miércoles, 11 de julio de 2018

Tadea Lizarbe: “Para un o una deportista es más fácil escribir un libro que para el resto”

La exjugadora, entre otros, del Basket Zaragoza o del Unión Navarra Basket, ha publicado su segunda novela, ‘La ordenada vida del doctor Alarcón’ (Harper Collins)

Tadea Lizarde con su libro 'La ordenada vida del doctor Alarcón'. Foto: Calleja / Diario de Navarra. 

¿Acaba de pasar un tren?
No. ¡Es el viento de Pamplona! -responde la entrevistada al otro lado del teléfono.

Es una buena metáfora para describir la fuerza con la que Tadea Lizarbe (1988) defiende sus historias. Con la primera, Comiendo sonrisas a solas (Ediciones B), se coló entre las diez finalistas del Premio Planeta 2014. Con la segunda, La ordenada vida del doctor
Alarcón (Harper Collins), nos presenta a un protagonista muy cuadriculado con el que no es difícil identificarse y que tendrá que alterar su orden para tratar de resolver unas muertes en extrañas circunstancias. En su entorno. Es probable que la escritora dé a luz a su tercera criatura literaria en 2019. Más pronto que tarde, esta terapeuta ocupacional en Salud Mental y monitora de Psicobasket para niños y niñas con discapacidad intelectual se ganará la vida con sus relatos.     

“Para un o una deportista es más fácil escribir un libro que para el resto”, reivindica Tadea Lizarbe, que ve el deporte como una pizarra infinita: “Te lo enseña todo. Aprendes en el vestuario; tienes que gestionar la frustración y la euforia; compartir cualquier detalle con un equipo que se convierte en tu familia…”.  Formada en el Club Larraona navarro, con 18 años se vio sola en Zaragoza con dos retos: su aventura en el Basket Zaragoza, con el que tiempo después debutaría en Liga Femenina, y estudiar Terapia Ocupacional. Tenía que empezar de cero: “Aproveché esa libertad que siempre había echado de menos”. Incluso se atrevió a escribir más en serio “o con más intensidad”.  

Recordaré toda mi vida mi primer entrenamiento en el Príncipe Felipe con el primer equipo del Basket Zaragoza.
¿Qué pasó, Tadea?
Me senté en un banco y me puse a escribir a todos los entrenadores que había tenido en Pamplona para darles las gracias. ¡Ellos me habían hecho llegar a un pabellón brutal y a estar con jugadoras increíbles!   

Entre ellas, Cindy Lima, que la perseguía por la pista.
Me gritaba “¡Tadea, eres fea!”. [Nos reímos]. Era una cachonda. ¡Me estaba poniendo a prueba para ver cómo reaccionaba! Creo que lo superé con humor. Le tengo mucho cariño a Cindy. También a Paula Palomares o a Cristina Ouviña, con quien mantengo el contacto. Albert Cuadrat fue un libro abierto, igual que César Rupérez, que me entrenó y me enseñó tantos valores en el Unión Basket Navarra... Claro que quería jugar un poco más, pero aprendí mucho. Volvería a trabajar igual de duro o más.

La recompensa es el aprendizaje, que cada vez se valora menos.
Si disfrutas y aprovechas el proceso, el premio acabará llegando.    

El protagonista de tu segunda novela, La vida ordenada del doctor Alarcón, es un médico de atención primaria con altas capacidades que se cree más inteligente que nadie, metódico hasta el límite...
Tal cual. Se ve obligado a enfrentarse a sus miedos y dificultades sociales para tratar de resolver unas muertes en su entorno que le inquietan emocionalmente. El doctor Alarcón no está acostumbrado a enfrentarse a lo emocional.

Para algunas muertes no tiene coartada...
Tiene miedo de estar implicado porque no recuerda qué hizo durante esas horas. Por mucho que sienta que no puede ser un asesino, su racionalidad, a la que siempre ha sido fiel, le dice que puede ser culpable.  

“La empatía nunca me ha sido útil” es una de las frases de cabecera del doctor Alarcón. 
Se equivoca tanto… ¡Está lleno de empatía! Puede no comprenderla o intentar no sentirla, pero la tiene. Sufre. Racionalmente piensa algo y sus actos dicen lo contrario. Vamos, lo que le pasa a todo el mundo muchas veces.  

¿Tiene miedo a ser vulnerable?
Por supuesto. Por eso se esconde en sus rutinas y manías. En sí mismo.   

—Su madre le enseñó la frase “Uno. Dos. Tres” para controlarse y ser educado.
Y le sirve de brújula para sus rutinas. El doctor Alarcón nunca valoró a su madre por su inteligencia, aunque intuía que tenía otro tipo de inteligencia que él no controlaba. Ella le explicó que tenía altas capacidades y que podría sufrir por ello.  

