sábado, 4 de junio de 2016

Garbiñe Muguruza recita a Muhammad Ali

La hispano-venezolana gana Roland Garros, su primer Grand Slam, tras bloquear a Serena Williams (5-7 y 4-6)

Garbiñe Muguruza con su primer Roland Garros. Foto: FTT., 


"Los campeones no se hacen en gimnasios, están hechos de algo inmaterial que tienen muy dentro de ellos. Es un deseo, un sueño, una visión", defendía Mohammad Ali, el ex campeón del mundo de los pesos pesados. Murió a los 74 años en un hospital de Phoenix (Arizona, EE. UU.) horas antes de que Garbiñe Muguruza (Caracas, Venezuela, 1993) mirase la Philippe Chatrier como quien mira el mar, con ojos hambrientos. Horas antes de que Serena Williams, la número uno, soltase un "Come on! (¡Vamos!)" que retumbó en la
pista y le permitía acercarse 2-3 en el segundo set, con el primero ya perdido, y seguir apurando sus opciones de igualar los 22 grandes de Steffi Graf. Murió horas antes de que Garbiñe Muguruza recibiese el abrazo sincero de su rival y ganase Roland Garros, su primer Grand Slam, triunfando en una final espléndida (5-7 y 4-6). Arantxa Sánchez-Vicario, la última española que había ganado en París (1998), fue testigo de cómo Muguruza, hispano-venezolana miró al juez de silla y al público para comprobar si su resto, el definitivo, era bueno o no, de cómo dejó la raqueta y se tiró al suelo para gritar y revolcarse en la tierra batida. La campeona sólo tiene 22 años.    

"Yo tenía que estar en un sello de Correos. Es la única de que puedan pegarme", decía Ali. Garbiñe le tomó la palabra jugándole de tú a tú a Serena Williams. Ambas empezaron respetándose demasiado y fueron soltándose conforme fue avanzando el partido. Muguruza no se dejó impresionar por su rival cuando ésta se puso 5-4 en el primer set tras ir dominando 2-4. Se apoyó en su derecha paralela, en su revés y dejó sin aliento a una maratoniana como Serena Williams para llevarse el primer set (5-7). Puño izquierdo hacia arriba y mismo gesto de su entrenador, Sam Sumyk, que le ha enseñado a mantener la calma en los instantes más salvajes.  

"Para ser un gran campeón, tienes que creer que eres el mejor, si no lo eres, haz como si lo fueras", sostenía Ali. Garbiñe Muguruza se lo creyó. Siguió un consejo, que no escuchó, que le dio el ex tenista Àlex Corretja en la retransmisión de la final en Eurosport: "Garbiñe tiene que jugar contra la jugadora y no contra el nombre". Jugar contra Serena y no contra la dominadora del circuito en los últimos años. Y así lo hizo: se llevó casi todos los intercambios largos y creyó en sus posibilidades, incluso después de perder el segundo juego de la segunda manga tras hacer cometer dobles faltas. Muguruza ganó los dos siguientes cambiando la altura de la pelota, ajustándola... Dejando sin respuestas a su rival.  

"El que no tenga el coraje suficiente para tomar riesgos, no conseguirá nada en la vida", insistía Ali. Muguruza no fue nada conservadora y se arriesgó siempre, también en el noveno juego del segundo set, en el que dispuso de cuatro pelotas de torneo. Serena Williams, pura superviviente, se salvó del entuerto. Aunque nada pudo hacer en el siguiente, cuando Muguruza dispuso de tres y aprovechó la ocasión a la primera. La española abrió los brazos para recoger el trofeo de Roland Garros, que le entregó la ex campeona Billy Jean, como si fuese a abrazar al hijo que no tiene. Tocó su tesoro por todas partes, como si quisiese comprobar que cuanto estaba viviendo no era un sueño. Lloraba y sonreía, pero conservaba la mirada hambrienta del principio, como si los aplausos y la bendición de Serena Williams "has jugado muy bien, Garbiñe" fueran una pausa hasta el siguiente gran reto: Wimbledon, donde fue subcampeona el año pasado ante la estadounidense. "Padece ahora y vive el resto de tu vida como un campeón", defendía Ali. En Roland Garros Garbiñe Muguruza recitó parte de su legado.  

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