lunes, 19 de mayo de 2008

Nadal deshace a Federer en Hamburgo en otro ejercicio de consistencia y fe

Nadal celebra su primer título en Hamburgo -EFE.

Se colocó una sudadera blanca para cumplir con uno de sus patrocinadores, se sentó, cruzó las piernas y se abstrajo por momentos, prácticamente como si estuviese en el sofá de su casa y no tuviera nada mejor que hacer. Rafa Nadal (Palma de Mallorca, 1986) acababa de deshacer al mejor tenista de la historia, Roger Federer por 5-7, 7-6 y 3-6, y lo había logrado en Hamburgo, donde el suizo nunca había perdido y había logrado cuatro títulos. Pero parecía que aquello no iba con él. El tenista balear estaba a punto de levantar el único Másters Series que le faltaba en tierra batida (tiene 11) y estaba allí, en una silla, relajado. Cuando le llamaron para la entrega de los trofeos se levantó casi avergonzado y en cuanto le pasaron el micrófono para hablar pidió disculpas a su rival: "Siento lo de hoy". Un gesto casi inédito en la élite. Después Nadal apenas dio las gracias a todos, elogió el torneo -"en cuanto al juego ha sido impresionante"- y se despidió hasta el 2009, un claro guiño a los organizadores, que saben que es uno de los promotores para que el torneo conserve su estatus y no se convierta en un evento menor como pretende la ATP.

Su triunfo en Hamburgo fue otro ejercicio de consistencia y fe. Pocos jugadores están capacitados como Nadal para revertir situaciones tan adversas. Su primera proeza fue ganar por 5-7 la manga inicial, en la que llegó a perder 5-1 y salvó dos pelotas de set en contra. Se rehizo a base de paralelos perfectos, drives letales y golpes ganadores. Y eso que jugaba mermado: tenía molestias en el muslo y pidió la asistencia del fisioterapeuta. Federer, posiblemente uno de los tenistas más fríos de la historia, no se pudo contener y golpeó su raqueta contra la red tras fallar una volea fácil. Su rival le estaba desestabilizando mentalmente. Es el único que lo logra.

Golpeo al cielo

El inicio del segundo set tuvo el mismo guión que el primero: Federer era muy superior y logró dos breaks y dos puntos sencillos (sólo cedió un juego) a base de aces y ataques constantes (4-1). A Nadal no le servía el cruzado y sólo podía defenderse. Pero de nuevo el balear reaccionó con la precisión y el riesgo necesarios: ganó el octavo juego (5-3) con dos saques directos, el último en el último servicio. Nadal pillaba a contrapié al suizo, le abría todos los ángulos posibles y conectaba passing shots por huecos imposibles. De nuevo Federer no pudo más y tras enviar largo un resto golpeó la pelota al cielo (5-5).

El rostro del número uno estaba totalmente desencajado en el siguiente juego. Servía Federer y cedía 0-40 por errores propios, pero con tres saques geniales y una caña de Nadal solventó el problema (6-5). La manga se resolvería en el tie break por un claro 6-3 para el suizo.

Celebración discreta

Con un juego sólido, basado en los paralelos y el passing, Nadal se adelantó 1-4. Federer esta vez hizo un gesto de abatimiento: era casi imposible, pero siguió intentándolo. Así evitó tres veces la ruptura de su saque en el siguiente juego y redujo la ventaja hasta el 3-5. Entonces el número uno cambió su raqueta. Apenas pudo utilizarla. Nadal cerró en blanco el juego y el partido, y ni tan siquiera se tiró a la arcilla como hacía antes. Ahora es más comedido, se agachó, gesticuló y se fue a saludar a su rival. Casi en silencio.

"Ganar aquí es un sueño para mí. Estoy muy contento con la temporada en tierra (ha ganado en Montecarlo y en Barcelona y cayó en primera ronda en Roma)", decía Nadal, que con tan sólo 21 años ya tiene en su palmarés 26 títulos individuales, entre los que destacan tres Roland Garros. París es su próximo desafío y continúa siendo el eterno sueño de Federer, que otra vez más fue incapaz de superar en arcilla al tenista español -"no sé qué tengo que hacer para ganarle..."-. Sólo lo ha conseguido una vez y fue precisamente en Hamburgo el año pasado. Entonces frenó el registro de triunfos consecutivos en esa superficie de Nadal (81). De un tenista tan sublime como humilde.
"Quizás Federer no tuvo el mejor día, creo que me ha ayudado un poco", zanjó el balear.


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