Víctor López y Rafa Valero, y diferentes columnistas retratan al mito
del Celta en 'Diez años sin el 10'
Mostovoi celebrando un gol. Foto: Marca. |
Con los años he entendido que la rivalidad no excluye el reconocimiento al rival. El viejo San Mamés
ovacionó a la UD Las Palmas de Guayre, parte del Santiago Bernabéu se rindió a
Ronaldinho y el Camp Nou aplaudió a los jugadores de un Atlético de Madrid que
les acababan de arrebatar la Liga. Así que ahora sí que me lo pasaría pipa con
el Celta de
Jabo Irureta y Víctor Fernández, orfebres de un plantel de currantes y estilistas que jugaba de maravilla y se ganó ser recordado por su estilo. Un subcampeonato de Copa del Rey y una Intertoto fue escaso premio para tanto arte.
Jabo Irureta y Víctor Fernández, orfebres de un plantel de currantes y estilistas que jugaba de maravilla y se ganó ser recordado por su estilo. Un subcampeonato de Copa del Rey y una Intertoto fue escaso premio para tanto arte.
Para una obra grandiosa de un club modesto que tuvo en Alexander
Mostovoi (San Petersburgo, 1968) a un líder complejo que a veces no se entendía
a sí mismo; que se enfadaba cuando los compañeros no hacían lo que él entendía
que tenían hacer o las cosas no salían bien. Mostovoi encajaba en el perfil de
genio incomprendido y difícil de interpretar muchas veces (también por los
árbitros) por el que siempre he sentido predilección. Por eso El Zar fue una
excepción en la rivalidad entre primos. Siempre lo disfruté del todo.
Me chocó su desplante en El Molinón, cuando, enfurruñado por cuanto
estaba pasando en el césped, quiso ser sustituido; y aplaudí, por intenso, cómico y reñido, su duelo con
Djalminha (el pique humanizado del pulso histórico entre Celta y Dépor). Ésos
son dos de los episodios más comentados en Alexander
Mostovoi. Diez años sin el 10, escrito
por los periodistas Víctor López y Rafa Valero, y con la colaboración de otros
colegas de profesión, que explica su vínculo con El Zar. Se echa de menos la intervención
de Alberto Fernández, especialista en historia y estadística del Celta.
La obra cuenta con los testimonios del propio Mostovoi, de ex
compañeros, como Valery Karpin, Juan Sánchez, José Ignacio o Patxi Salinas; o ex
entrenadores como Irureta, Víctor Fernández o Konstantin Beskov. Al final de
cada capítulo se suceden columnas de periodistas que nos explican su vínculo
con El Zar. Es normal que
algunas coincidan en algunos detalles sobre el jugador, pero no se
entiende tanto que en el resto del libro se recalque varias veces que Mostovoi no tuvo el reconocimiento
mundial por no haber jugado y que le faltaran títulos. Esa reiteración es
quizás lo más empalagoso de un libro fresco y ágil que nos presenta a un niño
apasionado por el balón que no dependía de sus amigos para salir a jugar a
fútbol y destrozó unos zapatos nuevos por hacerlo.
Puede que el hockey sobre hielo perdiese a un gran jugador, pero es
difícil que el Mostovoi con stick alcanzase al Mostovoi con una pelota en los
pies. A ese genio que no se creyó peor que Zidane y lo suficientemente
despistado como para no percatarse de la presencia de las Islas Cíes tras mucho
tiempo en Vigo.
Nunca fue políticamente correcto ni lanzó balones fuera y jamás dejaba
indiferente a nadie con sus gestos en el campo y fuera de él. Su legado se
entiende por la réplica de quienes intentaban pararle en el terreno de juego: quienes
le maldecían; quienes se quedaban petrificados; y quienes parecían contenerse
para no aplaudirle. El líder de un Celta capaz de sonrojar a Barça, Madrid,
Juventus o Liverpool.
Son de obligada revisión los vídeos de sus diabluras que circulan en
Youtube. Heredero del dorsal 10 de otro mito en Vigo como Vlado Gudelj,
Mostovoi no tuvo suerte en su selección, de la que le expulsaron tras unas declaraciones a la prensa en la Eurocopa de 2004 de Portugal. Tampoco tuvo la salida merecida
del Celta. Su paso efímero por el Alavés le sirvió para decidir que su etapa
como jugador se había agotado.
A Mostovoi quisieron hacerle una estatua (la iniciativa de la peña La
Gramola no recaudó el dinero necesario), pero será inmortal sin ella. En la
grada de Balaídos las camisetas con su apellido y su número, el 10, no faltan
nunca. Mostovoi es la excepción que confirma que la rivalidad que puede vivir
de una manera más amplia. Así se disfruta mucho más, aunque siga maldiciendo
sus dos goles a la Real Sociedad en Balaídos en junio de 2003. Aquel conjunto
de Raynald Denoueix, de Karpin (uno de los jugadores que mejor se entendió con Mostovoi en el césped), Kovacevic, De Pedro, Nihat o Xabi Alonso, se quedó a media uña de la Liga. Incluso después seguí
fichándolo en aquellas tardes revival de PC Fútbol.
Título: Alexander
Mostovoi. Diez años sin el 10. Autores:
Víctor López y Rafa Valero. Editorial: Producións Peludas. Páginas: 192. Valoración:
3.9 sobre 5.
Enlace relacionado: Memorias e historias del Celta desde el Memorial Quinocho
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