Una de las mayores excusas en el mundo del deporte son las ausencias, que junto con la mala suerte resultan lo más recurrente para justificar por qué no se ha logrado lo esperado. Circunstancias que reunió el Barça en Kaunas, donde se presentó con dos bajas importantes. Sin Juan Carlos Navarro, con el tobillo maltrecho desde el domingo contra Estudiantes, y Gianluca Basile, que no reaparecerá en un mes. Contratiempos significativos, pero insuficientes para una plantilla como la azulgrana, con tantos recambios y jugadores versátiles. Entre los que hacen un poco de todo, que se sienten igual de cómodo trampeando en la pintura que en el perímetro, destaca Pete Mickeal. En palabras de Jordi Robirosa, “un jugador NBA” –totalmente de acuerdo–. En unos meses Mickeal ha pasado de ser el mejor antídoto contra el Barça jugando con el Tau (ahora Caja Laboral) a ser el mejor comodín de los azulgrana, sobre todo en la Euroliga. En el debut batió su récord en el torneo anotando 26 puntos ante Fenerbahçe, se quedó en cuatro contra el Cibona y alcanzó los 22 ante un Zalgiris del que muchos deberían aprender. Liderados por Brown (17) y Begic (20), los lituanos tuvieron opciones de ganar hasta el último minuto y medio, cuando Erazem Lorbek (11) volvió a demostrar su fiabilidad en finales ajustadas. El primer aviso ya lo dio en la final de la Supercopa contra el Real Madrid.
No es que realmente Mickeal hiciese olvidar a Navarro, sino que simplemente en ausencia de la Bomba fue más protagonista de un partido competido hasta el final y en el que se repitieron errores del triunfo ante el Estudiantes. Como entonces, el Barça dejó demasiada libertad a los pívots interiores, especialmente a Begic, un secundario que por un día se creyó –y con razón– actor principal. El pívot esloveno anotaba con total parsimonia, sin ningún tipo de oposición y al inicio del segundo cuarto ya llevaba 10 puntos. El conjunto azulgrana se permitía dicha concesión con los altos, pero anulaba bastante bien a los exteriores –inicio de Brown al margen–. Y como el domingo el Barça permitió demasiados tiros libres en la primera parte (13/14). A cambio sólo perdió una pelota en los primeros 22 minutos.
Más contratiempos
Además de a Navarro y Basile Xavi Pascual no pudo contar temporalmente con Lorbek y Roger Grimau, a los que reservó en el banquillo porque ambos cometieron dos personales cuando apenas había comenzado el partido. Otra nueva dificultad que tampoco afectó al Barça, con tantos recursos como referentes, repleto de líderes: Ricky Rubio controlaba el tempo del encuentro y tanto Mickeal como Terence Morris anotaban con facilidad y elegancia. Mientras que Jaka Lakovic (11 puntos, 3/4 en tiros de tres) seguía demostrando que está en buenas condiciones después de su lumbalgia (38-41 al descanso).
La vuelta a la pista de Grimau y los diez puntos de Mickeal en el tercer cuarto parecieron desequilibrar el partido a falta del último cuarto (53-63). El marcador obviaba la inconstancia y la poca consistencia de los visitantes, capaces de anotar varias canastas seguidas y de pasarse varios minutos sin sumar, siempre aprovechados por Brown y Begic, que guardará el vídeo del encuentro para demostrarse a sí mismo que es mejor jugador de que hace una semana tan sólo promediaba cinco puntos.
Dominaba con autoridad el Barça, pese a sobrarle inocencia y cierto empanamiento, pues perdió cinco pelotas en el penúltimo cuarto. La solución de Pascual –a modo de despertador– fue apostar por el orden y los pocos centímetros reuniendo en pista a sus tres bases. Un experimento muy poco frecuente, pero que funcionó, ya que el equipo llegó a su máxima ventaja (53-67 a 8m 46s) tras otra buena acción de Morris, siempre atento en las continuaciones. Beneficiado por la poca velocidad con la que Zalgiris regresaba a su cancha.
La grada y el presidente del conjunto lituano –Arvydas Sabonis, todo un icono– se frotaron las manos cuando Begic encadenó tres canastas seguidas y redujo la distancia a tan sólo ocho puntos. Y mucho más cuando Brown con dos triples y Kalnietis con uno completaron un parcial de 9-0 (68-70 a 2m 39s). Visto lo ofrecido por unos y otros la situación no resultaba ninguna sorpresa. Pero el Barça consiguió cortar la reacción de los locales con una receta clásica, recuperando su mejor defensa y contando otra vez con Lorbek en el tramo final. Mickeal, con dos tiros libres, cerró el partido y su gran actuación.
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