Cautivó a base de sonrisa y arte, aliñando jugadas inéditas que celebraba con su gesto preferido, el shaka, típico de los surferos, con el que decía que todo iba bien. Aquel gesto, imitado tanto por los más pequeños como por los más grandes, fue el símbolo del nuevo Barça. Ronaldinho de Assis Moreira, Ronaldinho (Porto Alegre, Brasil, 1980) había aterrizado en el club tras una operación a trancas y barrancas, tras haber llegado a un acuerdo con el Manchester y ser objetivo del Madrid. El socio votó a Joan Laporta como presidente para que fichase a David Beckham y acabó acogiendo con los brazos abiertos a Ronnie. Tenía la esperanza de que aquel delantero con dentadura irregular fuese quien retornase al club la idiosincrasia perdida tras el adiós de Núñez, el parche transitorio -y autodestructivo- de Joan Gaspart, los meses de la comisión gestora y Enric Reyna como representante cómico(?). El Barça había pasado de ser candidato a ganar ligas a celebrar como un gran logro de jugar la liguilla de la Champions. Aquella chilena de Rivaldo ante el Valencia fue la imagen de aquellos años de desidia, fichajes absurdos y descontrol en general. El adiós de Ronaldinho, que deja en el camino cinco años, dos Ligas, una Champions y dos Supercopas de España, también se enmarca en una nueva etapa que deben liderar Leo Messi y Bojan Krkic. Ronnie promete títulos y vuelve a sonreír en el Milan, donde espera recuperar el nivel que le llevó a ser el número uno y olvidarse de su rol de jugador pasota e irregular de los dos últimos años en Barcelona.
"Sandro (Rosell), por la moral de todos los catalanes tienes que traer a Ronaldinho al Barça" le llegó a pedir a Jordi Puyol, entonces presidente de la Generalitat, al vicepresidente deportivo de los primeros dos años de mandato de Laporta. El deseo personal, y totalmente popular, se cumplió y Ronnie aterrizó en Barcelona el 19 de julio de 2003. "Qué lindo es el Camp Nou. Ésta será mi casa", reaccionaría el jugador, asombrado, cuando vio las que cómo eran las instalaciones de su nuevo club, del equipo en el que habían triunfado sus compatriotas Romário, Ronaldo y Rivaldo. Dos días después 25.000 aficionados acudieron al Camp Nou para ver sus primeros toques como jugador azulgrana en su presentación. Poco tardarían en comprobar su verdadero potencial. En su primer partido en el Estadi, en la segunda jornada de Liga ante el Sevilla los aficionados escogieron a su nuevo ídolo. Ronaldinho recogió el balón de Víctor Valdés, recorrió el campo, recortó en carrera a Martí, le hizo un túnel a Casquero y ante la presencia de Javi Navarro tiró duro y seco. El balón pegó en el larguero y el portero Notario se estiró por hacer algo. Gol, golazo: en un partido de madrugada empezaba un nuevo y exitoso capítulo en la historia del Barça.
Una remontada impensable
Aquel gol fue de lo poco que pudo celebrar el equipo en los primeros meses de la temporada. Los resultados eran horribles y Frank Rijkaard estuvo a punto de ser cesado y reemplazado por Luiz Felipe Scolari. Madrid, Deportivo y Valencia ganaron con facilidad en casa al Barça, que encima perdió varias semanas a Ronaldinho. El jugador brasileño sería la clave de la reacción de su equipo en la segunda vuelta, en la que superó una desventaja con el Madrid de 15 puntos y llegó a disputar el título al Valencia. Ronnie, con 14 goles y otras tantas asistencias, había sido el promotor de aquella remontada completamente impensable.
Posiblemente uno de los momentos marcados en rojo de la carrera de Ronaldinho es su gol ante la Real Sociedad el día de su cumpleaños, el 21 de marzo de 2004. Era el minuto 88 y Ronnie provocó una falta. Dio unos pasos hacia atrás, suspiró y dirigió la pelota hacia la escuadra. Enloqueció, lloró, señaló al cielo, hacia su padre, fallecido cuando era pequeño: "Es el día más feliz de mi vida". "El gol se lo ha inventado él", apostilló Rijkaard. Un mes después, el 25 de abril, en su primer partido en el Bernabéu, Ronaldinho participó en la jugada decisiva: le hizo una asistencia impagable a Xavi, que superó a Casillas con una vaselina a la altura de las circunstancias.
