Anda Lewis Hamilton envuelto en una lucha contra sí mismo, contra Felipe Massa y Ferrari y, por extensión, contra todos los pilotos de la Fórmula 1, que le dan la mano por compromiso y le felicitan por rigor. Sólo cuenta con el apoyo incondicional de Nico Rosberg, viejo amigo de categorías inferiores y su preferido para acompañarle el año pasado en McLaren, y con la comprensión de Heikki Kovalainen, por aquello de compartir escudería. Pero a Hamilton las críticas y las rencillas parecen motivarle aún más y ya no le descentran tanto como el curso anterior, cuando desperdició una ventaja de 17 puntos sobre Kimi Raikkonen en los dos últimas carreras tras quedarse clavado de camino a boxes en China y protagonizar una lucha inicial absurda con Fernando Alonso en Brasil.
Doce meses después Hamilton tendrá la oportunidad de minimizar aquel horroroso epílogo. El escenario, el circuito de Interlagos, y la ventaja, siete puntos sobre otro piloto de Ferrari, son exactos. Representa el perfecto guión para olvidar el pasado o para convertirse en el Poulidor de los monoplazas. “No he pensado en lo cerca que estoy de ser campeón. Sólo he dado un paso más”, declaraba, con pies de plomo, el británico tras ganar con suma autoridad el GP de China. Las combinaciones que necesita Hamilton para convertirse en el piloto más joven de la historia en ser campeón (superando a Alonso) son muy favorables. Le basta un quinto puesto si Massa gana la carrera o finalizar séptimo si el brasileño acaba segundo.
Se rompe la mala racha
Hacía tres meses que no ganaba Hamilton, que en las últimas seis pruebas sólo había logrado 26 puntos de los 60 puntos posibles (un discreto 43%). Un punto más que Massa, que no ha tenido demasiada suerte en este período, más allá de la sanción de Hamilton en Bélgica y que le permitió ganar dos puntos (del segundo al primero). El piloto de Ferrari ha sido víctima de la ineficacia de su equipo: rompió el motor en Hungría cuando iba líder destacado y perdió cualquier opción en boxes en Singapur porque falló el semáforo del equipo y cuando Massa salió se llevó la manguera con él. Esos dos errores pueden haber decidido el Mundial más irregular de los últimos años o ser una mera anécdota.
El brasileño asume que necesita una carambola bastante rebuscada para ser campeón y quiso recurrir al símil futbolístico para explicarlo: “Me siento como si estuviese en los penaltis de la final del Mundial de fútbol y hubiese fallado los dos primeros, mientras que el rival ha marcado los suyos... Necesito no error ninguno más y que él falle los otros tres”. Las posibilidades de Massa aún podrían ser más escasas de no ser por una orden de equipo. Esta vez fue Raikkonen quien a falta de siete vueltas dejó pasar a su compañero. La maniobra no resultó demasiado descarada –“no puedo ganar el título y sé lo que espera el grupo de mí. Traté de dar los máximos puntos posibles para la maniobra”, zanjó el finlandés– y se trabajó poco a poco, sin el bochorno de aquel GP de Austria de 2002 en el que Rubens Barrichello tuvo que ceder la victoria en los últimos metros a Michael Schumacher. Así que Massa completó el repostaje con cuatro segundos menos que su compañero y vuelta a vuelta fue recortando la distancia sobre Raikkonen, que giros antes parecía inalcanzable y tenía casi asegurada la segunda plaza. Massa remontó: era lo previsto.
Otro error de Ferrari
Sea como sea Ferrari se volvió a equivocar en China antes y durante la carrera. Ponerle neumáticos blandos al monoplaza de Massa fue la decisión perfecta para Hamilton, que tras una salida pragmática –“una de las mejores de mi vida, he llegado a la primera curva solo”– consiguió casi siete segundos de ventaja sobre su único rival en los primeros siete giros (Robert Kubica se había descartado tras su pobre calificación). La escudería de Il Cavallino Rampante reiteró en su error y en la primera parada volvió a ponerle blandos a Massa. Por entonces la carrera se había convertido en un fácil monólogo de Hamilton, seguido a unos ocho segundos de Raikkonen. A casi el doble rodaba Massa.
Cuarto era Fernando Alonso, que pilotaba en tierra de nadie, con la ventaja suficiente para conservar el puesto, pero sin opciones reales de mejorarlo. El bicampeón había protagonizado los mejores momentos de la prueba en la primera vuelta, cuando arriesgó y respondió al adelantamiento de Kovalainen, que acabaría abandonando por segundo GP consecutivo. “Estoy muy contento, todo ha ido bien, casi seguíamos el ritmo de los Ferrari en toda la carrera. Estoy gratamente sorprendido", celebraba Alonso, que ya es sexto en el Mundial con 60 puntos y podría superar a Nick Heidfeld (69) si gana en Brasil y el alemán no puntúa.
“No me afecta demasiado quién gane el campeonato. Siempre es campeón el mejor y si al final gana Hamilton será porque ha sumado más puntos y en fines de semana como éste ha dominado los entrenamientos, ha hecho la pole y ha ganado la carrera", quiso dejar claro el piloto de Renault, que había proclamado que quería que Massa se llevase el título y que estaba dispuesto a ayudarle en la medida de lo posible. Mientras, Hamilton dice que cree que será campeón. El británico nunca ha defendido la idea de suerte porque considera que es uno mismo quien se la fabrica. Ése es el lema del deportista más popular en el Reino Unido por delante de David Beckham y del más odiado en la parrilla. El próximo 2 de noviembre, en Brasil, el desenlace de esta historia.
Hola
ResponderEliminarHace mucho no me pasaba, bueno te comento que cambie de MSN, y me gustaría que me agregues. Abrazo.
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