Se toma la Vuelta a España como un entrenamiento de calidad. Como un recorrido propicio para preparar con garantías su reto de verdad: el Mundial de Salzburgo (Alemania), que empezará el próximo día 27, un trazado exigente, lleno de repechos y curvas. Pero Óscar Freire (Torrelavega, Cantabria, 1976) se siente claro aspirante. Tiene el mejor palmarés de los ciclistas en activo. Asume que su nuevo reto llega en un buen año.
Mermado por un forúnculo, hasta tres veces (dos segundos puestos) rozó la victoria en el Tour. También estuvo a punto de ganar la etapa de ayer en Vigo, pero, sin espacio, tuvo que ceder ante el italiano Daniele Bennati. El mismo que hoy, en Santiago de Compostela, a punto estuvo de tirarle al asfalto. "He visto que se caía y creía que me enganchaba. Nos hemos rozado", explicaba Freire tras su victoria. Esta vez se abrió por el exterior y en los últimos 50 metros superó con facilidad a Paolo Bettini, último campeón del Mundo, y a Leonardo Duque. Y, por primera vez en su vida, es líder de la Vuelta a España. De una de las grandes.
"Se adaptaba a mis características"
"Este final de etapa se adaptaba mejor a mis características", añadía medio serio. Había ganado a algunos grandes rivales en Salzburgo, como Boonen, Bettini o Petacchi, pero no le gustó cómo lo había logrado. El ciclista del Rabobank criticó la caída de la que se había salvado: "Tendrían que cambiar el reglamento, que los tiempos se tomen en las entradas a las ciudades. Así no pasarían estas cosas. No puede ser que Óscar (Pereiro) pueda perder sus opciones por una cosa de este tipo".
Freire tiene fama de despistado. En 1999, Verona, en su primer Mundial, subió al podio con zapatos. Estaba demasiado emocionado para darse cuenta de ese detalle. Acababa de presentarse entre los mejores. De lograr una victoria contundente ante Casagrande, Zabel, Ullrich o Paolini. Y en Lisboa 2001 se olvidó de la última sesión de entrenamiento y volvió al hotel en taxi. Más centrado estuvo el día que hizo historia y logró su tercer oro. También en Verona. En 2004 igualó a los mejores en los Mundiales: Albredo Binda, Eddy Merckx y Van Steenbergen.
Las lesiones
El palmarés de Óscar Freire, en el que destacan también tres victorias en el Tour, cuatro en la Vuelta, dos Milán-San Remo y otras dos Flecha Brabançona (2004 y 2007), podría ser mucho mejor. Ganó su primer Mundial tras pasarse meses tocado, sin poderse entrenar más de 80 kilómetros. Hace meses se operó con éxito de su lesión crónica en los isquios, siempre ha tenido problemas de espalda y con los quistes en el glúteo. Se ha perdido los últimos dos mundiales, el de Madrid de 2005 y del año pasado en Salzburgo (Alemania). Tampoco pudo participar en la última Vuelta.
Su ídolo fue Laurent Jalabert y siempre admiró a Indurain y Olano, al que siempre vio como un corredor infravalorado. Óscar Freire sabe que en España se valoran poco los Mundiales y las clásicas. Y sueña con un oro olímpico: en Sydney 2000 quedó 17º, sin opciones ante Ullrich. En Atenas 2004 abandonó. Pero antes tiene otro reto en Stuttgart, con desniveles de hasta 13%. Y, de momento, un premio. Ser el líder de la Vuelta. De su entrenamiento de calidad.
Mermado por un forúnculo, hasta tres veces (dos segundos puestos) rozó la victoria en el Tour. También estuvo a punto de ganar la etapa de ayer en Vigo, pero, sin espacio, tuvo que ceder ante el italiano Daniele Bennati. El mismo que hoy, en Santiago de Compostela, a punto estuvo de tirarle al asfalto. "He visto que se caía y creía que me enganchaba. Nos hemos rozado", explicaba Freire tras su victoria. Esta vez se abrió por el exterior y en los últimos 50 metros superó con facilidad a Paolo Bettini, último campeón del Mundo, y a Leonardo Duque. Y, por primera vez en su vida, es líder de la Vuelta a España. De una de las grandes.
"Se adaptaba a mis características"
"Este final de etapa se adaptaba mejor a mis características", añadía medio serio. Había ganado a algunos grandes rivales en Salzburgo, como Boonen, Bettini o Petacchi, pero no le gustó cómo lo había logrado. El ciclista del Rabobank criticó la caída de la que se había salvado: "Tendrían que cambiar el reglamento, que los tiempos se tomen en las entradas a las ciudades. Así no pasarían estas cosas. No puede ser que Óscar (Pereiro) pueda perder sus opciones por una cosa de este tipo".
Freire tiene fama de despistado. En 1999, Verona, en su primer Mundial, subió al podio con zapatos. Estaba demasiado emocionado para darse cuenta de ese detalle. Acababa de presentarse entre los mejores. De lograr una victoria contundente ante Casagrande, Zabel, Ullrich o Paolini. Y en Lisboa 2001 se olvidó de la última sesión de entrenamiento y volvió al hotel en taxi. Más centrado estuvo el día que hizo historia y logró su tercer oro. También en Verona. En 2004 igualó a los mejores en los Mundiales: Albredo Binda, Eddy Merckx y Van Steenbergen.
Las lesiones
El palmarés de Óscar Freire, en el que destacan también tres victorias en el Tour, cuatro en la Vuelta, dos Milán-San Remo y otras dos Flecha Brabançona (2004 y 2007), podría ser mucho mejor. Ganó su primer Mundial tras pasarse meses tocado, sin poderse entrenar más de 80 kilómetros. Hace meses se operó con éxito de su lesión crónica en los isquios, siempre ha tenido problemas de espalda y con los quistes en el glúteo. Se ha perdido los últimos dos mundiales, el de Madrid de 2005 y del año pasado en Salzburgo (Alemania). Tampoco pudo participar en la última Vuelta.
Su ídolo fue Laurent Jalabert y siempre admiró a Indurain y Olano, al que siempre vio como un corredor infravalorado. Óscar Freire sabe que en España se valoran poco los Mundiales y las clásicas. Y sueña con un oro olímpico: en Sydney 2000 quedó 17º, sin opciones ante Ullrich. En Atenas 2004 abandonó. Pero antes tiene otro reto en Stuttgart, con desniveles de hasta 13%. Y, de momento, un premio. Ser el líder de la Vuelta. De su entrenamiento de calidad.
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