El número uno
Un curso después, en el curso 2004-2005, el Barça ganaría la Liga con un empate en el campo del Levante y Ronaldinho conquistaría a Europa con su gol ante el Chelsea, aquel toque sutil, preciso y contundente que no bastó para pasar de cuartos de final en la Champions. El jugador brasileño era, sin duda, el jugador del momento, alguien capaz de crear jugadas inéditas como la elástica y la espaldinha, y de liderar el optimismo y las ganas de todo un grupo. Tenía el mismo poder que un cantante de prestigio ante la mirada de sus fans -"No me acuerdo de la última vez que se enfadó por algo serio", explicaba su madre, Miguelina Assis, en La Vanguardia-. Los premios sólo reflejaban su superioridad: dos FIFA World Player (2004 y 2005) y el Balón de Oro, que recibió el 28 de noviembre de 2005. Ronaldinho encajó dicho reconocimiento con su humildad de chico de origen modesto que, aparentemente, no se había dejado atrapar por la fama. "Estoy completamente emocionado viendo cómo los mejores futbolistas de todos los tiempos me aplauden", dijo con la voz entrecortada. Se abrazó a su madre, la besó -Michel Platini bromeó y le deseó que sólo ganase el trofeo un par de veces más; no quería que superase su marca-.
"Yo le debo al club más que él a mí. Por eso quiero ayudar a conquistar títulos: la Champions sería histórica", añadió Ronaldinho, ya más tranquilo, poco después. La máxima competición continental era su objetivo porque ya era campeón del mundo con Brasil. Lo había logrado en el campeonato de Corea y Japón y su gol ante Inglaterra en cuartos había allanado el camino. El 17 de mayo de 2006 acabaría levantando la Champions en París, en la misma ciudad en la que había besado con tanta pasión su Balón de Oro. Chelsea, Benfica Milan y Arsenal habían sido los cuatro últimos rivales del Barça en una competición en la que no perdió ningún partido. Ronnie y su equipo también ganarían la Liga en el descanso de un partido ante el Celta en Balaídos. Ésa fue la temporada en la que el Bernabéu aplaudió a Ronaldinho por sus dos golazos, por su frialdad ante Casillas y por cómo burló, con absoluta facilidad, a la defensa blanca, especialmente a Sergio Ramos.
Icono de la marca Barça
Ronaldinho se convirtió en el icono de la marca Barça, en un logo personalizado que se vendía bien por todo el mundo. Por contrato tenía que jugar un mínimo de minutos en los partidos de la gira mundial y estrellas del mundo del deporte como Steve Nash o Kobe Bryant se hacían fotos e intercambiaban camisetas con él. Gustaba su humildad dentro y fuera del campo, se admiraban sus valores humanos y su compañerismo, como cuando aprendió palabras y frases sueltas para que el turco Rüstü no se sintiese desplazado, protegió a Messi de los focos públicos o ayudó a Thiago Motta a superar una grave lesión. Ronaldinho era un reflejo, un espejo puro para los jóvenes. De hecho, en 2005, en una encuesta realizada por Havas Sport se le nombraba el deportista más admirado en España, por delante de Fernando Alonso.
La carrera de Ronaldinho cambió a partir del Mundial de Alemania de 2006. Su actuación como la de su selección, que perdió en cuartos de final contra la Francia de los abuelísimos, no pudo ser más lamentable. "Me fui de vacaciones y no pude desconectar", reconocería casi un año después, cuando su equipo había pasado de aspirar a todo a no ganar nada. Atrás quedaban la Supercopa de Europa ante un Sevilla infinitamente superior, el desastre en el Mundialito de clubes ante el Internacional de Porto Alegre, la desidia en la Copa del Rey post gol-del-siglo-o-de-la-historia-de-Messi o la Liga entregada a un Madrid con más ambición y épica.
Calidad puntual ante la ausencia de implicación
Esa temporada, la 2006-2007, Ronaldinho vivió más de jugadas a balón parado y de alguna jugada genial de videoteca. Es puntual que lograse su mejor registro anotador en Liga (21). Ni se implica lo necesario ni se entrenaba lo mínimo, como denunció su compañero Samuel Eto'o en unas declaraciones tan sinceras como inoportunas. Ese curso Ronnie mostró su mejor versión ante el Villarreal en el Camp Nou: recibió la asistencia de Xavi, paró la pelota con el pecho y conectó un remate de media chilena. "Desde niño intento marcar un gol así. Tiraba la pelota contra la pared y remataba cayendo sobre la cama", confesaba Ronaldinho, que acababa de lograr su gol 51 en la Liga (70 en total), 14 marcaría en Champions, 93 en 204 partidos.
