A su manera Julio Baptista (Sao Paulo, Brasil, 1981), pura fuerza, absoluta contundencia, ha marcado la trayectoria del Real Madrid. Lo ha hecho con un par de goles. El último, el de victoria el pasado domingo en el Camp Nou ante el Barça (0-1) parece encaminar al Madrid de Bernd Schuster y Ramón Calderón hacia su segunda Liga consecutiva y, por extensión, cuestiona el modelo del eterno rival y (aún más) la figura de su icono reciente, Ronaldinho. Antes, hace tres años, el 22 de diciembre de 2004 Baptista, entonces en el Sevilla, provocó un gran cambio en su actual equipo. Un gol en el Bernabéu (0-1) le bastó para desmenuzar el proyecto galáctico. O al menos para condicionarlo: provocó la destitución de Mariano García Remón, el sustituto de quita y pon del efímero José Antonio Camacho, e hizo que muchos aficionados señalaran por primera vez a Florentino Pérez como culpable del desastre.
Aquella fría noche de miércoles el Madrid se quedaba a 10 puntos del líder, el Barça, y Florentino perdió popularidad. Desde entonces no paró de acumular detractores, hasta dimitir un año y dos meses después, en febrero de 2006, ya con Baptista en su plantilla. La eliminación de la Champions ante el Arsenal de Henry fue la última razón de peso.
Premio a la convicción
Es estos días Baptista el gran triunfador del Madrid, Casillas aparte. Su tanto ante el Barça empezó por insistencia (robo de cabeza de Raúl) y acabó con elegancia, con un gran disparo del jugador brasileño con el exterior del pie izquierdo. "No olvidaré nunca ese gol", sintetizó. Era el gran premio a la convicción de Baptista, que no quiso irse en el conjunto blanco este verano a pesar de que Valencia, Liverpool o Villarreal apostaran por él.
Estaba convencido el centrocampista brasileño de que podía triunfar en su segunda etapa en el Madrid, tras estar un año cedido y bastante ninguneado en el Arsenal (apenas media gota de gloria tras meter seis goles en dos partidos al Liverpool en la FA Cup). Y ha sabido tener paciencia y no desquiciarse con Schuster, que hasta hace un mes casi no le había dado oportunidades, aunque en una de las pocas marcó un gol de chilena ante el Betis. En una semana pasó de estar fuera de la convocatoria de Murcia (donde Guti fue expulsado) a ser titular ante el Racing. Desde entonces es un fijo en la alienación de un equipo que concede menos ocasiones que el de Fabio Capello y que tiene nueve puntos más que el año pasado en la jornada 17 (41 por 32). Además, ha marcado 11 tantos más (37 por 26) y ha encajado dos menos (16 por 14).
Su verdadero apodo: El Tanque
"Este tío es una bestia. No tardará en fichar por el Barça o el Madrid", pronosticó un prestigioso periodista de un diario barcelonés el día de su debut en la Liga, el 30 de agosto de 2003. Lo dijo, impresionado, mientras veía la repetición del gol de Baptista en el Sánchez Pizjuán ante el Atlético de Madrid (1-0). No se equivocó el visionario. Aquel jugador con precio de mediocre (2'5 millones de euros) y que tan sólo había marcado 10 tantos en Liga en cuatro años con el Sao Paulo acabaría marcando hasta 50 goles en dos años. Con Joaquín Caparrós su polivalencia fue decisiva: actuó de mediapunta, como segundo delantero y como único punta. Con su juego se ganó el apodo que, por confusión, le puso el presidente sevillista en su presentación: La Bestia. En Brasil le llamaban El Tanque.
Florentino Pérez pagaría al Sevilla 25 millones de euros por Baptista, pero su verdadero galáctico era Michael Owen, que completó su colección de excelentes cromos (con 16 goles cumplió con creces). Ubicado en la banda izquierda y conviviendo en un vestuario de egos irascibles, Baptista no brilló en el Madrid. De hecho, acabaría yéndose cedido al Arsenal, en un trueque con José Antonio Reyes. "Fue uno de los peores momentos de mi vida. Capello y la nueva junta directiva (con Calderón a la cabeza) me dijeron que no contaban conmigo", reconocía hace unos días en una entrevista publicada en el portal Deportista digital.
En Londres ni se adaptó a la ciudad ni supieron apostar por él. Arsène Wenger lo reconoció: "Baptista tiene una gran actitud y es muy fuerte mentalmente. Es un gran jugador y reconozco que no ha tenido las oportunidades necesarias para demostrar lo que vale". Ahora, tras tantos meses de frustraciones, sonríe por fin Baptista, ejecutor de Florentino, impulsor de Calderón, que no se opuso a su cesión al Arsenal y que este verano quería venderlo.
Florentino Pérez pagaría al Sevilla 25 millones de euros por Baptista, pero su verdadero galáctico era Michael Owen, que completó su colección de excelentes cromos (con 16 goles cumplió con creces). Ubicado en la banda izquierda y conviviendo en un vestuario de egos irascibles, Baptista no brilló en el Madrid. De hecho, acabaría yéndose cedido al Arsenal, en un trueque con José Antonio Reyes. "Fue uno de los peores momentos de mi vida. Capello y la nueva junta directiva (con Calderón a la cabeza) me dijeron que no contaban conmigo", reconocía hace unos días en una entrevista publicada en el portal Deportista digital.
En Londres ni se adaptó a la ciudad ni supieron apostar por él. Arsène Wenger lo reconoció: "Baptista tiene una gran actitud y es muy fuerte mentalmente. Es un gran jugador y reconozco que no ha tenido las oportunidades necesarias para demostrar lo que vale". Ahora, tras tantos meses de frustraciones, sonríe por fin Baptista, ejecutor de Florentino, impulsor de Calderón, que no se opuso a su cesión al Arsenal y que este verano quería venderlo.
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