplaudirle. Bolt acababa de hacer el récord del récord, de superar la mejor marca de la historia que había logrado en los Juegos Olímpicos de Pekín del año pasado (9’69) –antes había hecho 9’72–. Relámpago Bolt, como quiere que le llamen, no merece antipatías, es una leyenda de 22 años que aún tiene margen de progreso y que de Berlín podría irse con otro récord del mundo en los 200 metros. Powell, tercero, aceptó la invitación de Bolt de marcarse unos bailes. Mientras Gay, campeón en el Mundial de Osaka en 2007, ni tan siquiera pestañeaba. Incluso tenían que obligarle a posar para los fotógrafos. No podía asumir que con 9’71, y saliendo mejor, no hubiese ganado la prueba.

“Ahora soy más consciente de lo que puedo hacer”, señalaba Bolt en Eurosport, mientras en la grada varios espectadores movían reproducciones amarillas de su gesto más famoso que simboliza un relámpago. El atelta jamaicano, de 195 metros, es una fuente de ingresos perfecta y un deportista casi irrepetible, pero hay quien recela de sus extravagancias en los festejos. Por ejemplo, a Jacques Rogge, presidente del COI, no le entusiasma tanta efusividad. Tics que gusten o no le deben ser permitidos a quien ha revitalizado al atletismo, lastrado en los últimos año por el dopaje. A alguien que a finales de 2007 sólo había disputada una carrera en 100 metros y en la que obtuvo una marca sorprendente dada su inexperiencia (10’03s) y que en la tercera ya batió el récord del mundo con 9’72 en Nueva York ante Gay. En Berlín Bolt disputó la 13ª de su vida.

Los corredores de 100 metros parecen sacados todos de un cásting con los mismos patrones: se gustan, miran con una mirada desafiante y hacen gestos con o sin sentido. Un perfil en el que no encaja para nada Gay, que más que gesticular para otros prefiere hablar para sí mismo en voz alta, casi poseído, con el mismo nerviosismo que quien se cruza de brazos ante una conversación incómoda o suspira porque es incapaz de declararse. Nada que ver con el atrevimiento de Bailey, a quien Bolt había dejado ganar una serie, que simulaba limpiar la cámara de televisión. O de Powell, por fin relajado, casi cómico dentro de su seriedad habitual, poniéndose en la boca el seis, el número de la calle por la que correría la final. Por fin el jamaicano no se vino abajo en cuanto no vio opciones de victoria y peleó hasta el final para obtener un bronce con 9’84s. Un premio para el último hombre que consiguió ganar a Bolt. Lo hizo el 22 de julio de 2008 en Estocolmo y por tan sólo una centésima (9’88s por 9’89). Pero el día que queda para la historia es el 16 de agosto. El de 2008 convirtió a Bolt en el hombre más rápido de la historia. El de 2009, hoy domingo, le hace aún más grande. Su entrenador afirmó hace unos días que puede bajar de 9’50s, mientras que el estudioso Mark Denny cree que puede paralizar el mundo en 9’48. “Sólo corro para ganar”, insiste Bolt, que hace un año llegó al aeropuerto de Pekín como un atleta semidesconocido para el gran público. Su reacción al ver los pocos periodistas que estaban esperándole sonó a insolencia de niñato: “Hey, soy una estrella, ¿no lo sabéis?”. Ahora simplemente suena a frase reivindicativa de una leyenda que ha paralizado el mundo en 9’58s. Y lo que queda. La actitud de Gay, el gran derrotado, es la mejor fortaleza de Bolt: “Ha sido mi mejor carrera de siempre, por supuesto que estoy contento”.

1 comentario :

Álvaro Fernández dijo...

Lo mas grande que he viso en el mundo del Atletismo.