Otra chilena fue lo más destacable que hizo Ronaldinho este último curso. Fue ante el Atlético de Madrid y no sirvió para nada porque el Barça perdería (4-2) e iniciaría una racha que le haría perder la Liga demasiado pronto. Ocho días después, el pasado 9 de marzo, Ronnie jugaría su último con el conjunto azulgrana ante el Villarreal en el Camp Nou (1-2). Una lesión le impediría concluir una temporada que finalizó casi antes de empezar. No estaba en forma y Rijkaard le sustituyó en cinco de los primeros seis partidos de Liga y se atrevió a dejarle en el banquillo ante el Olympique de Lyon en la Champions. Algo que en cinco años sólo había pasado un par de veces más, en un encuentro de la Copa ante la Gramanet y en un partido intrascendente ante el Shaktar Donetsk.
Los silbidos del Camp Nou
El jugador trabajaba en el gimnasio para recuperar la forma y desde el club se negaba la posibilidad de traspasarlo y se aseguraba que se trabajaba para revisarle el contrato otra vez. Sólo protagonizó alguna actuación de mérito puntual como ante el Stuttgart, el Betis o el Valladolid. Ronaldinho pasó a ser el símbolo de la frustración de la afición. El ídolo había perdido la línea, se publicaba que salía por la noche y que se excedía en ciertas cosas. El Camp Nou le perdió el respeto y le pitaba. El brasileño se sentenció cuando se negó a jugar ante el Recreativo de Huelva y Rijkaard iba variando su excusa para justificar su ausencia de las convocatorias.
"Ronaldiho posee la estampa que sugeriría a Salvador Dalí una nueva versión de su atleta cósmico", así le definió el periodista de La Vanguardia Enric Bañeres. Era un descripción perfecta para aquel jugador que ya había sorprendido al mundo en el mundial sub 17 de Egipto, en el que fue nombrado como el mejor y ganó el título ante Ghana. "Aquella final es mi mejor partido porque entonces el Gremio ya me vio capaz de jugar en el primer equipo", suele recordar Ronnie. Después llegaría su polémico traspaso al PSG (el club brasileño se empeñó a cobrar los derechos de formación, a pesar de que una Ley establecía que no podía hacerlo si el jugador tenía al menos 20 años). En París Ronaldinho se pelearía con Luis Fernández y, finalmente, acabaría en el Barça, de donde sale ahora rumbo a Milán. Ha renunciado a mucho dinero por jugar en el Calcio. La oferta del Manchester City era muy superior.
"No hay que caer en la euforia, pero Ronaldinho ha devuelto la ilusión de los barcelonistas", anunció Laporta tras los primeros meses del brasileño como jugador del Barça. Así fue: Ronaldinho supo construirse su mito, con la misma facilidad con la que acabó autodestruyéndose. No es el primer caso ni será el último.
"Sandro (Rosell), por la moral de todos los catalanes tienes que traer a Ronaldinho al Barça" le llegó a pedir a Jordi Puyol, entonces presidente de la Generalitat, al vicepresidente deportivo de los primeros dos años de mandato de Laporta. El deseo personal, y totalmente popular, se cumplió y Ronnie aterrizó en Barcelona el 19 de julio de 2003. "Qué lindo es el Camp Nou. Ésta será mi casa", reaccionaría el jugador, asombrado, cuando vio las que cómo eran las instalaciones de su nuevo club, del equipo en el que habían triunfado sus compatriotas Romário, Ronaldo y Rivaldo. Dos días después 25.000 aficionados acudieron al Camp Nou para ver sus primeros toques como jugador azulgrana en su presentación. Poco tardarían en comprobar su verdadero potencial. En su primer partido en el Estadi, en la segunda jornada de Liga ante el Sevilla los aficionados escogieron a su nuevo ídolo. Ronaldinho recogió el balón de Víctor Valdés, recorrió el campo, recortó en carrera a Martí, le hizo un túnel a Casquero y ante la presencia de Javi Navarro tiró duro y seco. El balón pegó en el larguero y el portero Notario se estiró por hacer algo. Gol, golazo: en un partido de madrugada empezaba un nuevo y exitoso capítulo en la historia del Barça.
