viernes, 10 de marzo de 2017

Jordi Robirosa: “Si no hablas con nadie, no te pasará nada”

En 'Apostoflant!' el periodista deportivo de Televisió de Catalunya repasa sus 30 años en la profesión  
Jordi Robirosa. 
Jordi Robirosa es, por encima de todo, una persona feliz. “Sí, lo soy. Me abrazo a las farolas”, cuenta a Cronómetro de Récords el periodista deportivo de Televisió de Catalunya. Acaba de firmarle su último libro, Apostoflant! Crònica d’una vida dedicada al periodisme [¡Apostoflant! Crónica de una vida dedicada al periodismo], a un joven alto y fino como un espárrago.

¿Por qué me das las gracias? Mi actitud es normal, ¿no?
No, Jordi, casi nadie trata a todos por igual. La primera vez que me sentí periodista fue entrevistándote, y todavía no había hecho ni prácticas.
Puede que Jordi Robirosa sea feliz porque, como le decía ese joven periodista en el último Sant Jordi, no distingue de cargos ni clasifica a nadie. Quizás también porque Robi no necesita abuela y no esconde la seguridad en sí mismo, y, sobre todo, porque tiene los mismos reparos en reconocer los méritos del resto.
A Jordi Robirosa se le (re)conoce especialmente por sus narraciones y entrevistas de baloncesto, por más que haya comentado competiciones de casi todos. Lo recuerda en Apostoflant! (Editorial DQ), el libro en el que habla más de periodismo, después de A prop de les estrelles de l’NBA [Cerca de las estrellas de la NBA] y Basquetmania.
En los tres escribe como habla y sigue pensando más en el lector que en el decorado. Aunque Apostoflant! a veces acumula demasiados detalles y digresiones que le quitan ritmo al relato, en general, entretiene y hace reflexionar sobre los obstáculos y buenos momentos que brinda la vida. “Para mantener vivo el interés de la gente en este tipo de libros debes explicar muchas historias diferentes”, comenta a este blog Jordi Robirosa, un imán para las anécdotas. Las atrae y genera con su actitud: “Quiero mi profesión. Cuando voy a cubrir partidos o torneos, no me quedo en el hotel, sino que voy a la calle y hablo con la gente. Si te abres y conversas con los demás, te pueden suceder muchas cosas. Si no hablas con nadie, no te pasará nada”.
En una redacción Robirosa se ahogaría. Necesita estar en el lugar de los hechos, aunque eso, a veces, sea imposible. Su ilusión podría ser la de un recién licenciado con ganas de ganarse un puesto en el oficio, aunque él lleve abonando su nombre en la profesión desde hace 30 años. No ha perdido la fe en el oficio a pesar de haber sobrevivido a experiencias tan crudas como Dicen y La Hoja del Lunes ni en sí mismo, pese a haber sido carne de cañón de profesores que parecen programados para desprogramar las fortalezas de sus alumnos.
A Jordi Robirosa le gusta leer en papel, tocarlo, y escribir a mano. En casa tiene muchas libretas repletas de datos, curiosidades, reflexiones y experiencias dentro y fuera del periodismo. Se siente en paz con una profesión dura y sin horarios, difícil de entender y aceptar por familiares y amigos, y de la que, si sientes de verdad, es imposible desconectar.
Defiende un periodismo honesto, sin gritos, rumores, polémicas ni violencias, y reniega de una fórmula que, ahora mismo, genera más audiencia, pero en la que no caería tampoco si trabajase en la televisión privada. “En ningún momento he querido quedar bien o mal con nadie con Apostoflant!, sino que soy yo siempre”, reconoce a Cronómetro de Récords. Por eso a algunos no les harán gracia sus palabras. A él, claro, le importa un rábano.
Robirosa tiene una mirada amplia, lo que el desaparecido Josep Maria Huertas-Claveria, el gran cronista de Barcelona, calificaría como “curiosidad universal”. Una actitud que enriquece su trabajo, en el que, leídas algunas de las trabas que ha podido superar para poder ejercer su profesión, parece indestructible. 

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