viernes, 27 de marzo de 2015

Alexander Mostovoi, la excepción en una rivalidad familiar

Víctor López y Rafa Valero, y diferentes columnistas retratan al mito del Celta en 'Diez años sin el 10'
Mostovoi celebrando un gol. Foto: Marca. 
La rivalidad (futbolística) con mi primo Pablo me impidió disfrutar de verdad de un equipo singular.
Con los años he entendido que la rivalidad no excluye el reconocimiento  al rival. El viejo San Mamés ovacionó a la UD Las Palmas de Guayre, parte del Santiago Bernabéu se rindió a Ronaldinho y el Camp Nou aplaudió a los jugadores de un Atlético de Madrid que les acababan de arrebatar la Liga. Así que ahora sí que me lo pasaría pipa con el Celta de
Jabo Irureta y Víctor Fernández, orfebres de un plantel de currantes y estilistas que jugaba de maravilla y se ganó ser recordado por su estilo. Un  subcampeonato de Copa del Rey y una Intertoto fue escaso premio para tanto arte.   

Para una obra grandiosa de un club modesto que tuvo en Alexander Mostovoi (San Petersburgo, 1968) a un líder complejo que a veces no se entendía a sí mismo; que se enfadaba cuando los compañeros no hacían lo que él entendía que tenían hacer o las cosas no salían bien. Mostovoi encajaba en el perfil de genio incomprendido y difícil de interpretar muchas veces (también por los árbitros) por el que siempre he sentido predilección. Por eso El Zar fue una excepción en la rivalidad entre primos. Siempre lo disfruté del todo.

Me chocó su desplante en El Molinón, cuando, enfurruñado por cuanto estaba pasando en el césped, quiso ser sustituido; y aplaudí, por intenso,  cómico y reñido, su duelo con Djalminha (el pique humanizado del pulso histórico entre Celta y Dépor). Ésos son dos de los episodios más comentados en Alexander Mostovoi. Diez años sin el 10,  escrito por los periodistas Víctor López y Rafa Valero, y con la colaboración de otros colegas de profesión, que explica su vínculo con El Zar. Se echa de menos la intervención de Alberto Fernández, especialista en historia y estadística del Celta.

La obra cuenta con los testimonios del propio Mostovoi, de ex compañeros, como Valery Karpin, Juan Sánchez, José Ignacio o Patxi Salinas; o ex entrenadores como Irureta, Víctor Fernández o Konstantin Beskov. Al final de cada capítulo se suceden columnas de periodistas que nos explican su vínculo con El Zar. Es normal que algunas coincidan en algunos detalles sobre el jugador, pero no se entiende tanto que en el resto del libro se recalque varias veces que  Mostovoi no tuvo el reconocimiento mundial por no haber jugado y que le faltaran títulos. Esa reiteración es quizás lo más empalagoso de un libro fresco y ágil que nos presenta a un niño apasionado por el balón que no dependía de sus amigos para salir a jugar a fútbol y destrozó unos zapatos nuevos por hacerlo.  

Puede que el hockey sobre hielo perdiese a un gran jugador, pero es difícil que el Mostovoi con stick alcanzase al Mostovoi con una pelota en los pies. A ese genio que no se creyó peor que Zidane y lo suficientemente despistado como para no percatarse de la presencia de las Islas Cíes tras mucho tiempo en Vigo.

Nunca fue políticamente correcto ni lanzó balones fuera y jamás dejaba indiferente a nadie con sus gestos en el campo y fuera de él. Su legado se entiende por la réplica de quienes intentaban pararle en el terreno de juego: quienes le maldecían; quienes se quedaban petrificados; y quienes parecían contenerse para no aplaudirle. El líder de un Celta capaz de sonrojar a Barça, Madrid, Juventus o Liverpool.

Son de obligada revisión los vídeos de sus diabluras que circulan en Youtube. Heredero del dorsal 10 de otro mito en Vigo como Vlado Gudelj, Mostovoi no tuvo suerte en su selección, de la que le expulsaron tras unas declaraciones a la prensa en la Eurocopa de 2004 de Portugal. Tampoco tuvo la salida merecida del Celta. Su paso efímero por el Alavés le sirvió para decidir que su etapa como jugador se había agotado.    

A Mostovoi quisieron hacerle una estatua (la iniciativa de la peña La Gramola no recaudó el dinero necesario), pero será inmortal sin ella. En la grada de Balaídos las camisetas con su apellido y su número, el 10, no faltan nunca. Mostovoi es la excepción que confirma que la rivalidad que puede vivir de una manera más amplia. Así se disfruta mucho más, aunque siga maldiciendo sus dos goles a la Real Sociedad en Balaídos en junio de 2003. Aquel conjunto de Raynald Denoueix, de Karpin (uno de los jugadores que mejor se entendió con Mostovoi en el césped), Kovacevic, De Pedro, Nihat o Xabi Alonso, se quedó a media uña de la Liga. Incluso después seguí fichándolo en aquellas tardes revival de PC Fútbol.

Título: Alexander Mostovoi. Diez años sin el 10. Autores: Víctor López y Rafa Valero. Editorial: Producións Peludas. Páginas: 192. Valoración: 3.9 sobre 5.


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