Una remontada impensable
Aquel gol fue de lo poco que pudo celebrar el equipo en los primeros meses de la temporada. Los resultados eran horribles y Frank Rijkaard estuvo a punto de ser cesado y reemplazado por Luiz Felipe Scolari. Madrid, Deportivo y Valencia ganaron con facilidad en casa al Barça, que encima perdió varias semanas a Ronaldinho. El jugador brasileño sería la clave de la reacción de su equipo en la segunda vuelta, en la que superó una desventaja con el Madrid de 15 puntos y llegó a disputar el título al Valencia. Ronnie, con 14 goles y otras tantas asistencias, había sido el promotor de aquella remontada completamente impensable.
Posiblemente uno de los momentos marcados en rojo de la carrera de Ronaldinho es su gol ante la Real Sociedad el día de su cumpleaños, el 21 de marzo de 2004. Era el minuto 88 y Ronnie provocó una falta. Dio unos pasos hacia atrás, suspiró y dirigió la pelota hacia la escuadra. Enloqueció, lloró, señaló al cielo, hacia su padre, fallecido cuando era pequeño: "Es el día más feliz de mi vida". "El gol se lo ha inventado él", apostilló Rijkaard. Un mes después, el 25 de abril, en su primer partido en el Bernabéu, Ronaldinho participó en la jugada decisiva: le hizo una asistencia impagable a Xavi, que superó a Casillas con una vaselina a la altura de las circunstancias.
El número uno
Un curso después, en el curso 2004-2005, el Barça ganaría la Liga con un empate en el campo del Levante y Ronaldinho conquistaría a Europa con su gol ante el Chelsea, aquel toque sutil, preciso y contundente que no bastó para pasar de cuartos de final en la Champions. El jugador brasileño era, sin duda, el jugador del momento, alguien capaz de crear jugadas inéditas como la elástica y la espaldinha, y de liderar el optimismo y las ganas de todo un grupo. Tenía el mismo poder que un cantante de prestigio ante la mirada de sus fans -"No me acuerdo de la última vez que se enfadó por algo serio", explicaba su madre, Miguelina Assis, en La Vanguardia-. Los premios sólo reflejaban su superioridad: dos FIFA World Player (2004 y 2005) y el Balón de Oro, que recibió el 28 de noviembre de 2005. Ronaldinho encajó dicho reconocimiento con su humildad de chico de origen modesto que, aparentemente, no se había dejado atrapar por la fama. "Estoy completamente emocionado viendo cómo los mejores futbolistas de todos los tiempos me aplauden", dijo con la voz entrecortada. Se abrazó a su madre, la besó -Michel Platini bromeó y le deseó que sólo ganase el trofeo un par de veces más; no quería que superase su marca-.
"Yo le debo al club más que él a mí. Por eso quiero ayudar a conquistar títulos: la Champions sería histórica", añadió Ronaldinho, ya más tranquilo, poco después. La máxima competición continental era su objetivo porque ya era campeón del mundo con Brasil. Lo había logrado en el campeonato de Corea y Japón y su gol ante Inglaterra en cuartos había allanado el camino. El 17 de mayo de 2006 acabaría levantando la Champions en París, en la misma ciudad en la que había besado con tanta pasión su Balón de Oro. Chelsea, Benfica Milan y Arsenal habían sido los cuatro últimos rivales del Barça en una competición en la que no perdió ningún partido. Ronnie y su equipo también ganarían la Liga en el descanso de un partido ante el Celta en Balaídos. Ésa fue la temporada en la que el Bernabéu aplaudió a Ronaldinho por sus dos golazos, por su frialdad ante Casillas y por cómo burló, con absoluta facilidad, a la defensa blanca, especialmente a Sergio Ramos.
Icono de la marca Barça
Ronaldinho se convirtió en el icono de la marca Barça, en un logo personalizado que se vendía bien por todo el mundo. Por contrato tenía que jugar un mínimo de minutos en los partidos de la gira mundial y estrellas del mundo del deporte como Steve Nash o Kobe Bryant se hacían fotos e intercambiaban camisetas con él. Gustaba su humildad dentro y fuera del campo, se admiraban sus valores humanos y su compañerismo, como cuando aprendió palabras y frases sueltas para que el turco Rüstü no se sintiese desplazado, protegió a Messi de los focos públicos o ayudó a Thiago Motta a superar una grave lesión. Ronaldinho era un reflejo, un espejo puro para los jóvenes. De hecho, en 2005, en una encuesta realizada por Havas Sport se le nombraba el deportista más admirado en España, por delante de Fernando Alonso.
