Argentina no disfrutó con Messi, que pareció un debutante más bien tímido. Argentina casi gritó con Riquelme dos veces, pero el genio recuperado falló, palo incluido para más dramatismo. Argentina tuvo en un defensa, Roberto Fabián Ayala, a su representante en la final de la Copa América ante Brasil. Y no fue para bien. Espectador atento en el primer gol, autor del segundo en propia puerta. La derrota (3-0) desvanece el sueño de conseguir un gran torneo desde 1993.
No se le da bien a la selección albiceleste ir de favorito. Le pasó en 2004, en Perú, en el mismo torneo ante un Brasil justito. Entonces cayó en los penaltis y tras recibir un gol de Adriano en el último minuto. En el Estadio José Pachencho Romero de Maracaibo, en Venezuela, no necesitó tanto tiempo para repetir el guión. No repitió sus grandes actuaciones durante el torneo y no tuvo suerte en los momentos decisivos.
Golazo de Baptista
La selección albiceleste encajó el primer gol rápido, demasiado. Una asistencia medio globo, medio precisa de Elano le cayó a Baptista, que ha pasado en dos años de ser una de las estrellas de la Liga española, a ser mediocre en el Madrid e ir cedido al Arsenal para contemplar partidos desde el banquillo. Controló La Bestia, avanzó unos metros, recortó a Ayala y culminó un disparo seco y contundente a la escuadra. Golazo.
Reaccionó Argentina, con Riquelme, tan pausado como líder, como protagonista. El jugador del Villarreal lanzó al palo una estética jugada entre Messi y Verón. Un frío final para una jugada de videoteca entre el azulgrana y la Brujita. Y del posible empate se pasó a un aviso de lo más absurdo: Abbondanzieri despejó mal un tiro flojo de Robinho, pichichi de la Copa América con 6 goles.
Otra vez Ayala
Elano, sustituto del sancionado Gilberto Silva, tuvo que retirarse lesionado. Entró por él el sevillista Dani Alves, que poco tardó en sentenciar. Galopó por la banda derecha, centró al área y Ayala, otra vez, estaba ahí. En su intento por despejar el peligro, lo aumentó. El central anotó en propia puerta y aceleró los festejos del rival. Argentina, que sólo había encajado tres goles hasta la final, perdía 2-0. Era casi imposible la remontada.
Ayala parecía querer irse, desaparecer. Ha pasado una temporada complicada. Peleado con Amadeo Carboni, el ex director deportivo del Valencia, que no quiso renovarle y acabó siendo despedido. Ilusionado con fichar por el Villarreal -mensajes de buenos tiempos incluidos a los aficionados- y poco antes de la final de la Copa América, nuevo jugador del Zaragoza de Diego Milito, Aimar y D'Alessandro. Un culebrón rocambolesco y con pocos antecedentes.
El contragolpe
En la segunda parte, el ataque argentino siguió sin poder superar a la ordenada y pragmática defensa brasileña. Presión al límite y contragolpe. Ésa es una de las fórmulas del seleccionador Dunga, que ha transformado el juego rico en filigranas, en una ciencia exacta. Si el rival saca tres faltas seguidas, es básico despejar y fabricar una nueva jugada aprovechando la gran zancada de sus atacantes. Sorprender por velocidad. Un clásico.
Así fue como, si no lo estaba ya, se aclaró el desenlace. Un contragolpe de Vagner Love -elogiado horas antes por el presidente de la FIFA Joseph Blatter- fue culminado con un tiro cruzado por Dani Alves. 3-0 y baile anticipado para celebrar la octava Copa América de Brasil. Pero faltaba otro elemento dramático, que el nuevo ídolo, Messi, apareciera y no valiera para nada. Su gol, tras driblar al portero Doni, fue anulado por fuera de juego. Y apenas protestó. Su primer gran torneo con la absoluta poco más podía ofrecer. No valía la pena.
No se le da bien a la selección albiceleste ir de favorito. Le pasó en 2004, en Perú, en el mismo torneo ante un Brasil justito. Entonces cayó en los penaltis y tras recibir un gol de Adriano en el último minuto. En el Estadio José Pachencho Romero de Maracaibo, en Venezuela, no necesitó tanto tiempo para repetir el guión. No repitió sus grandes actuaciones durante el torneo y no tuvo suerte en los momentos decisivos.
Golazo de Baptista
La selección albiceleste encajó el primer gol rápido, demasiado. Una asistencia medio globo, medio precisa de Elano le cayó a Baptista, que ha pasado en dos años de ser una de las estrellas de la Liga española, a ser mediocre en el Madrid e ir cedido al Arsenal para contemplar partidos desde el banquillo. Controló La Bestia, avanzó unos metros, recortó a Ayala y culminó un disparo seco y contundente a la escuadra. Golazo.
Reaccionó Argentina, con Riquelme, tan pausado como líder, como protagonista. El jugador del Villarreal lanzó al palo una estética jugada entre Messi y Verón. Un frío final para una jugada de videoteca entre el azulgrana y la Brujita. Y del posible empate se pasó a un aviso de lo más absurdo: Abbondanzieri despejó mal un tiro flojo de Robinho, pichichi de la Copa América con 6 goles.
Otra vez Ayala
Elano, sustituto del sancionado Gilberto Silva, tuvo que retirarse lesionado. Entró por él el sevillista Dani Alves, que poco tardó en sentenciar. Galopó por la banda derecha, centró al área y Ayala, otra vez, estaba ahí. En su intento por despejar el peligro, lo aumentó. El central anotó en propia puerta y aceleró los festejos del rival. Argentina, que sólo había encajado tres goles hasta la final, perdía 2-0. Era casi imposible la remontada.
Ayala parecía querer irse, desaparecer. Ha pasado una temporada complicada. Peleado con Amadeo Carboni, el ex director deportivo del Valencia, que no quiso renovarle y acabó siendo despedido. Ilusionado con fichar por el Villarreal -mensajes de buenos tiempos incluidos a los aficionados- y poco antes de la final de la Copa América, nuevo jugador del Zaragoza de Diego Milito, Aimar y D'Alessandro. Un culebrón rocambolesco y con pocos antecedentes.
El contragolpe
En la segunda parte, el ataque argentino siguió sin poder superar a la ordenada y pragmática defensa brasileña. Presión al límite y contragolpe. Ésa es una de las fórmulas del seleccionador Dunga, que ha transformado el juego rico en filigranas, en una ciencia exacta. Si el rival saca tres faltas seguidas, es básico despejar y fabricar una nueva jugada aprovechando la gran zancada de sus atacantes. Sorprender por velocidad. Un clásico.
Así fue como, si no lo estaba ya, se aclaró el desenlace. Un contragolpe de Vagner Love -elogiado horas antes por el presidente de la FIFA Joseph Blatter- fue culminado con un tiro cruzado por Dani Alves. 3-0 y baile anticipado para celebrar la octava Copa América de Brasil. Pero faltaba otro elemento dramático, que el nuevo ídolo, Messi, apareciera y no valiera para nada. Su gol, tras driblar al portero Doni, fue anulado por fuera de juego. Y apenas protestó. Su primer gran torneo con la absoluta poco más podía ofrecer. No valía la pena.
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