A propósito de 'Morder la manzana. La revolución será feminista o no será', de Leticia Dolera
'Morder la manzana', el primer libro de Leticia Dolera. Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords. |
Su sonrisa no necesitaba maquillaje para ser una versión barata, pequeña y sobreactuada de la del Joker. Cuando Jordi apretaba los dientes, sus ojos se escondían, quizás avergonzados.
—¿A quién narices le interesa la historia de una jugadora de baloncesto de 40 años? ¡Pero si no la conocen ni en su casa! —le replicó el jefe de sección al último en llegar a la
redacción. Jordi se puso a reír, infló el pecho y cerró los puños. Si se hubiera puesto a hacer el gorila, habría justificado su siguiente movimiento.
redacción. Jordi se puso a reír, infló el pecho y cerró los puños. Si se hubiera puesto a hacer el gorila, habría justificado su siguiente movimiento.
—¿Dónde tiene que estar la mujer? ¿Dónde tiene que estar?
—¡Fregando! ¡Fregando! —completaron sus súbditos.
—¿Dónde?
—¡Fregando!
El adulador mayor, Josep, era una marioneta gris que nunca escondía sus intenciones. Gerard, en cambio, tenía más disfraces que Mortadelo y explotaba sus bromas, la mayoría pesadas, como una radiofórmula. "¡A ver si maduras de una vez! ¡El baloncesto femenino no le interesa ni a las jugadoras!", me insistía.
Pocos reportajes sobre mujeres deportistas pude escribir en aquella web, aunque tampoco dejé de proponerlos. Quizás por ingenuidad. Seguro que por convicción. El interés de una historia nunca lo marca el género. Lo determina el propio relato. Por desgracia, no son los únicos periodistas deportivos que he conocido que piensen así.
Ojalá en aquellos tiempos hubiese caído en mis manos algún libro como Morder la manzana. La revolución será feminista o no será, de Leticia Dolera. Ojalá entonces alguien me hubiese abierto la mirada más allá de la injusticia que sufre la mujer en el deporte y me hubiera enseñado a detectar, por ejemplo, el sentido cavernícola de los piropos callejeros. Entonces quienes le gritaban sus ocurrencias a una mujer me parecían unos valientes. Valientes y divertidos. Es más, si la chica no se sentía alagada o no se reía, era una... ¡Desagradecida o una sosa! Sí, lo veía así. "Si eres hombre y estás leyendo esto, te cuento un secreto: no queremos tu opinión, queremos tu respeto", defiende Leticia Dolera. También me habían enseñado que las chicas se despellejaban, se envidiaban entre ellas y eran ambiguas: su sí era un no, y su no, un sí. Esto último vendría a justificar una violación...
En cambio, desde pequeñito no me cuadraba el rol de los personajes femeninos en televisión. Mientras mis amigos contaban casi las horas que faltaban para que llegase el sábado y ver los bailes de las Mama Chicho, yo me preguntaba por qué tenían que salir en paños menores y apenas tenían voz. ¿Por qué Leticia Sabater se dirigía a nosotros y nosotras como si estuviese en la playa? ¿Qué sentido tenían algunas canciones de dibujos animados? "Kumba está con nosotros... Siempre nos ayuda", describía la banda sonora de Los Fruitis. Gazpacho, Mochilo y Pincho, una piña, un plátano y un cactus, eran los protagonistas reales, y ella, Kumba, la única humana, sólo les metía en líos. El mismo rol que cumplía la princesa Romy en La vuelta al mundo de Willy Fog, aunque en este caso la letra fuese explícita: "Soy Willy Fog, apostador que se juega con honor la vuelta al mundo. Aventurero y gran señor... Jugador y casi siempre... Ganador. Aquí estoy, soy Rigodón; yo Tico, el campeon; yo soy Romy, dulce y fiel, y vivo enamorada de él". ¡Dulce, fiel y enamorada! ¡Papelón! De nuevo, su principal cometido era dar problemas al resto y ser rescatada.
