En 'Cuentos de Tour' el enviado desde 1991 de 'El Periódico' a la ronda francesa invita al lector a vivirla entre bastidores
Indurain, en el Tour. |
Pablo se sabía los nombres y los dorsales de todos y cada uno de los corredores del Tour de Francia de 1995. Había convertido la mesa del comedor de su tía segunda Concha en un escritorio oculto por decenas de folios con la situación de las etapas (pájaras, abanicos, tête de la course, pelotón, grupo perseguidor, maillot amarillo, líder de la montaña, de la regularidad...) y los datos especiales que aportaban Perico Delgado y el desaparecido Pedro González. Enamorado de la bicicleta como está y con la facilidad que tiene para
empatizar con la gente y generar anécdotas, Pablo hubiese sido un buen periodista del Tour, pero escogió otro camino, también artístico, el del piano, y no le va nada mal. Ese verano de 1995 Miguel Indurain se coronó por quinta vez en los Campos Elíseos y fue la quinta experiencia como enviado de El Periódico para Sergi López-Egea, otro al que siempre le fascinó la Grande Boucle, su gran motivación para aprobar las matemáticas y evitar las clases de recuperación: “¿Cómo podía haber escuela en el mes de julio, en el mes del Tour, en el mes de Ocaña?”.
empatizar con la gente y generar anécdotas, Pablo hubiese sido un buen periodista del Tour, pero escogió otro camino, también artístico, el del piano, y no le va nada mal. Ese verano de 1995 Miguel Indurain se coronó por quinta vez en los Campos Elíseos y fue la quinta experiencia como enviado de El Periódico para Sergi López-Egea, otro al que siempre le fascinó la Grande Boucle, su gran motivación para aprobar las matemáticas y evitar las clases de recuperación: “¿Cómo podía haber escuela en el mes de julio, en el mes del Tour, en el mes de Ocaña?”.
Es justo la tercera página del prólogo y queda claro que su amor por esta prueba es desde y para siempre. Una pasión que en Cuentos del Tour describe sin excesos, con una visión panorámica de la prueba y unos detalles que solo se pueden contar con tanta precisión si se han vivido o se conoce a los protagonistas.
Narrar desde el lugar de los hechos es una exigencia del periodismo que la crisis, que fomenta la polivalencia y la omnipresencia, arrincona cada vez más. Es difícil imaginarse a Sergi López-Egea escribiendo sobre un Tour desde la pecera. Desde 1991 tiene reservadas las 24 horas de tres semanas de julio para la Grande Boucle. Una historia que empezó, según cuenta a Cronómetro de Récords, con su primera crónica: “La escribí desde Lyon, la conferencia previa de Miguel y Perico antes de la salida Tour 1991”.
Su estilo es sencillo y directo, y aunque sea generoso con algunas descripciones, nunca se complica ni complica al lector, al que antes del inicio de cada cuento ofrece una cita a modo de introducción y un pequeño párrafo que le sitúa en el contexto (etapa, situación de la carrera…) Es la previa a descubrir qué pequeño objeto fascinó a Indurain, acompañar a Zülle al infierno, meternos en el coche de un director de equipo bajo un diluvio, sonreír con la puntería de Mario Cipollini, a aplaudir la cercanía y constancia de Purito Rodríguez, o a saber cómo empezó a ganar su Tour Óscar Pereiro. Hay continuas referencias a las otras dos grandes, la Vuelta y el Giro, protagonista del relato final y que bien pudo ser también el último para Sergi López-Egea.
Por su crudeza y belleza, por el rostro estirado y la mirada perdida de unos ciclistas que apenas disfrutan del paisaje encantador por el que pasan, puede que el ciclismo sea el deporte más parecido a la vida. Y como tal, Sergi López-Egea no describe un mundo de rosas. No esquiva el dopaje —es muy contundente con Lance Armstrong: “Puso fin a su presencia en una carrera donde posiblemente nunca estuvo”— ni los momentos más épicos, simpáticos y surrealistas. También hay momentos para hablar de algunas dinámicas del oficio de periodista: “Se podía hacer —y se hacía— periodismo sin redes sociales. Y, seguramente, sin esa ansia que ahora embarga a todos de querer contar al instante lo que está sucediendo”.
Justo lo contrario, tranquilidad, es lo que buscan los que ven en el Tour como compañero inseparable de las siestas de julio. Si cae en sus manos Cuentos del Tour, es posible que acaben replanteándose el hábito y aplaudiendo la frase de la deliciosa Amélie que tiene Sergi López-Egea en su perfil de Twitter: “La suerte es como el Tour de Francia... Lo esperas todo el año y luego pasa rápido. Por eso, las oportunidades hay que aprovecharlas deprisa”.
Título: Cuentos del Tour. Autor: Sergi López-Egea. Editorial: Cultura Ciclista. Páginas: 196. Valoración: 4.2 sobre 5.
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