Ese “Uno. Dos. Tres” le hace ser menos desagradable de lo que es a veces.
No es un doctor House al uso. Aunque piense muchas burradas, Manuel Alarcón es educado. De hecho, salvando sus torpezas, pasa bastante desapercibido o, al menos, no es molesto para el resto. Su excesivo control le hace explotar.

¿Todos y todas tenemos algo del doctor Alarcón?
Mucha gente se siente identificada con él, ya que piensa cosas parecidas que no se atreve a decir en voz alta. [Nos reímos]. Construí el personaje con la idea de que al principio cayera muy mal, pero, en general, cae genial.    

Es difícil que genere rechazo alguien que tiene perchas con la vestimenta completa en función de la ocasión, que se compra dos pantalones iguales… Por cierto… 
Dime.

Gracias al doctor Alarcón me voy a replantear mis visitas al médico de cabecera y a pensarme mejor las (re)preguntas.  
Tengo que confesarte que es una autocrítica a mi comportamiento cuando voy al médico…

Preguntamos cosas que no tienen ningún sentido.
También tenemos derecho, eh. [Se ríe].

—El doctor Alarcón se acuerda de los historiales clínicos de pe a pa, pero no de los nombres de las personas. ¿Es porque no le interesan?
Tal cual. Eso sí, fíjate qué rápido memoriza el nombre de la mujer que le atrae por su coleta… Su nueva enfermera…  

Natalia le hace quitarse las ataduras, liberarse, descontrolarse…
Lo manipula, ¿no? ¿En qué se fijaría de una mujer un hombre que cree que no necesita atender a las relaciones sociales? Al doctor Alarcón le atrapa la coleta de Natalia, tan recta que, a veces, incumple las leyes de Newton. Se agarra a lo que conoce, la física, porque ha sentido algo emocional que no quiere identificar. Sí, piensa que la coleta de Natalia es perfecta. Es así como se autoengaña.

¿Cómo le das libertad a los personajes?
Me gusta ponerme en su piel y pensar a qué retos se tendrían que enfrentar para superarse. Me parece más importante construir un personaje, con sus características y batallas, que la trama, aunque también sea vital.  

Todos los personajes son claves, incluso los secundarios.  
No podían tener menos protagonismo que el doctor Alarcón porque nos dan pistas sobre él y lo construyen. Cada uno pone una pieza de este puzle.

Y la lista de sospechosos y sospechosas es larga…
No te voy a engañar: le busco las cosquillas al lector.

¿Qué peligros tiene un o una novelista?
Caer en la soledad, encerrarse en su mundo de ficción y olvidarse de las experiencias de fuera, que pueden enriquecerlo. El mundo editorial es cruel y te exige ser valiente y seguir tus instintos. Si no te arriesgas por miedo a perder, perderás. 

Describes el alma y los pensamientos de los personajes, eres directa retratando los escenarios y paisajes, y construyes diálogos frescos. Se ve un gran trabajo detrás para contar la historia de la manera más sencilla posible, sin artificios.  
Muchas gracias, Toni. En Navarra somos un montón de escritores y escritoras y, a veces, nos surge el eterno dilema. ¿Qué es más importante la trama o el estilo? ¿Construir la frase perfecta o lo que pretendes explicar?  

—¿Te has reído mucho escribiendo La ordenada vida del doctor Alarcón?
¡Muchísimo! Cuando revisaba el texto, me reía de lo que había puesto, también de una manera tierna. Siempre pregunto a los y las lectores si se han reído. Hay humor, sobre todo al principio, y también mucha angustia. Se habla de violencia de género, eutanasia, enfermedades mentales…

¿El mensaje de La ordenada vida del doctor Alarcón es que seamos más empáticos y no etiquetemos tanto las cosas, como las enfermedades mentales?
Sería que comprendernos mejor y con más sinceridad nos puede hacer también comprender mejor a los demás. La sociedad tiene un diagnóstico, una etiqueta y un nombre para las enfermedades mentales, y eso hace que te alejes de ellas y te parezcan ficción. También te puede pasar a ti. El doctor Alarcón tiene cosas diagnosticables, aunque no les pongo nombre porque la gente se siente identificada con él. 

Leyendo el libro se me han quitado las ganas de dar demasiados consejos y seguir más la táctica del frontón de José, el camarero del Medio Limón, donde el doctor Alarcón se toma cada viernes tres copas de ron. Muchas personas solo necesitan desahogarse. Nada más.
O responderse a sí mismos. A los y las profesionales de la salud mental nos enseñan a no dirigir la respuesta. Puedes orientar, pero no decidir por las personas.

—¿Qué nos puedes decir del doctor Antonio Tenor, el psicólogo al que acude el doctor Alarcón?
Es uno de los personajes que más me gusta porque maneja súper bien al doctor Alarcón, aunque éste tenga un coeficiente intelectual superior. El doctor Alarcón lo sabe, aunque no puede hacer nada para evitarlo… Me he divertido mucho escribiendo esas escenas.   


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