lunes, 23 de marzo de 2009

Otro triunfo delicioso de un Barça exquisito

Eto'o, Alves y Henry festejan el quinto gol del Barça -EFE.



Hay quien asegura que la realidad es un espejo roto en varios trozos, que cada uno examina el que quiere o le conviene. En las facultades de comunicación se machaca constantemente una misma idea: la objetividad no existe y sólo se puede aspirar a reducir al máximo la parcialidad. Ni los propios datos, inflexibles como el paso del tiempo, consiguen generar una verdad absoluta. El cometido es casi imposible en el periodismo deportivo, tan dado a ensalzar y desprestigiar a los protagonistas según los resultados. En el fútbol un equipo puede empezar un partido siendo el mejor y acabarlo en crisis. Cinco partidos sin ganar, con dos derrotas ante Espanyol y Atlético de Madrid, cuestionaron al Barça de Pep Guardiola, que pasó de tener doce puntos de ventaja sobre el Real Madrid a tan sólo cuatro. Aparecieron las dudas, se olvidó que el equipo promediaba tres goles por partido y que sólo había perdido dos partidos hasta entonces. En la capital hablaban de remontada –sea como sea la trayectoria del conjunto blanco con Juande Ramos, eliminación europea aparte, es casi perfecta– y en Barcelona se criticaban las decisiones de Guardiola, al que habían señalado como entrenador coherente y sensato y al que pasaron a acusar de no saber controlar los egos de las estrellas cuando se le había elogiado por todo lo contrario. Ahora, tres jornadas después, tras dos victorias sencillas ante el Athletic (2-0) y en Almería (0-2), el pase a cuartos en la Champions, y otro triunfo delicioso contra el Málaga el Barça vuelve a ser el máximo favorito a ganar la Liga.


Seis puntos es la renta que tiene el conjunto azulgrana respecto a su máximo rival. No puede jugar mejor el Barça, inconformista por convicción. La imagen de Samuel Eto’o llevando la pelota al centro del campo para acelerar la reanudación del juego tras marcar el cuarto gol lo dice todo. El camerunés anotaría también el sexto y con 25 goles (en 27 partidos…) es el máximo goleador de la Liga y de un Barça que ya lleva dos puntos más (69) que en toda la temporada anterior. Promedia tres por encuentro, una cifra que si conserva hasta el final de curso le otorgaría el honor de ser el equipo más goleador de la historia en un año. Sólo las lesiones de Iniesta y Toure Yaya, que estarán de baja unas dos semanas, y las molestias en el tendón de Aquiles de Xavi alteran al barcelonismo. Al menos, de momento.


Desgasta y vulgariza el Barça a sus rivales, les hace optar por decisiones primarias, propias del conformismo y el miedo. No fue menos el Málaga, el equipo revelación de la temporada, que sólo pudo responder con trampas: agarrones, faltas tácticas o alguna patada fuera de lugar. Durante la primera parte sólo pudo destruir porque construir algo sin pasar del medio campo es imposible. Los goles desde la propia parcela escasean.


Luque


Una vaselina muy desviada y sin sentido de Albert Luque desde unos 30 metros fue el primer tiro del Málaga. O al menos un intento. Criado en La Masia y ex jugador, entre otros, de Mallorca y Dépor, Luque fue de lo poco salvable de los visitantes, Goitia, el portero, aparte. El delantero no ha tenido una carrera sencilla. Llegó a ser uno de los delanteros más codiciados de Europa e incluso Barça y Madrid estuvieron cerca de contratarle, pero decidió emigrar a la Premier con Michael Owen. Las lesiones y la falta de confianza del cuerpo técnico hicieron que su paso por Newscastle fuese completamente testimonial. Tampoco triunfaría en el Ajax, en una Liga, la Eredivisie, muy dada a las goleadas y a los goleadores. Este verano se quedó sin equipo y el Málaga lo fichó. Luque ha cumplido con las expectativas con seis goles, pero en el Camp Nou sólo aportó brega y trabajo en… defensa.


En ataque el conjunto azulgrana se desafía a sí mismo constantemente, con el objetivo de innovar sin recrearse, de sumar goles sin caer en cuestiones superficiales. “Si Leo sonríe todo es más fácil”, asegura Guardiola, consciente de la importancia del argentino, que acumuló varias jugadas imposibles y rentabilizó una. Messi se deshizo en carrera de Helder Rosario y Eliseu y marcó de tiro duro y colocado. El Camp Nou ya se ha acostumbrado a frotarse las manos. No deja de sorprenderse de la genialidad de dicho jugador. Exacta sensación tiene con Iniesta y Xavi, que repartió dos asistencias y marcó el primero a los 18 minutos, cuando su equipo ya había chutado más de seis veces entre los tres palos. Ambos jugadoresse retirarían antes de tiempo. El primero sufre una rotura en la inserción tendinosa del aductor del muslo; el segundo, arrastra molestias en el tendón de Aquiles.


Bailarín disfrazado de futbolista


“Éste se piensa que sigue en Londres”, decían en la tribuna de prensa sobre Henry. Da esa sensación. Vuelve a ser el jugador que siempre se quedaba cerca de los grandes reconocimientos individuales, el emblema del Arsenal de Wenger. El francés parece un bailarín disfrazado de futbolista: dispone de flexibilidad, piernas largas y toque preciso. Una elegancia que demostró en el tercer gol del Barça: aprovechó otra asistencia de Xavi y, al límite de fuera de juego, recortó a Goitia, y marcó con un toque sutil, el exacto para que el portero no llegase a despejar tras rectificar en el suelo. Goitia se quedó con las piernas abiertas y bufando. Con cara de circunstancias.


En el Barça cualquier jugador puede marcar. Lo pudo hacer Sylvinho, “el abuelo”, como le bautizaban en la tribuna de prensa, pero Henry se hizo con el rechace y cedió a Eto’o para que marcase solo el sexto y último gol. Ambos lo festejaron con una celebración que está creando escuela: el saludo de los capitanes de barco. En este equipo incluso marcan de cabeza incluso los más bajos: Alves remató un centro calculado de Iniesta para hacer el quinto.


La vuelta al Camp Nou de Salva sólo es demostrable por las estadísticas. Su dorsal, el 9, y su nombre de pila figurarán en las crónicas, pero el jugador apenas intervino. Salva, de familia de militares y nacionalista español, fue el más pitado por el Estadi. Fue la única vez que repararon en él. Sólo consiguió tirar una vez y Alves desvió la pelota a córner. Martín Cáceres, nervioso al principio y colosal el resto del partido, impidiería que Salva tuviese una segunda oportunidad, quizás el gol del honor del Málaga. El defensa uruguayo rebañó una pelota que iba hacia el pichichi de la Liga en 2000.


Víctor Valdés, eternamente cuestionado, salvaría las dos únicas ocasiones claras de los visitantes. “Es un buen portero”, señaló Guardiola cuando le preguntaron si él era el responsable de que el equipo no haya encajado ningún gol en los últimos tres partidos. “Es uno de los responsables”, convino.


“Un poquito de caña, ¿no?”, exigía a sus colegas un periodista malagueño antes de la rueda de prensa de Tapia. “Hemos competido como hemos podido. Sabemos en qué Liga competimos y en qué contexto estamos. Hay que felicitar a los jugadores por la campaña magnífica”, zanjó, contundente, el técnico. No puso trabas a otra victoria deliciosa de este Barça exquisito. Tampoco podía hacerlo.


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