sábado, 20 de mayo de 2017

El largo trayecto hasta ser el héroe de la Recopa de Europa del Zaragoza

Miguel Gay-Pobes retrata en ‘El gol de Nayim’ al protagonista y descubre los entresijos del gran título del conjunto aragonés, del que se cumplen 22 años

El disparo definitivo de Nayim en la final de la Recopa de Europa de 1995. Foto: AP.

Para casi todos iba a ser nuestra primera fiesta nocturna. Xavi, Justo e Isidro nos la habían prometido si nos aplicábamos en sus clases de educación cívica y vial, y cumplimos. El inconveniente era que los tres guardias urbanos y los profes (la señorita Pilar, de nuestro cole, el Pere Lliscart, y dos del Ferrer i Guàrdia) iban a estar atentos a los movimientos de unos estudiantes de 7º de EGB de l’Hospitalet de Llobregat con ganas de cenar bocadillos de pan de molde, beber refrescos, cantar, bailar sueltos o pegados (con y sin la canción
de Sergio Dalma)… O darse algún beso furtivo, como hizo quien apagaría las luces en un momento de la noche.    

Aunque la fiesta empezó según el horario previsto, las diez pasadas, llegó en el momento más inoportuno para quienes seguíamos la final de la Recopa de Europa entre el Real Zaragoza y el Arsenal en el Parque de los Príncipes de París. Tuvimos que apagar la tele con 1-1. Diría que nos perdimos la prórroga entera.

—¡El Zaragoza es campeón de Europa! ¡Esnáider ha metido otro!
—¡Pero si el gol ha sido de Nayim!

Dejé discutiendo a mis dos compañeros, y preferí creerme al primero. Juan Eduardo Esnáider resultaba el héroe perfecto: era el líder natural de un Zaragoza valiente y alegre. Esnáider jugaba con la cara desencajada y los dientes apretados, y celebraba los goles como si se acabase el mundo. Sólo le faltaba tener la piel más morena, llevar las mangas arremangadas y compaginar el fútbol con un trabajo de repartidor de Coca-Cola para ser Mark Lenders, de Oliver y Benji.  

Ninguno de los improvisados periodistas deportivos detalló cómo había sido el gol, así que me imaginé que Esnáider había marcado de chilena tras un centro de cualquiera de sus compañeros. El asistente era lo de menos. Cuando me enteré que el héroe había sido Mohamed Nayim Alí Amar (Ceuta, 1966) me sentó mal, para qué nos vamos a engañar. Después de leer y ver varios reportajes estos años y, sobre todo, de disfrutar con El gol de Nayim, de Miguel Gay-Pobes y editado por Tropo Editores, me alegro, y mucho, de que la noche del 10 de mayo de 1995 fuese Nayim quien evitase la tanda de penaltis con un zapatazo en el último segundo de la prórroga. ¿Un gol afortunado? Ya veremos…

El jefe de prensa del club nos presenta una historia de superación para todos los públicos de un niño de familia humilde al que su padre, Alí, transmitió la pasión por el fútbol y por el Ceuta. El sueño de ambos era que el pequeño Mohamed Nayim jugase en el primer equipo, pero acabó llamándole... ¡El Barça! Su debut con los mayores fue... Contra el Zaragoza en el Camp Nou y con Luis Aragonés como entrenador.  

Demasiadas veces nos olvidamos que los deportistas son personas que también arriesgan y disfrutan, sufren y dudan, ríen y lloran.  En Barcelona Nayim sufrió una rotura de ligamentos que le mantuvo apartado de los terrenos de juego ocho meses en su primer año con el primer equipo. Y después Johan Cruyff no contó con él. Aunque Nayim no dejó de confiar en sus posibilidades, ni tampoco se arrugó cuando, ya en el Tottenham, se perdía con el inglés. 

“Para jugar, hay que tener un punto de osadía: un disparo con intención puede irse fuera y a algunos se les marcha fuera de banda. Hay que saber de qué eres capaz y disfrutar de tus propias cualidades sin pensar, a veces, en qué piensan los demás”, escribe Miguel Gay-Pobes, que suele ser el narrador de la historia. Un papel que tiene a veces también el propio Nayim, titular en siete de los nueve partidos del Zaragoza en la Recopa del curso 1994-1995. Partidos de los que se nos ofrece la ficha y los detalles imprescindibles, ya que lo importante es conocer cómo se creó el equipo, "un puzle bien hecho" y, en palabras de su entrenador, Víctor Fernández, un grupo de jugadores que "hablaban el mismo lenguaje futbolístico, en el que predominaban la técnica, la creatividad, el talento. Coincidieron en su estado de madurez, de máxima expresión". Saber esos detalles que no aporta la hemeroteca. Conocer a un Nayim cercano, con clase y humilde al que le costó mucho ganar.  

El Zaragoza tuvo que disputar en Valencia los dos primeros encuentros, ante los modestos Gloria Bistrita y Tatran Presov, por la sanción de la Romareda. Después superó a Feyenoord, Chelsea (dos asistencias de Nayim en el 3-0 de la ida) y Arsenal que, según Miguel Gay-Pobes se veía campeón y no se tomó al Zaragoza en serio en la previa y en varias fases del partido. Temían, sobre todo, a Juan Eduardo Esnáider, que adelantó a su equipo después de darse la vuelta y conectar un gran chut. Hartson llevaría el partido a la prórroga. 

Nayim se coronó héroe con un zambombazo con la derecha tras un despeje con la cabeza de Liningham, sustituto del titularísimo Bould. La descripción entre el golpeo y el gol, con soliloquios del propio Nayim, Andoni Cedrún, García Sanjuán, Santi Aragón o Aguado, es fantástica. Se reparte en 11 páginas y es un excelente ejercicio periodístico-literario. Incluso repara en la víctima, David Seaman. Nayim sabía que Seaman solían estar adelantado para que cerrar la defensa. Héroe en semifinales ante La Sampdoria en la tanda de penaltis, el portero inglés retrocedió cuanto pudo y tocó la pelota con la manopla derecha. Aunque acabó dentro de la portería como el balón. Justo detrás, explotaba la afición del Zaragoza.  

Título: El gol de Nayim. Autor: Miguel Gay-Pobes. Editorial: Tropo Editores. Páginas: 212. Valoración: 4 de 5.   

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