En Morder la manzana Leticia Dolera nos obliga a revisar nuestra biografía. Nos invita a analizar gestos pasados y presentes, y detectar microorganismos o, más bien, micromachismos. La primera que da ejemplo es la autora, que revisa algunos episodios de su vida y de la de su entorno sin caer en el ombliguismo. Son recreaciones necesarias, íntimas, complicadas, surrealistas, injustas... Los adjetivos son infinitos. Que el libro empiece con una chica, Pati, atrapada en un taxi conducido por un tipo que justifica sus extrañas maniobras asegurando que está tomando un atajo es toda una declaración de intenciones.
Es una obra ágil y directa que te provoca muchos estados de ánimos diferentes: duele, te hace reír, (casi) llorar, te remueve el estómago, y, sobre todo, te hace reflexionar. Morder la manzana nos deja semillas dentro. Está dirigido a todos los públicos porque cualquiera se puede sentir más o menos identificado con lo que se expone. Reivindica el feminismo de verdad, el que "no habla de superioridad, sino de igualdad", y que, por tanto, no es el otro extremo del machismo. Reivindica una sociedad en la que haya lugar a datos tan lamentables como los que aporta. En España una mujer tiene que trabajar 84 días más que un hombre para cobrar lo mismo; se ocupa 2,5 horas de media más de las labores del hogar; sólo un 7,5% de los personajes de los libros de texto de la ESO son femeninos... Reivindica una sociedad en la que la mujer no tenga que celebrar que ha llegado sana y salva a casa a casa por la noche ni que la cosifique o valore por su aspecto físico. Reivindica a aquellas valientes que lucharon cuando la situación era todavía más desigual que en la actualidad. Como Emilia Pardo Bazán: "Su marido le sugirió que dejara la escritura. Como respuesta, ella decidió dejarla a él".
"La culpa siempre es de quien agrede, la vergüenza siempre debe caer sobre quien acosa, viola o pega", proclama Leticia Dolera, que sufrió de primera mano el caso de violencia de género de una buena amiga. Y, claro, lo comparte. Como insiste en la importancia de que las mujeres se hagan una mamografía anual e insiste en que la belleza es un mito cultura y denuncia los pocos y silenciosos papeles femeninos en el cine. Las experiencias que confiesa que ha vivido como profesional son de traca.
Se nota que Leticia Dolera se gana la vida contando historias como guionista, directora, actriz, escritora, periodista y presentadora. Sabe comunicar con los ingredientes precisos y un lenguaje sencillo. A veces con diálogos, otros con listas, enumeraciones o datos. Cuida los detalles y podríamos decir que repara en quien la lee, con guiños como recordar que el concepto al que se refiere ahora ya aparece en un capítulo anterior o para describir qué está haciendo mientras escribe. Tiene la virtud de generar apetito de saber más de lo cuenta como los profesores y profesores de verdad. Sabe ordenar la información en diferentes formatos, cambiar el tono y arriesgar.
Leticia Dolera nos invita a quitarnos lastres y ser más libres. La libertad propia también pasa por respetar la del resto. Me traslada a muchos escenarios, como a unos premios escolares. Quedé segundo en dibujo, que jamás fue lo mío, y tras recibir el trofeo abracé a quien me lo entregó y me puse a llorar. No recuerdo cómo me definieron algunos compañeros y compañeras. Puede que me regalasen alguna "nenaza" o algún "marica", aunque fueron, sobre todo los más mayores, de séptimo y octavo, quienes más imitaron mis lágrimas. Diría que no pudieron copiar la alegría y el orgullo que sentía por dentro. Leticia, me pondré, como dices, las gafas del feminismo. Antes de leer tu libro tenía un concepto bastante impreciso del feminismo. Me has convencido.
Título: Morder la manzana. La revolución será feminista o no será. Autora: Leticia Dolera. Editorial: Planeta. Páginas: 286. Valoración: 4.2 sobre 5.
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