La carrera de Ronaldinho cambió a partir del Mundial de Alemania de 2006. Su actuación como la de su selección, que perdió en cuartos de final contra la Francia de los abuelísimos, no pudo ser más lamentable. "Me fui de vacaciones y no pude desconectar", reconocería casi un año después, cuando su equipo había pasado de aspirar a todo a no ganar nada. Atrás quedaban la Supercopa de Europa ante un Sevilla infinitamente superior, el desastre en el Mundialito de clubes ante el Internacional de Porto Alegre, la desidia en la Copa del Rey post gol-del-siglo-o-de-la-historia-de-Messi o la Liga entregada a un Madrid con más ambición y épica.
Calidad puntual ante la ausencia de implicación
Esa temporada, la 2006-2007, Ronaldinho vivió más de jugadas a balón parado y de alguna jugada genial de videoteca. Es puntual que lograse su mejor registro anotador en Liga (21). Ni se implica lo necesario ni se entrenaba lo mínimo, como denunció su compañero Samuel Eto'o en unas declaraciones tan sinceras como inoportunas. Ese curso Ronnie mostró su mejor versión ante el Villarreal en el Camp Nou: recibió la asistencia de Xavi, paró la pelota con el pecho y conectó un remate de media chilena. "Desde niño intento marcar un gol así. Tiraba la pelota contra la pared y remataba cayendo sobre la cama", confesaba Ronaldinho, que acababa de lograr su gol 51 en la Liga (70 en total), 14 marcaría en Champions, 93 en 204 partidos.
Otra chilena fue lo más destacable que hizo Ronaldinho este último curso. Fue ante el Atlético de Madrid y no sirvió para nada porque el Barça perdería (4-2) e iniciaría una racha que le haría perder la Liga demasiado pronto. Ocho días después, el pasado 9 de marzo, Ronnie jugaría su último con el conjunto azulgrana ante el Villarreal en el Camp Nou (1-2). Una lesión le impediría concluir una temporada que finalizó casi antes de empezar. No estaba en forma y Rijkaard le sustituyó en cinco de los primeros seis partidos de Liga y se atrevió a dejarle en el banquillo ante el Olympique de Lyon en la Champions. Algo que en cinco años sólo había pasado un par de veces más, en un encuentro de la Copa ante la Gramanet y en un partido intrascendente ante el Shaktar Donetsk.
Ronnie saluda desde el banquillo del Stade Gerland de Lyon: era suplente por tercera vez en cinco años.
Los silbidos del Camp Nou
El jugador trabajaba en el gimnasio para recuperar la forma y desde el club se negaba la posibilidad de traspasarlo y se aseguraba que se trabajaba para revisarle el contrato otra vez. Sólo protagonizó alguna actuación de mérito puntual como ante el Stuttgart, el Betis o el Valladolid. Ronaldinho pasó a ser el símbolo de la frustración de la afición. El ídolo había perdido la línea, se publicaba que salía por la noche y que se excedía en ciertas cosas. El Camp Nou le perdió el respeto y le pitaba. El brasileño se sentenció cuando se negó a jugar ante el Recreativo de Huelva y Rijkaard iba variando su excusa para justificar su ausencia de las convocatorias.
"Ronaldiho posee la estampa que sugeriría a Salvador Dalí una nueva versión de su atleta cósmico", así le definió el periodista de La Vanguardia Enric Bañeres. Era un descripción perfecta para aquel jugador que ya había sorprendido al mundo en el mundial sub 17 de Egipto, en el que fue nombrado como el mejor y ganó el título ante Ghana. "Aquella final es mi mejor partido porque entonces el Gremio ya me vio capaz de jugar en el primer equipo", suele recordar Ronnie. Después llegaría su polémico traspaso al PSG (el club brasileño se empeñó a cobrar los derechos de formación, a pesar de que una Ley establecía que no podía hacerlo si el jugador tenía al menos 20 años). En París Ronaldinho se pelearía con Luis Fernández y, finalmente, acabaría en el Barça, de donde sale ahora rumbo a Milán. Ha renunciado a mucho dinero por jugar en el Calcio. La oferta del Manchester City era muy superior.
"No hay que caer en la euforia, pero Ronaldinho ha devuelto la ilusión de los barcelonistas", anunció Laporta tras los primeros meses del brasileño como jugador del Barça. Así fue: Ronaldinho supo construirse su mito, con la misma facilidad con la que acabó autodestruyéndose. No es el primer caso ni será el último.
q historia , Siempre ser el mejor ronaldinho , mejor q todos!!!!
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