sábado, 25 de mayo de 2013

La bendición de Robben

El extremo holandés aparta su mal fario en las finales para darle la quinta Champions al Bayern Múnich repartiendo el primer gol y marcando el de la victoria en el 88 ante un Borussia Dortmund ejemplar (1-2)

Robben celebra su gol en Wembley - Reuters.

“What? What? What?”. El grito de Arjen Robben (Bedum, 1984) era desgarrador, resumía la rabia contenida durante mucho tiempo y tenía millones de destinatarios. El extremo holandés estaba dolido por haber leído multitud de crónicas periodísticas en las que se aseguraba que se encogía en los días decisivos, pero lo cierto es que sus fallos eran de bulto, no se podían esconder. Ahí estaban su uno contra uno contra Casillas en la final del Mundial de Sudáfrica, el penalty que falló en la prórroga en la final de la Champions ante el
Chelsea y otro en el duelo decisivo de la pasada Bundesliga ante el Borussia Dortmund           –cuando también rompió el fuero de juego en el gol de Lewandowski– y su poca pericia ante el Inter en la final de la Champions en el Santiago Bernabéu. Pero esta vez, en Wembley y ante un Borussia Dortmund ejemplar, Robben se sacudió el mal fario y las recriminaciones asistiendo casi sin ángulo para que Mandzukic adelantase al Bayern Múnich y, después del empate de Gürdogan de penalty, hizo el tanto de la victoria en el 88, aprovechándose de un taconazo de Ribéry y metiéndose entre tres rivales para definir ante un Weidenfeller inmenso, a la altura de Neuer en una final casi irrepetible con 26 ocasiones entre ambos, 17 entre los tres palos, y un campeón, el Bayern Múnich, que alcanza al Liverpool con cinco Champions y después de ganar la Bundesliga aspira a lograr el triple este curso. Lo logrará si gana la Copa al Stuttgart.

Robben abrió los brazos tras su gol, corrió, se paró... Estaba fuera de sí y cuando el árbitro pitó el final del partido se tiró al suelo y se tapó la cara, como si llorase. Pero le costó soltar las primeras lágrimas. Seguro que se le pasaban muchas imágenes por las cabeza. Ya más relajado, se fue a la grada y unos aficionados le dieron una bandera de Holanda con su apellido, mientras Jupp Heynckes abrazaba a Schweinsteiger –que ofreció la copa al presidente, Hoeness y al máximo dirigente de la junta directiva, Rummenigge– y a Mandzukic. Reus, desconsolado, parecía rezar y Klopp –un entrenador grandioso que ha sabido optimizar los recursos de un club que en el 2004 estaba al borde de la bancarrota– iba animando a sus jugadores: “Volveremos, quizás no a Wembley, pero sí a otra final”. Pero no había otro más contento que Robben, el primero en llegar a los vestuarios aislado con sus cascos y que pisó el césped con el rostro serio e ido por la música. Antes le había comentado a Javi Martínez un secreto a voces: “Me acuerdo mucho de la final del Mundial contra Casillas”.

Weidenfeller y Neuer, inmensos

El extremo holandés, que apenas brilló en su periplo en el Madrid y se fue tras la vuelta a la presidencia de Florentino Pérez y el fichaje de Cristiano Ronaldo, fue el primero en replicar el gran latigazo inicial del Borussia Dortmund, que rozó el gol de múltiples maneras. Con un disparo desde lejos de Lewandowski, un tiro de primeras de Blaszcykowski, una contra de Reus y una oportunidad de Bender. Neuer frustró todas las jugadas con la manopla, estirando la pierna izquierda, los puños y blocando. Igual de buenas fueron las intervenciones de Weidenfeller, grandioso para rectificar su trayectoria y frustrar un cabezazo de Manduzic, en lo que fue la primera ocasión de un Bayern de Múnich en el que Robben pidió la pelota y de nuevo se equivocó en un par de unos contra uno ante el portero –¡en una impactó la pelota en la cara de Weidenfeller!– y ni tiró ni pasó a nadie en otra ocasión. Parecía condenado a su historia.

Pero Robben no se puso nervioso y dio el gol entero a Mandzukic, que solo tuvo que empujarla. El Borussia Dortmund, acostumbrado a sufrir como ante el Málaga y el Madrid, no se descompuso y empató con un penalty transformado por Gündogan –el primer gol de su vida en la Champions y en una final, como hicieron en su momento Boli, Mijatovic, McManaman, Carlos Alberto, Campbell, Belletti y Kuyt– en una acción en la que Rizzoli perdonó la segunda amarilla a Dante. Pero el conjunto de Heynckes, el técnico más veterano de la historia en ganar una Champions con 68 años –solo superado por los 71 de Goethals con el Olympique de Marsella– tenía más gasolina. Subotic salvó sobre la raya de gol un tiro de Müller tras recortar al portero y el central del Borussia fue incapaz de contener a Robben en el 89, cuando el extremo holandés se sacó de encima el sambenito de perdedor y formuló varias veces su pregunta: “What? What? What?”.

BORUSSIA DORTMUND 1: Weidenfeller; Piszczek, Subotic, Hummels, Schmelzer; Bender (Sahin, m. 92), Gündogan; Blaszczykowski (Schieber, m. 91), Reus, Grooskreutz; y Lewandowski. BAYERN MÚNICH 2: Neuer; Lahm, Boateng, Dante, Alaba; Javi Martínez, Schweinsteiger; Robben, Müller, Ribéry (Luiz Gustavo, m. 92); y Mandzukic (Mario Gómez, m. 94). Goles: 0-1. M. 60. Mandzukic. 1-1. M. 68. Gündogan, de penalti. 1-2. M. 88. Robben. Árbitro: Nicola Rizzoli (ITA). Amonestó a Dante, Grooskreutz y Ribéry. 90.000 espectadores en Wembley. El Bayern gana su quinta Copa de Europa.

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