sábado, 30 de septiembre de 2017

Miriam Guazzaroni: “Macarena Rosset juega todos los partidos como si fueran finales”

Cronómetro de Récords entrevista a la madre de la nueva base-alero del Cadí La Seu 

Miriam Guazzaroni, madre de Macarena Rosselló, en la entrada del Pavelló Olímpic de Reus. Foto: Toni Delgado. 

En los aledaños del Pavelló Olímpic de Reus se reúnen familiares de algunas jugadoras del Cadí La Seu. Hablan en castellano y en catalán. Oigo palabras sueltas porque estoy lejos y centrado en preparar una entrevista con uno de los fichajes del curso del equipo, Andrea Boquete. Hasta que, de repente, aparece una mujer enérgica que saluda al grupo con alegría y un acento inconfundible: es argentina. Me acerco y le pregunto si es la madre de Andrea o de Macarena Rosset. “Soy la mamá de Macarena”. Así empieza una entrevista
imprevista en la que Miriam Guazzaroni nos presenta a su hija, la nueva base-alero del Cadí la Seu, en Cronómetro de Récords y desde diferentes puntos de vista, desde las entrañas. 

Toni Delgado / Reus

—¿La final de la Lliga Catalana ante el Uni Girona será el primer partido de Macarena Rosset con el Cadí La Seu que verás en directo?
Sí. [Se ríe]. Y estoy nerviosa... Por fin está en un equipo de Liga 1 española, uno de los mejores torneos de Europa. Siento la ansiedad de ver si puede estar a la altura de semejante Liga.  

—¿Sabe que has venido?
Sí, la avisé y saludé antes de que entrase en el pabellón. Mi marido me lo aconsejó así. Si sabe que estamos, está más tranquila. 

—¿El baloncesto le viene de familia?
Cuando era chica, Macarena jugaba al básquet y al vóley, deporte que yo practicaba y en el que jugué a nivel provincial. Seguramente, el bichito por el deporte le viene por mí. Soy una fanática. Macarena llegó a la U16 argentina de voleibol. Jugó un sudamericano y cuando volvió le preguntaron si quería probar en un equipo de vóley playa, a 300 km de Buenos Aires. Piensa que en ese momento ya estaba jugando en la Liga Nacional de Vóley... Con 14 años. Y quiso ir a probar. A finales de año pasó a Vélez, y después la convocaron para las selecciones inferiores de baloncesto. Y siguió en el baloncesto, pese al gran sacrificio que suponía para ella, pues tenía la escuela en Cunín y viajaba dos o tres veces por semana a Buenos Aires. La llevaba mi marido para que pudiera entrenar y jugar. Así fue hasta que terminó y empezó la carrera universitaria en Buenos Aires. Entonces fue todo mucho más fácil. Ha hecho grandes sacrificios para poder jugar donde está. 

—Por lo que me cuentas, Macarena siempre ha sido muy valiente y ha tenido ese carácter argentino: donde no le llega por técnica y recursos, pone corazón y fe. 
Le encantan los desafíos. Creo que sí, ya que es bastante típico en el argentino tratar de dar siempre lo mejor. Ahora los hinchas estamos enojados porque no vemos ese carácter en los futbolistas, aunque sí en los jugadores de baloncesto, la renovación de la generación dorada. También en las chicas, Las Gigantes, como cuando se clasificaron para el Mundial de España del año que viene. Macarena juega todos los partidos como si fueran finales. No le importa romperse la cabeza. 

—Un subcampeonato muy meritorio. 
De hecho, en un amistoso previo al Mundial la empujaron y se cayó contra un cartel. Tuvo conmoción cerebral y estuvo internada un día antes de que empezase el campeonato. Un día antes del debut, el médico le dijo que no podía jugar. ¡Ella le aseguró que ya estaba bien! Quería jugar. Siente la camiseta que lleva puesta siempre. 

—¿Crees que eso también le perjudica?
A veces. 

—Puede llegar a tener mucho dolor y no notarlo por ese compromiso y... 
O no decir que lo tiene. Macarena ha jugado muchas veces torneos desgarrada, como se ha comprobado después en las pruebas.   

—¿Y no le dices que tenga cuidado? 
Toda la vida. 

—La has intentado proteger, pero ella no se ha dejado. 
Así es. 

Incorregible
Tal cual. Sufre cuando tiene dolor y no puede dar lo mejor de ella. Si le aconsejo que hable con el técnico para que le permita entrenarse a otra intensidad, me dice que no. “¿Cómo le voy a decir eso? Van a pensar que no quiero jugar”, insiste. Es incorregible. 

