domingo, 26 de agosto de 2012

“Papa, ¿y esos coches?”

Purito refuerza su liderato en la etapa del regreso a Barcelona de la Vuelta 13 años después y que gana Gilbert
Juan José Cobo se hace una foto con un aficionado - Foto: Jordi Caro. 

Ciclistas, aficionados y curiosos van cogiendo sitio en la subida a Montjuïc, al lado de la pancarta de puerto de montaña, a unos tres kilómetros y medio del final de la etapa del regreso de la Vuelta a Barcelona 13 años después. Una fecha simbólica para que un padre  vaya respondiendo las dudas de su hijo pequeño, muy curioso con todo lo que ve. 

– ¿Qué es eso? 
– Pone puerto de montaña. Sirve para determinar quién hace mejores las subidas. Los que pasan antes se llevan puntos. 
– Papa, ¿y esos coches? 
– Todos esos son los que cortan la carretera para que puedan pasar los ciclistas. 
– Ah. 

Otro aficionado, ataviado con una gorra promocional y una mano azul también de propaganda, anuncia que los corredores están a un suspiro, a siete kilómetros de meta. Son las cinco y cuarto de la tarde y un miembro de la organización coloca la cinta para marcar la línea del puerto de montaña. Los primeros en cruzarla son 16 motos de Mossos d'Esquadra, y otra moto de prensa. 

– Hijo, esto es la Vuelta. La hacen por toda España.

“¡Ataca Contador!”, dice el seguidor de las promociones, al que no le cae especialmente bien el líder del Saxo Bank. Dice que prefiere a a Menchov y a Alejandro Valverde, apoyado también por otro aficionado, que sostiene una modesta, por pequeña, pancarta que reza “Valverde crack”. Ya se sabe, los sentimientos no entienden de tamaños. 

Contador lo ha intentado en el repecho equivocado y no tarda en ser alcanzado, mientras la nadadora Mireia Belmonte, doble medallista olímpica en Londres, pasa en un coche de la organización. Después le entregará el maillot como líder de la montaña al propio Valverde.

– ¿Y esa bandera amarilla?      
 Significa que los ciclistas están muy cerca.

Apenas tardan dos o tres minutos en aparecer. Los primeros en hacerlo, Purito Rodríguez y Gilbert, el único que ha sido capaz de replicar al líder de la Vuelta, impulsado por el ataque de Ballan en la subida a Montjuïc.  

Las radios anuncian que Gilbert ha ganado en el sprint final a Purito, que después admite que no hacía falta que pactasen, que cada uno sabía lo que quería. El belga, volver a vencer, algo que hacía prácticamente un año que no lograda. El Purito, para reforzar su liderato y, ayudado por las bonificaciones, aumentar la ventaja con respecto a Chris Froome (53s), Contador (1m) y Valverde (1m  7s) antes de la contrarreloj del miércoles en Pontevedra. Una prueba que no es su fuerte. 

Hace rato del triunfo de Gilbert y continúan pasando los ciclistas más rezagados. Uno tiene el detalle de tirarle su bidón a un niño. Y otro despierta el lado más lógico al chaval al que su padre está instruyendo: “Papa, ese hombre va tan lento porque no puede más”.    

Ni el padre ni el hijo van a la zona donde están los autocares de los equipos y de la organización, a unos metros del Palau Sant Jordi y el Estadi Olímpic, donde varios aficionados agradecen los bidones con agua de los del Garmin-Sharp, que los entregan en mano tras la red. Los del equipo BMC tienen menos y provocan una simpática lucha por los suyos cuando empiezan a aparecer los corredores: Tony Martin posa en algunas fotos e ignora a un tipo que le pide un autógrafo. El mismo deje de Rigoberto Urán, que también desestima a dos aficionados. Al último llega a mirarle a la cara, incluso se para, pero continúa adelante. Todo un amago. Un comportamiento muy diferente al del actual campeón de la Vuelta, Juan José Cobo, dicharachero y espontáneo en las fotos. Froome apenas pestañea y no se para, como tampoco hace Valverde, mientras Contador, el más aclamado, se hace paso como puede y un amigo suyo felicita a Dani Moreno. Su líder, Purito, ha sacado un tiempo valioso. “12 segundos más con la bonificación y Froome ya está a 56 segundos”, concreta el aficionado. Dani sonríe. Cerca otros ciclistas pasan desapercibidos. Miran al horizonte, pero también de reojo por si a alguien le apetece tener un detalle suyo. 

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