Olga Viza, durante la charla. Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords. |
Toni Delgado / L’Hospitalet de Llobregat
Sus ojos podrían ser los de una retratista, pues recorre la
cara del entrevistador en busca de sus reacciones y emociones. A Olga Viza
(Barcelona, 1958) no sólo le interesa el qué, también el cómo. Los matices. La
periodista deportiva atiende a Cronómetro de Récords en L’Harmonia.
Ha participado, junto con Milagros Pérez Oliva, en una charla conducida por
Aurora Anton sobre la importancia de la mirada femenina en el mundo social,
cultural, político, científico y económico, y su presencia en los medios de comunicación.
—¿Qué valor tiene ser una de las pioneras del periodismo
deportivo?
No fui ni la primera ni la segunda. Tampoco la tercera.
Empezaron el camino Mari Carmen Izquierdo, María Antonia Martínez, Mercedes
Milá, Teresa Aranda y Rosa Garriga. Y aquí, Isabel Bosch. Aunque no fuimos
demasiado conscientes, normalizamos un hecho que era muy extraño. Después, ha
habido una involución.
—¿Por qué?
Los medios audiovisuales han sexualizado la imagen de la
mujer. Hay periodistas hipnóticamente guapas que lo hacen de maravilla. A
otras, en cambio, no se les ofrece una oportunidad porque no tienen ese
aspecto, por más que sean profesionales extraordinarias. No es más que un
reflejo de la sociedad.
—Antes los y las periodistas disponían de mucho más margen
de maniobra.
El equipo con el que empecé en Miramar tenía la mente
abierta y la mirada amplia. Eran jóvenes con ganas de hacer un periodismo
deportivo diferente.
—Se arriesgaba más.
Exacto.
—Y se les daba más cancha a los y las jóvenes.
Tampoco reparaban en si éramos mujeres o no.
—¿Casi no había ego?
Claro que habría.
—¿Pero no era tan evidente?
Bueno… Éramos tres chicas periodistas deportivas en
Barcelona y nos mandaban hacer las mismas cosas que a nuestros compañeros.
Nunca pedí fútbol porque no me gustaba demasiado.
—Tu primera crónica en televisión fue de la antigua Copa de
Europa de baloncesto.
[Se ríe]. Lo recuerdo como si fuese ayer. Me la mandó Sergio
Gil, el director del programa. Desde pequeña había mamado el baloncesto en
casa. Soy hija de jugador. Aunque hasta entonces no me había planteado que
fuese una herramienta de trabajo. Cuando acabé de redactar el texto… [Se ríe].
Llamé a mi padre: “¿Papa, esto es así...?”. [Risas].
—¿Te corrigió muchas cosas?
¡No! [Risas]. Cubrí mucho baloncesto y mi padre siempre me
exigió mucho. Me comentaba, por ejemplo, los aspectos de los partidos en los
que no coincidía conmigo.
—Explicaste en La Ventana, de la Cadena SER, que
eres capaz de ver cualquier programa de televisión.
Todos.
—¿Incluso los programas deportivos que generan violencia?
No, esos no. [Se despide porque el acto tiene que empezar.
Seguimos después].
—Durante la charla con Aurora Anton y Milagros Pérez Oliva
has comentado que necesitamos referentes femeninos. Estoy muy de acuerdo, pero
para que lleguen al público hay que apostar por sus logros. Hace años los
medios se acercaron al baloncesto femenino porque el marido, ya ex, de una
jugadora agredió a otra. Un acto lamentable que sucedió justo después de
acabarse un partido que pocos y pocas periodistas cubrieron.
Eso es pura incultura. Estoy convencida de que aquí a 10
años los pabellones se llenarán en las competiciones femeninas. Habrá mucha más
gente que sepa quién es quién, cómo juega, si es zurda o no… De momento, no
sabemos nada de ellas. Las televisiones públicas las sacan, aunque suelen
hacerlo en horarios difíciles.
—La pública ofrece competiciones femeninas que ni menciona
en su sección de deportes.
En Teledeporte he visto mucho deporte femenino.
—El sábado [por el pasado 10 de marzo] no emitieron la
primera parte del CD Promete-Araski, de Liga Día, por problemas técnicos con el
satélite. Hasta casi una hora después de su inicio no informaron sobre la
incidencia y sólo lo hicieron después de anunciar el nacimiento del tercer hijo
de Messi… ¿Tendrían ese trato y tacto si la competición fuese masculina?
