jueves, 26 de junio de 2008

Una genialidad de Lahm clasifica a Alemania para la final y define un duelo sin porteros


Lahm celebra el gol de la victoria de Alemania ante la decepción de Hakan y Rüstü -EFE.

En un duelo entre dos concepciones y actitudes muy diferentes, entre la calidad mostrada en cuentagotas de Alemania y la fe desbordante de Turquía, acabó imponiéndose la genialidad. Triunfó una obra maestra de un lateral izquierdo que reune explosividad, buen criterio y oportunismo a partes iguales. A dos minutos para la conclusión del tiempo reglamentario y Philipp Lahm (Múnich, Alemania, 1983) volvió a intentarlo. Subió por la banda izquierda, combinó con su compañero Thomas Hizlsperger, avanzó unos metros y conectó con la derecha. Era el gol que permitía a Alemania superar a Turquía 3-2 y disputar su sexta final de una Eurocopa (ganó en 1972, 1980 y 1996). El tanto de Lahm premió la racanería de la selección alemana y desmereció la inmensa entrega del combinado turco, que sólo podía contar con 14 jugadores.

"Es uno de los momentos más felices de mi carrera", confesó con naturalidad Lahm, que siempre dice que lo único que le ha cambiado la fama es que ahora le conoce más gente. Se define como un "joven feliz" que hace lo que más le gusta, jugar a fútbol, y que intenta comunicar su alegría al público.

Primer goleador del Mundial de 2006

Confiesa Lahm que disfruta tanto defendiendo como atacando y realmente hace bien las dos cosas. Es un jugador versátil de largo recorrido que ya jugó la Eurocopa de Portugal de 2004 tras debutar en la Bundesliga con el Stuttgart, donde estuvo cedido por el Bayern de Múnich entre 2003 y 2005. Finalmente el club bávaro apostó por Lahm, que se rompió el ligamento cruzado y no pudo reaparecer hasta diciembre. Su espectacular final de temporada le valió ser convocado para el Mundial de Alemania de 2006, del que fue el primer goleador. Tentado por Barça y Chelsea, el lateral ha renovado con el Bayern hasta 2012.

Un defensa acabó decidiendo un encuentro en el que no hubo porteros. Es complicado ver un partido en el que ambos guardametas transmitan tanta inseguridad o directamente ninguna. Cualquier centro sin peligro, cualquier tiro lejano y no demasiado brillante parecía medio gol. El primero en fallar fue Jens Lehmann, que parece guardarse su mal humor y sus impulsos para maldecir a sus compañeros, como ha hecho en el Arsenal con el español Almunia. En el campo se presenta como un portero lento, cándido y sin espíritu. Lehmann es inocente, como demostró en la jugada del primer gol del partido, en el que Kazim remató de tijera, el balón rebotó en el palo y Ugur Boral remató el rechace. El portero parecía moverse a cámara lenta.

No tuvo nada que ver Rüstü, el portero turco, en el gol del empate de Alemania, una exquisita jugada que empezó Lukas Podolski por la izquierda y que culminó Bastian Schweinsteiger, con un toque sutil, con el movimiento exacto y mínimo que requería el excelente centro de su compañero. Sí falló Rüstü en el segundo gol de la selección alemana, de Miroslav Klose en el 79'. El portero repitió otra de sus salidas locas y sacó los puños, mientras el habilidoso delantero cabeceada entre él, Hakan y Mehmet Topal.

El discurso turco

Turquía reiteró su discurso en esta Eurocopa: volvió a marcar en el último instante y, como ante la República Checa y Croacia, el goleador fue Semih Sentürk, el prototipo de eterno suplente revulsivo (fue pichichi de la Liga turca el año pasado con 17 goles siendo reserva en la mitad de los 34 partidos). Sabri hizo y deshizo a Lahm (al que le había hecho penalti minutos antes), centró y Sentürk remató al primer toque ante Lehmann, que se había quedado arrodillado y con los brazos por delante como si quien fuese a lanzar tuviera midiese poco más de un metro y fuese a primaria (2-2).

"A veces algo menos es mucho más", suele decir Lahm, al que posiblemente el error ante Sabri le motivó para volver a subir al ataque y culminar una de las jugadas más estéticas del torneo. Su gol bien puede valer una Eurocopa.

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