martes, 24 de junio de 2008

Casillas desmitifica el derrotismo de España en cuartos de final


Casillas celebra el pase a semifinales de la Eurocopa tras parar dos penaltis en la tanda -EFE.

Difícilmente Iker Casillas (Madrid, 1981) se separa de su medio sonrisa. Desprenderse de ella sería hacerlo de su seña de identidad. El portero de la selección se define como alguien auténtico, fiel a sus principios y a su gente, y confiesa que es rencoroso y que quien le toma el pelo o le traiciona acaba pagándolo tarde o temprano. Casillas es un tipo discreto que siempre ha querido mantenerse al margen del egocentrismo y los flashes que suelen acompañar a las estrellas. Por eso en su momento, durante el mandato de Florentino Pérez, matizó que no era galáctico: "Yo soy de Móstoles". Ahora, tras ser el gran responsable de la clasificación de España para las semifinales de la Eurocopa, Casillas habla en plural y advierte de las cualidades de Rusia, el próximo rival -"es un gran equipo y no sólo lo ha demostrado ante Holanda, también ganó bien a Grecia y a Suecia"-. No hace ninguna referencia a sus méritos, a haber adivinado la dirección de los cuatro penaltis que lanzó Italia, a que paró dos, a De Rossi y Di Natale. San Iker, como le llaman algunos aficionados y la propia prensa, se quitó importancia: "Los penaltis son una lotería...". "Ya era hora, ya era hora. Creo que nos lo hemos merecido", prosiguió, porque España no superaba la barrera de los cuartos de final desde hacía 24 años, desde la Eurocopa de Francia de 1984. Entonces perdió la final 2-0 ante la anfitriona.

Estaba casi convencido Casillas de que la selección marcaría en la prórroga y evitaría la tanda de penaltis. "Lo pensé hasta la última ocasión", confesaría después. Así que cuando Santi Cazorla conectó con la izquierda y tiró desviado, mientras David Villa se lamentaba por no haber podido llegar al rechace, el portero internacional se concienció. Tenía que hacer algo que no lograba desde hacía cuatro años: parar un penalti. La última vez había sido en los octavos de final del Mundial de Corea y Japón ante Irlanda. Entonces detuvo los lanzamientos de Holland, Connolly y Kilbane. En la fase siguiente, en cuartos, no fue capaz de atajar ninguno y el fallo de Joaquín acabó decidiendo.

Cuestión de historia

"Casillas no es un especialista", se encargaban de recordar los periodistas en la radio y en la televisión, y, a continuación, añadían que el portero italiano, Gigi Buffon, sí que lo era. El derrotismo se apoderaba otra vez del conjunto español. Era puramente una cuestión de historia. España había perdido tres de las cuatro últimas tandas de penalti: en el Mundial de 1986 de México ante Bélgica, diez años después en cuartos en la Eurocopa de Inglaterra ante la anfitriona, y en 2002 ante Corea.

Hace tiempo que pocos cuestionan a Casillas. Pocos dudan de que sea el mejor portero español y que está tan sólo un escalón por debajo de Buffon, el número uno. "Es el jugador más decisivo de la Liga", llegó a decir esta temporada Víctor Fernández, ex técnico de Zaragoza, Betis y Celta. "Ahora mismo Casillas es un portero absoluto. Está en el momento cumbre de su carrera", le secundó José Ángel Iribar, ex portero del Atlhetic y de la selección. "Ha reivindicado la posición de guardameta", añadió el ex portero Andoni Zubizarreta.

Su peor momento

Casillas
ha sabido solventar sus peores momentos, especialmente durante la temporada 2001-2002, en el que errores impropios le relevaron a la suplencia y llegó a plantearse que lo mejor era irse del Real Madrid. César ocupó su puesto y fue incluso el titular en la final de la Champions ante el Bayer Lerverkusen. Pero una inoportuna lesión en los últimos minutos de su compañero hizo que Casillas jugase en Glasgow y acabase parando hasta tres goles muy claros. Tras ser decisivo para que el conjunto blanco lograse el título (2-1) rompió a llorar y se limitó a ser agradecido. "¡A todos los que me quieren un huevo!", dijo con el corazón aquel 15 de mayo de 2002. Dos días después Santi Cañizares, que iba a ser el titular de España en el Mundial de Corea y Japón, se lesionó tras caérsele en el pie un bote de colonia -ésa fue la versión oficial-.

Suele recordar Casillas cómo le dijeron que iba convocado por primera vez con el primer equipo. Tenía 16 años y, como tantos otros, estaba tomando apuntes en un aula del instituto El Cañaveral de Móstoles.
El director del centro le llamó a su despacho. "¿Qué pasa?", preguntó el alumno. "Nada, que vas a jugar la Champions" fue la respuesta. El entonces entrenador del Real Madrid Juup Heynckes había apostado por llevarse a Noruega ante el Rosenborg a un juvenil ante las bajas de Koke Contreras y Bodo Illgner. Pero Casillas no debutaría aquel 26 de noviembre de 1997, lo haría el 12 de septiembre de 1999 ante el Athletic en San Mamés (2-2). Así que con tan sólo 18 años acabó quitándole el puesto a un portero sobrio y veterano como Illgner. "Me enseñó que no hay nada más que importante que ayudar al compañero", se sinceró Casillas en El País durante la Eurocopa de Portugal de 2004.

Aficionado al paddle

"No es para tanto, no es para tanto", se ha cansado de repetir a lo largo de su carrera Casillas, que en su tiempo libre le gusta jugar a paddle, que no se le da nada mal. De pequeño jugaba a fútbol los fines de semana con su padre, José Luis, funcionario del ministerio de Educación.

Cuando se sacó el carné de conducir Casillas se quedó con el Renault 19 de sus padres y les regaló un todoterreno. Nunca le han gustado las ostentaciones. Siempre le han incomodado los elogios, incluso ahora cuando ha logrado desmitificar el eterno derrotismo de España con los cuartos de final.

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