domingo, 7 de julio de 2013

Murray reescribe Wimbledon

Tras vencer a Djokovic (6-4, 7-5 y 6-4), se convierte en el primer británico en ganar en el All England Club desde que el último título masculino, de Fred Perry en 1936

Murray besa el trofeo de Wimbledon - AFP.

Andy Murray (Dunblane, Escocia, 1987) se siente pesado. Le pesa incluso la gorra, que más que protegerle del sol, parece molestarle en ese juego interminable. Ha tenido tres pelotas para cerrar el partido y ha salvado otras tres de rotura ante Novak Djokovic, que se resiste a ceder la final en tres sets. Hasta que el resto del número uno se queda en la red de la pista central del All England Club. Ahí, tras poco más de tres horas y un parcial de 6-4, 7-5 y 6-4, Murray se desprende de la gorra, se tapa la cara, abraza a Nole, chuta al aire, y, encogido en la hierba, rompe a llorar. Después se desprende de las muñequeras y del peso de la historia. Ésa que decía que desde 1936 ningún británico había ganado un título masculino en Wimbledon –en el cuadro femenino lo había logrado Virginia Wade en 1977–. “No tengo ni idea de lo que pasó en el último punto”, confiesa después: “No sé cómo conseguí ganar ese último juego, tras un partido tan duro, de tantos intercambios largos. Ha sido muy duro”. Murray se acuerda, claro, de que hace un año en el mismo escenario tras perder la final ante Roger Federer, pero también de su dulce venganza con el olímpico en Londres ante el suizo. 

Felicito a Andy, que ha jugado un tenis increíble”, reconoce Djokovic, consciente de cuánto ha tenido que oír, escuchar y soportar su rival en estos años: “Se lo merece absolutamente. Sé lo mucho que significa para él, para su equipo y para el país entero”. Es cuando el serbio se gira hacia Murray: “Esto hace tu éxito más importante, sé la presión a la que has estado sometido. Es un gran éxito. Yo lo di todo, fue un placer y un honor formar parte de este partido y esta final”. Ivan Lendl sonríe y aplaude. Se emociona viendo cómo su pupilo recoge el trofeo que él, como jugador, nunca pudo levantar. 

Murray es casi siempre mejor en un partido en el que los pierden el norte y los nervios en algún momento. El británico llega a quejarse del abanico de un espectador y de una zapatilla. Y Djokovic explota –“¡que he pedido challange! ¡que he pedido challange!–, sin percatarse que no puede pedir otro. Es el undécimo juego de un segundo set que el serbio llega a dominar por 1-4 y acaba perdiendo por 7-5. En el tercero, la remontada es de Djokovic –de 2-0 para a mandar 2-4–, pero su rival vuelve a imponerse y se lleva la final, su segundo Grand Slam tras el US Open del curso pasado y, también ante Djokovic. Desde enero de 2012, desde le entrena Lendl, al que abrazó antes que a su propia madre, Murray es otro. Parece una roca, por más que a veces dé la impresión de que vaya a romperse. Es el número dos mundial y acaba de reescribir Wimbledon.
      

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