martes, 28 de octubre de 2014

Una cura de humildad para escribir

William Lyon perpetra 'La escritura transparente. Cómo contar historias', un manual fresco para cualquier público

Imagen de la portada del libro. 

Es normal que la joven periodista estuviese algo tensa. En las manos de un compañero de redacción estaba el primer gran reportaje que le dejaban hacer en el periódico. Llevaba varios días retocándolo y se lo sabía de memoria.

—¿Y este titular?
—¿A que está bien?
—Estás diciendo que un jugador quiere ganar un título con su equipo. Sólo puede conseguirlo con su equipo, ¿no? Empiezas el artículo con esa declaración, y eso no tiene suficiente gancho. Es una obviedad.
—Pero es que... Se rumorea que se puede ir. Quiere ganar una copa antes de marcharse y... —dijo, convencida, sin reparar que en el texto había frases mucho más potentes, aunque no fuesen de la estrella del equipo. Un jugador imprevisible en la pista y lineal ante la prensa.

La joven periodista se tomó el comentario como un ataque personal. Le hubiese venido de perlas poder leer La escritura transparente. Cómo contar historias, de William Lyon. A ella y a cualquiera que esté dispuesto a recibir una cura de humildad en poco más de 100 páginas y a través de ejemplos que le enseñen a detectar y corregir algunos de sus vicios. A mejorar la fluidez, la estructura, el enfoque y el ritmo de sus textos. Editado por Libros del K.O., es un manual ágil y fresco. Se agradece que se desmarque de muchas obras de este tipo, solemnes y demasiado académicas.

Desde las primeras páginas, el lector descubre su ombligo, va reparando en su lado vanidoso, ése que nos confunde y nos hace escribir detalles para nosotros mismos que no aportan nada. Mérito del tono crítico y pedagógico de William Lyon, licenciado en Filosofía y Letras, editor y profesor de un máster de Periodismo. Ha sido corresponsal, fue uno de los fundadores del desaparecido diario El Sol… También pasó por El País, uno de los medios de los que extrae casos prácticos para retar al lector, al que pone como ejemplo textos ejemplares, pero sobre todo le enseña otros que, por unas cosas u otras, son muy mejorables.

Contienen errores que muchas veces son fruto de nuestra vanidad, de no tener en cuenta que quien nos lee tiene una paciencia limitada y puede dejar de hacerlo en cualquier momento. Sobre todo si le ofrecemos explicaciones kilométricas y detalles banales. William Lyon nos da una buena colleja. Tenemos que revisar las veces que sean necesarios los textos, y tratar de jerarquizar las ideas y datos lo mejor posible. Escribir, advierte, es sobre todo reescribir.

Sólo se ve observando. El autor insiste que no se puede contar sin leer lo que cuentan otros. Se trata de aprender de los que lo hacen mucho mejor que nosotros, pero también para no cometer los errores de quienes lo hacen peor. 

He tenido pocos compañeros que se repasasen los fallos corregidos por el profesor en un examen. En general, sólo comprobaban si estaba bien sumada la nota y se ponían a hablar con el de al lado. Otros (o los mismos) que en las exposiciones orales cometían las mismas equivocaciones que les habían señalado en el texto que estaban defendiendo ante la clase. La escritura transparente. Cómo contar historias reivindica constantemente la figura del editor, demasiado olvidada en los medios de comunicación. Internet ha facilitado la circulación de noticias, pero también la obsesión de ser los primeros, y no los mejores, en darlas.    

Querido William Lyon, de la primera versión de esta reseña a la definitiva no ha quedado ni una línea, sólo algunas ideas y el título. Tu libro me llegó en el momento oportuno, una de las  semanas de más atasco en el trabajo. Me sirvió para ordenar y reescribir mejor los reportajes, y concretar más rápido los que todavía no había empezado. Me ha enseñado a quitarme algún vicio absurdo, ser más crítico con lo que escribo y con lo que escriben otros. Volveré a leer tu manual varias veces.   

Título: La escritura transparente. Cómo contar historias. Autor: William Lyon. Editorial: Libros del K.O. Páginas: 125. Valoración 4 sobre 5. 

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