—Cuando uno tiene esa exigencia, espera lo mismo del resto.  
Y le ha pasado. Recuerdo cuando fueron campeonas nacionales de voleibol. Ella jugaba sola: era atacante de punta, y atacaba por uno, por seis... Se multiplicaba. Le faltaba recibir y armarse. 

—¿Quién le ayudó a ampliar la mirada?
Lo hizo sola, chocándose contra la pared y gracias a algún entrenador un poco más abierto. En básquet tiene muy buenos recuerdos de [Eduardo] Pinto, que la entrenó en la selección y la puso bastante en órbita. Es decir, que le bajó la ansiedad y los nervios. 

—Y al final se percató de que tenía más compañeras.  
Exacto, que no era ella sola, y que podía confiar en el resto. En Italia, en Ferrara y Marghera, tuvo una muy buena experiencia con Francesco Iurlaro, que supo entenderla. Porque Macarena, a veces, se enfada, y hay que saberla conocer. No es fácil a veces. Obviamente, con el paso del tiempo y los años, y los roces y demás, lo ha mejorado bastante. Es temperamental. 

Macarnea Rosset, durante la final de la Lliga Catalana. Foto: Toni Delgado. 

—¿Cómo ha aprendido a contar antes de enfadarse?
Se ha dado cuenta de que no era la manera de enojarse porque, si lo hace, pierde ella,y que todavía tiene menos sentido hacerlo en un equipo, donde todas las jugadoras tienen su rol.  

—¿Cómo crees que le va a beneficiar el hecho de compartir equipo con su compatriota Andrea Boquete?
Se conocen mucho porque han jugado en la selección desde la U18 o U19, aunque hasta ahora nunca habían coincidido en un club. Se sentirán más respaldadas y podrán hablar más abiertamente después de un partido que con otra compañera a quien conozcan menos. 

—Como la capitana del Cadí La Seu es Georgina Bahí, que jugó con Andrea Boquete, veo ahí una tripleta de amigas. 
Cuando Georgina jugó para Berazategui, Macarena lo hizo para Peñarol de Mar de Plata, y creo que se enfrentaron una vez. No habían hablado hasta ahora. A través de Andrea, creo que Georgina y Macarena tienen química, igual que Andrea y Macarena, que siempre la han disfrutado dentro y fuera de la cancha, donde siempre se entendieron muy bien. 

—¿Maqui viene de Máquina o de Macarena?
No, no, de Macarena. Es el apócope. 

—¿Qué te ha contado del Cadí La Seu? ¿Habláis mucho?
Lo hacemos hasta dos o tres veces por día. No me lo contó ella, pero noto que está muy contenta con las compañeras y el cuerpo técnico. La noto más feliz. El año pasado, antes de ir a Italia, estuvo en Alemania y no se sintió cómoda. Pero acá me da la sensación de siente más como en su casa.  

—¿Tenía más ofertas de España y/o de otros países?
De Italia, dos, de Marghera y Alpo, en Liga 2 y mucho mejor económicamente. Aunque prefirió el desafío de una de las mejores ligas de Europa. No lo dudó. Después de firmar el contrato, la llamaron dos clubes más. 

—Pero tiene palabra. 
Siempre. Es licenciada en Actividad Física Deportiva, profesora, sabe inglés... Ahora está tratando de convalidar sus títulos en Barcelona. Si se siente cómoda, su idea es quedarse aquí en un futuro. Argentina está en una situación difícil. 

—¿Qué se puede esperar de Macarena Rosset? ¿A qué jugadora descubrirá la gente que no la haya visto jugar nunca?
A una jugadora intensa que nunca dará una pelota por perdida y lo dejará todo en la cancha. Después, la meterá o no, pero Macarena siempre defenderá como una leona y sabe asumir el rol que se le asigne.   

—¿De ahí a ser líder?
Puede llegar a ser una líder divertida. 

—¿Una líder divertida?
Sí, dentro de los grupos le gusta cantar, y lo hace muy bien y de todo: en inglés, tango... Le pones un micrófono y es muy feliz. Si está bien, es muy divertida. 

—Pero se le nota muy rápido el estado de ánimo. 
Sí, es transparente total. ¡Ay, Dios mío! Se va a enojar mucho con esta entrevista. La conozco y me va a decir: “¿Qué hiciste?”. 

—Dile que fue idea mía y que se enfade conmigo. 
No te preocupes, Toni. Además, tampoco creo que la lea.  

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