Con una tercera regional, sí… De lo contrario, seguro que
no. Piensa que las WAGs es ya un género: son las mujeres de los jugadores.
Ya verás cuántos reportajes saldrán sobre “la rivalidad de la belleza de las
mujeres de los jugadores del Mundial de Rusia”.
—O, directamente, una clasificación de belleza.
Tal cual. ¿Qué me puedes decir de Maria Sharapova? ¿Nos
informan de cómo es su saque?
—Se hizo famosa antes por su busto y gritos que por sus
títulos, que son muchos. A Sharapova le dieron bola por criterios
extradeportivos, cuando podía ser mediática por sus victorias tranquilamente.
¡Y por el culo! El criterio masculino decide qué nos interesa
de las deportistas. A Garbiñe Muguruza la sacarán en todas las revistas de moda
y la gente sabrá más de sus vestidos que de cómo juega… O ya eres un callo que
juega muy bien y te apoyan por tus logros… Si existe una razón estética, los
medios la antepondrán a la calidad de la deportista. En mi caso, acompaño
cuanto puedo al deporte femenino.
—En tu sección Zona mixta, de Gente
despierta, en RNE.
A Lydia Valentín le hago las mismas preguntas que le haría a
un tío. ¿Cómo se levantan de arrancada 175 kilos? Tengo que reconocer que no he
seguido demasiado profesionalmente el deporte femenino. No he cubierto una
competición entera. La visibilidad es para mí la urgencia. Y con la
visibilidad, el criterio.
—En enero se jugó en Zaragoza la Copa de la Reina de
baloncesto. Los abonos para los cinco partidos costaban 30 euros y hubo
críticas. Los rebajaron a 22,5 y todavía había quien se quejaba del precio…
Mucha gente cree que el deporte femenino es escolar. Creo
que es un problema de educación. Si tenemos Garbiñes [Gabiñe Muguruza], habrá
niñas que querrán jugar al tenis. Con Jennifers Parejas, seguirán
triunfando en waterpolo. Si contamos con Mireias Belmontes, nadarán… Es muy
importante disponer de referentes. Aquí nadie jugaba al golf hasta que apareció
Seve Ballesteros, lo mismo pasó con el tenis con Manolo Santana. Nadie quería
ser piloto hasta que salió Ángel Nieto.
—“Mucha gente me dice que no me conoce porque, claro, como
soy chica…”, confesó el otro día la taekwondista Eva Calvo, plata en los
Juegos Olímpicos de Río, en el Telediario de La 1.
Sí, pero necesitamos eso. Necesitamos tías que tiren del
deporte.
—No acabo de entender por qué los libros deportivos no
tienen más espacio en las librerías ni se venden más. El deporte interesa,
y mucho, aunque haya quien lo consume cuando está bañado en polémica y
chascarrillo.
El lector, o es muy fan de aquella persona o del deporte, o
tiene suficiente con los diarios del día. Para que llegue al gran público, el
deportista tiene que decir algo muy grande. Yo me compré el de Arantxa Sánchez
Vicario por eso.
—¿Para ti qué es el periodismo deportivo de calidad?
El de Ramon Besa, Santiago Segurola… Leer a Diego Torres
explicando cómo nada Michael Phelps, cuánta agua desplaza… Después de leer
aquel artículo me puse así [con los ojos bien abiertos y expectante], delante
de la tele y con el artículo al lado. ¡Qué maravilla!
—Escriben con un tono pedagógico y literario, y partiendo de
una anécdota.
¿Y qué?
—Es fantástico. A mí me encanta.
Yo beso por donde pisa Ramon Besa.
—Te describen escenas y matices que sólo se ven en directo.
Justifican la inversión del viaje de sus medios.
Extraen el detalle más minúsculo el partido. No soy
consumidora de fútbol, pero leo a Besa.
—Tienen una mirada muy amplia.
Y unos ojos súper poderosos.
—Son anécdota y análisis.
Es análisis.
—Las dos cosas.
Es igual, pero aportan detalles que no has visto. Algo que
hace, por ejemplo, Nadia Tronchoni. Es una referente.
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