"Las vueltas eran muy largas. Parecía que se extendieran, que crecieran. Pero he sido capaz de hacerlo". Ésas fueron las primeras palabras de Lewis Hamilton tras ganar, en Indianápolis, la segunda victoria de su carrera en la Fórmula 1. Acababa de frustrar a su compañero Fernando Alonso, que tuvo que conformarse con la segunda posición. Fue incapaz de adelantarle. "Nunca pensé que algún día estaría aquí corriendo con los mejores y que me habría impuesto dos veces en Norteamérica", explicó, casi con lágrimas, el piloto británico, que con 58 puntos es aún más líder. Con diez puntos más que Alonso y 19 sobre Felipe Massa, tercero en el GP de EEUU. Sobre el primer Ferrari.
Lleva meses la prensa asegurando que la relación entre los pilotos de McLaren es tensa. O que no existe. Por eso ambos salieron abrazados al podio y Hamilton le tocó cariñosamente la barriga. "No es una situación para estar triste", respondió enfadado el patrón de la escuería birtánica. No quería hablar de supuestos privilegios. Sólo deseaba celebrar el tercer doblete de la temporada, tras Malasia y Mónaco. O que lideran, con solvencia, el Mundial de constructores, con 106 puntos, ¡35 más que Ferrari!
A unos metros, Hamilton saludaba a todos. Y Alonso ya había desaparecido. No tenía ganas de fingir. Por eso, tras cruzar su compañero la línea de meta, le adelantó. Para salir antes de su monoplaza y tener un tiempo para él.
La hegemonía de Ferrari
Fue un duelo genial, de calidad, entre los dos mejores pilotos, que casi siempre estuvieron pegados. A 29 vueltas del final, la diferencia eran 1'8 segundos; a 31, 0'8, a siete, 2'4. Al final, tan sólo 1'5. "La salida ha decidido la carrera", analizó Alonso, que en la primera curva intentó, por todos los medios, adelantar a su compañero. Por el exterior, en la recta. No lo logró, pero al menos hizo de tapón a Massa. El piloto brasileño no tuvo opciones de prolongar la hegemonía de Ferrari en el Circuito de Indianápolis, donde había ganado en seis de las siete ediciones disputadas. Donde Michael Schumacher se impuso hasta cuatro veces.
Los Ferrari están un escalón por debajo -o dos- de McLaren, por mucho que Alonso reitere -posiblemente para restar méritos a Hamilton- que son los rivales. Se comprobó en tan sólo 10 vueltas: la diferencia entre el piloto británico y Raikkonen era de 10 segundos. Una desventaja horripilante para la escudería italiana.
Vueltas rápidas
En la primera parte de la prueba, Alonso y Hamilton se alternaron las vueltas rápidas. Mientras, bastante detrás Raikkonen era incapaz de superar a Kovalainen. La lucha del piloto finlandés era mucho menor: la séptima plaza. Al final sería cuarto, más por su equipo (más rápido en el repostaje) que por méritos deportivos. Porque, aunque mejoró mucho en el tramo final (incluso marcó el giro más veloz, el 49º, que completó en 206'397 km/h.).
El GP de EEUU es una cita tradionalmente selectiva. Pocos pilotos acaban cruzando la línea de meta. El año pasado y en 2004 sólo terminaron 9; en 2005, en aquella polémica prueba en la que sólo compiteron los monoplazas con neumáticos Bridgestone, 6. En esta ocasión pudo haber récord, si se hubiese seguido el ritmo de los primeros giros. Ralf Schumacher, Barrichello, Coulthard y Sato tuvieron que abandonar. Al final fueron siete. El último, la promesa que de momento se ha quedado en eso: Rosberg tuvo que salir de su Williams a falta de dos vueltas y con su propulsión en llamas.
El gran beneficiado de los abandonos fue el alemán Sebastian Vettel, el sustituto del lesionado Kubica en BMW, que logró su primer punto en la Fórmula 1 el día de su debut. Sólo él podía igualar la felicidad de Hamilton. De un pequeño campeón tan discreto como genial.
Lleva meses la prensa asegurando que la relación entre los pilotos de McLaren es tensa. O que no existe. Por eso ambos salieron abrazados al podio y Hamilton le tocó cariñosamente la barriga. "No es una situación para estar triste", respondió enfadado el patrón de la escuería birtánica. No quería hablar de supuestos privilegios. Sólo deseaba celebrar el tercer doblete de la temporada, tras Malasia y Mónaco. O que lideran, con solvencia, el Mundial de constructores, con 106 puntos, ¡35 más que Ferrari!
A unos metros, Hamilton saludaba a todos. Y Alonso ya había desaparecido. No tenía ganas de fingir. Por eso, tras cruzar su compañero la línea de meta, le adelantó. Para salir antes de su monoplaza y tener un tiempo para él.
La hegemonía de Ferrari
Fue un duelo genial, de calidad, entre los dos mejores pilotos, que casi siempre estuvieron pegados. A 29 vueltas del final, la diferencia eran 1'8 segundos; a 31, 0'8, a siete, 2'4. Al final, tan sólo 1'5. "La salida ha decidido la carrera", analizó Alonso, que en la primera curva intentó, por todos los medios, adelantar a su compañero. Por el exterior, en la recta. No lo logró, pero al menos hizo de tapón a Massa. El piloto brasileño no tuvo opciones de prolongar la hegemonía de Ferrari en el Circuito de Indianápolis, donde había ganado en seis de las siete ediciones disputadas. Donde Michael Schumacher se impuso hasta cuatro veces.
Los Ferrari están un escalón por debajo -o dos- de McLaren, por mucho que Alonso reitere -posiblemente para restar méritos a Hamilton- que son los rivales. Se comprobó en tan sólo 10 vueltas: la diferencia entre el piloto británico y Raikkonen era de 10 segundos. Una desventaja horripilante para la escudería italiana.
Vueltas rápidas
En la primera parte de la prueba, Alonso y Hamilton se alternaron las vueltas rápidas. Mientras, bastante detrás Raikkonen era incapaz de superar a Kovalainen. La lucha del piloto finlandés era mucho menor: la séptima plaza. Al final sería cuarto, más por su equipo (más rápido en el repostaje) que por méritos deportivos. Porque, aunque mejoró mucho en el tramo final (incluso marcó el giro más veloz, el 49º, que completó en 206'397 km/h.).
El GP de EEUU es una cita tradionalmente selectiva. Pocos pilotos acaban cruzando la línea de meta. El año pasado y en 2004 sólo terminaron 9; en 2005, en aquella polémica prueba en la que sólo compiteron los monoplazas con neumáticos Bridgestone, 6. En esta ocasión pudo haber récord, si se hubiese seguido el ritmo de los primeros giros. Ralf Schumacher, Barrichello, Coulthard y Sato tuvieron que abandonar. Al final fueron siete. El último, la promesa que de momento se ha quedado en eso: Rosberg tuvo que salir de su Williams a falta de dos vueltas y con su propulsión en llamas.
El gran beneficiado de los abandonos fue el alemán Sebastian Vettel, el sustituto del lesionado Kubica en BMW, que logró su primer punto en la Fórmula 1 el día de su debut. Sólo él podía igualar la felicidad de Hamilton. De un pequeño campeón tan discreto como genial.
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