Era un cambio más. Una simple rutina para evitar que el Madrid perdiese la Liga, para que el Mallorca hiciera campeón al Barça. José Antonio Reyes (Utrera, Sevilla, 1983) salió al césped del Santiago Bernabéu en sustitución de David Beckham. Eran las 22.30 y apareció como un antihéroe. Como una antigua estrella que apenas había jugado y brillado. Un golazo ante la Real Sociedad y un básico tanto en la remontada ante el Espanyol. Eso era lo más destacado de toda la temporada, en la que había jugado poco más de 1.200 minutos en Liga.
Todo cambió en una jugada: internada por la izquierda de Higuaín, asistencia para Reyes, que con un toque sutil, supera a Moyá. Eran las 22.32. Ese detalle convierte al delantero sevillano en protagonista: acaba de empatar un partido que parecía perdido, que tenía todos los ingredientes para concluir en tragedia. Como que el Mallorca se adelantara en el marcador mediante otro secundario como Fernando Varela. Como que el pichichi de la Liga, Ruud van Nistelrooy, se retirara cojeando y con los ojos rojos. Los dos contratiempos coincidieron con el gol de Carles Puyol en Tarragona. El Barça era entonces el campeón.
Un pobre defensa
Necesitaba el grupo de Capello otro pequeño milagro. Lo fabricó otro jugador que ha defraudado, Mahamadou Diarra, y lo consumó un pobre defensa cuyo única culpa era defender el palo del portero en un córner servido por Gonzalo Higuaín. El medio marfileño remató de cabeza, paró el portero y el balón rebotó allí donde se pierde la espalda de Angelos Basinas. 2-1 y Liga para el Madrid.
Pero Reyes aún tendría otro momento de reivindicación. Con otro gol, este sí espectacular. Con un disparo desde fuera enloqueció e hizo enloquecer a sus compañeros. Al público. Eran aún más campeones de Liga. "Cuando sueñas, sueñas con estas cosas. Lo he pasado bastante mal este año", confesaba a la Cadena Ser un jugador que llegó al Madrid como un gran fichaje. Era una más que interesante cesión del Arsenal, al que viajaba Julio Baptista.
Decisión impopular
Tuvo tiempos mejores Reyes, que era el objetivo de los grandes clubes de Europa. Ganó el conjunto inglés, el grupo de Arsène Wenger y Thierry Henry. El 27 de enero de 2004 el delantero firmaba un contrato con el Arsenal por cinco temporadas y el Sevilla se llevaba una cantidad fundamental para subsanar su economía: 30 millones de euros, que sigue siendo la inversión más grande por un futbolista español. El tiempo le ha dado la razón a su presidente José María Del Nido, que apostó por esa decisión tan impopular.
En Londres, Reyes tuvo continuidad y ganó una Premier. Hasta que se cansó del clima de la ciudad y quiso volver a España. Llegó cedido al Madrid tras haber piropeado al eterno enemigo, el Atlético, con el que tenía un acuerdo. Y hoy, por un momento, ha olvidado que este curso no ha cumplido con las expectativas, que ha dado varios pasos atrás. Se ha convertido en un antihéroe glorioso. Aún le queda mucho para volver a ser héroe.
Todo cambió en una jugada: internada por la izquierda de Higuaín, asistencia para Reyes, que con un toque sutil, supera a Moyá. Eran las 22.32. Ese detalle convierte al delantero sevillano en protagonista: acaba de empatar un partido que parecía perdido, que tenía todos los ingredientes para concluir en tragedia. Como que el Mallorca se adelantara en el marcador mediante otro secundario como Fernando Varela. Como que el pichichi de la Liga, Ruud van Nistelrooy, se retirara cojeando y con los ojos rojos. Los dos contratiempos coincidieron con el gol de Carles Puyol en Tarragona. El Barça era entonces el campeón.
Un pobre defensa
Necesitaba el grupo de Capello otro pequeño milagro. Lo fabricó otro jugador que ha defraudado, Mahamadou Diarra, y lo consumó un pobre defensa cuyo única culpa era defender el palo del portero en un córner servido por Gonzalo Higuaín. El medio marfileño remató de cabeza, paró el portero y el balón rebotó allí donde se pierde la espalda de Angelos Basinas. 2-1 y Liga para el Madrid.
Pero Reyes aún tendría otro momento de reivindicación. Con otro gol, este sí espectacular. Con un disparo desde fuera enloqueció e hizo enloquecer a sus compañeros. Al público. Eran aún más campeones de Liga. "Cuando sueñas, sueñas con estas cosas. Lo he pasado bastante mal este año", confesaba a la Cadena Ser un jugador que llegó al Madrid como un gran fichaje. Era una más que interesante cesión del Arsenal, al que viajaba Julio Baptista.
Decisión impopular
Tuvo tiempos mejores Reyes, que era el objetivo de los grandes clubes de Europa. Ganó el conjunto inglés, el grupo de Arsène Wenger y Thierry Henry. El 27 de enero de 2004 el delantero firmaba un contrato con el Arsenal por cinco temporadas y el Sevilla se llevaba una cantidad fundamental para subsanar su economía: 30 millones de euros, que sigue siendo la inversión más grande por un futbolista español. El tiempo le ha dado la razón a su presidente José María Del Nido, que apostó por esa decisión tan impopular.
En Londres, Reyes tuvo continuidad y ganó una Premier. Hasta que se cansó del clima de la ciudad y quiso volver a España. Llegó cedido al Madrid tras haber piropeado al eterno enemigo, el Atlético, con el que tenía un acuerdo. Y hoy, por un momento, ha olvidado que este curso no ha cumplido con las expectativas, que ha dado varios pasos atrás. Se ha convertido en un antihéroe glorioso. Aún le queda mucho para volver a ser héroe.
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