En 'Apostoflant!' el periodista deportivo de Televisió de Catalunya repasa sus 30 años en la profesión
Jordi Robirosa. |
—¿Por
qué me das las gracias? Mi actitud es normal, ¿no?
—No,
Jordi, casi nadie trata a todos por igual. La primera vez que me sentí
periodista fue entrevistándote, y todavía no había hecho ni prácticas.
Puede que
Jordi Robirosa sea feliz porque, como le decía ese joven periodista en el último
Sant Jordi, no distingue de cargos ni clasifica a nadie. Quizás también porque Robi no necesita abuela y no esconde la
seguridad en sí mismo, y, sobre todo, porque tiene los mismos reparos en
reconocer los méritos del resto.
A Jordi
Robirosa se le (re)conoce especialmente por sus narraciones y entrevistas de
baloncesto, por más que haya comentado competiciones de casi todos. Lo recuerda
en Apostoflant! (Editorial DQ), el libro en el que habla más de
periodismo, después de A prop de les
estrelles de l’NBA [Cerca de las
estrellas de la NBA] y Basquetmania.
En los
tres escribe como habla y sigue pensando más en el lector que en el decorado.
Aunque Apostoflant! a veces acumula
demasiados detalles y digresiones que le quitan ritmo al relato, en general, entretiene
y hace reflexionar sobre los obstáculos y buenos momentos que brinda la vida. “Para mantener vivo el interés de la gente
en este tipo de libros debes explicar muchas historias diferentes”, comenta
a este blog Jordi Robirosa, un imán para las anécdotas. Las atrae y genera con
su actitud: “Quiero mi profesión. Cuando
voy a cubrir partidos o torneos, no me quedo en el hotel, sino que voy a la
calle y hablo con la gente. Si te abres y conversas con los demás, te pueden
suceder muchas cosas. Si no hablas con nadie, no te pasará nada”.
En una
redacción Robirosa se ahogaría. Necesita estar en el lugar de los hechos,
aunque eso, a veces, sea imposible. Su ilusión podría ser la de un recién licenciado
con ganas de ganarse un puesto en el oficio, aunque él lleve abonando su nombre
en la profesión desde hace 30 años. No ha perdido la fe en el oficio a pesar de
haber sobrevivido a experiencias tan crudas como Dicen y La Hoja del Lunes ni
en sí mismo, pese a haber sido carne de cañón de profesores que parecen programados
para desprogramar las fortalezas de sus alumnos.
A Jordi
Robirosa le gusta leer en papel, tocarlo, y escribir a mano. En casa tiene muchas
libretas repletas de datos, curiosidades, reflexiones y experiencias dentro y
fuera del periodismo. Se siente en paz con una profesión dura y sin horarios,
difícil de entender y aceptar por familiares y amigos, y de la que, si sientes
de verdad, es imposible desconectar.
Defiende
un periodismo honesto, sin gritos, rumores, polémicas ni violencias, y reniega de
una fórmula que, ahora mismo, genera más audiencia, pero en la que no caería
tampoco si trabajase en la televisión privada. “En ningún momento he querido quedar bien o mal con nadie con Apostoflant!, sino que soy yo siempre”, reconoce
a Cronómetro de Récords. Por eso a algunos
no les harán gracia sus palabras. A él, claro, le importa un rábano.
Robirosa
tiene una mirada amplia, lo que el desaparecido Josep Maria Huertas-Claveria,
el gran cronista de Barcelona, calificaría como “curiosidad universal”. Una actitud que enriquece su trabajo, en el
que, leídas algunas de las trabas que ha podido superar para poder ejercer su
profesión, parece indestructible.
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