martes, 30 de septiembre de 2008

Rossi: nunca es tarde para volver


Rossi festeja en el podio de Motegi su victoria en el GP y su octavo mundial -EFE.
Llegó un momento en el que dio por hecho que nadie sería capaz de ganarle jamás. Se sentía invulnerable, capaz de igualar y superar cualquier marca imposible. Valentino Rossi (Urbino, 1979) estaba convencido de que seguiría ganando carreras y mundiales con cierta facilidad, que sería el mejor hasta que decidiese retirarse. Así que gran parte de sus preocupaciones se centraban en la noche y en cómo mejorar ingeniar sus celebraciones. Rossi había quedado satisfecho de la perpetrada a finales de septiembre de 2005 en Malasia. En el circuito de Sepang Il Dottore se había hecho fotos con siete amigos caracterizados de enanitos y una atractiva Blancanieves le había dado varios besos. Acumulaba cinco títulos consecutivos y sólo se planteaba una cosa: ¿Qué podía hacer para festejar su octavo mundial? Ha tenido demasiado tiempo para pensárselo bien. En 2006 llegó a la última cita, a Valencia, con la fiesta preparada y dependiendo de sí mismo. Pero Rossi se cayó como un vulgar inexperto y Nicky Hayden, uno de los campeones más mediocres de la historia, acabó ganando el campeonato. El curso siguiente se despidió del título muy pronto, incapaz de superar a un Casey Stoner que se asemejaba al Rossi que ganaba con la gorra con Honda. La Ducati del australiano y los neumáticos Bridgestone eran la antítesis del binomio Yamaha-Michelin del piloto italiano. Il Dottore arregló sus problemas con el fisco y exigió el cambio de neumáticos. Algunos justificaron esa decisión como una típica rabieta de campeón perdido.
Recuerda Rossi que tras dos temporadas en blanco muchos le dieron por “muerto y enterrado”. “Yo no estaba de acuerdo y he trabajado duro para demostrarles que no tenían razón”, cuenta ahora, orgulloso de poder decir que sí, que de nuevo vuelve a ser el más grande. Su trabajo le ha costado: se ha implicarse al máximo con los mecánicos en mejorar la Yamaha y ha sabido asimilar un inicio discreto. Porque Il Dottore ganó su primer GP del curso en China, la cuarta cita del año. Un triunfo que encadenó con dos triunfos más consecutivos (en Francia e Italia). Después llegaría el accidente de Dani Pedrosa en Alemania (el catalán cedería su liderato al italiano) y la reacción de Stoner, que recortó treinta puntos en tres carreras a Rossi. Pero en Laguna Seca, un trazado en el que siempre había fracasado, Il Dottore realizó uno de los mejores adelantamientos de su carrera (en el Sacacorchos y por la gravilla) y destempló a Stoner, que se caería giros más tarde y abandonaría las dos siguientes citas. Que Rossi ganase su octavo mundial era una consecuencia inevitable, tan sólo faltaba ponerle día, hora y escenario. La elección no pudo ser más acertada: el pasado domingo en Japón, en el circuito de Motegi. O lo que es lo mismo: en casa de su ex equipo, Honda, y ante algunos de los dirigentes que en 2003 se mofaron de él por fichar por Yamaha.
Una celebración irónica
El piloto de Yamaha prefirió la ironía que las estridencias, prefirió reírse de sus dos temporadas nefastas. Por eso optó por ponerse una camiseta en la que podía leerse Scusate il ritardo (perdonen mi retraso). El show de Rossi continuó cuando simuló que iba a un notario, que le puso un sello con su número de siempre, el 46, para certificar que su retorno a lo más alto era ya oficial. Así celebró su octavo título mundial y su octava victoria de la temporada, la quinta consecutiva. La carrera fue una síntesis de lo que ha sido este último tramo final de la temporada, una constatación de la inmensa superioridad del italiano. Adelantó sin problemas a Lorenzo, Hayden y Pedrosa. Sólo se le resistió más Stoner, que tuvo que claudicar tras un interior preciso en el ecuador de la prueba.
“Puede que este título sea incluso más especial que el primero que conseguí con Yamaha en 2004 porque esta vez no era el favorito”, confesó Rossi. Esas son palabras mayores, porque aquella decisión provocó carcajadas entre sus detractores y escepticismo entre sus admiradores. Abandonó el caballo ganador para empezar un proyecto desde cero en un equipo caótico como era Yamaha en esos momentos, con motos ingobernables y pilotos desquiciados. “Si voy a irme de Honda, necesito hacerlo por un reto de verdad, algo increíble, aparentemente imposible. Quiero un reto difícil, loco”, cuenta en su biografía. Y meses después, en Sudáfrica, en su primera carrera con su nueva moto confirmó su máxima: el piloto está por encima de la máquina, sin talento no hay moto que valga. Ganó, le dio un beso a su moto y se rió: acababa de lograr algo inaudito.
Las marcas
Conseguir que Yamaha fuese campeona empezando de cero y volver a ser campeón son dos de los grandes retos que ha superado Rossi. “Quiero ganar las tres carreras que faltan”, avisa el italiano, que es el claro ejemplo de deportista incansable, de persona eternamente insatisfecha. Sigue teniendo ambición pese a ser el único piloto en ganar en motos de 125cc, 250cc, 500cc, 990cc y, ahora, 800cc. Il Dottore ha logrado 70 triunfos en la máxima categoría y 96 en total. El 90º lo festejó en el circuito de Le Mans con Ángel Nieto, el célebre piloto del 12+1 y uno de sus grandes amigos del circuito.
Sin embargo, la relación entre Rossi y Nieto no empezó bien. Se conocieron el día del debut del italiano en el Mundial de 125cc. Il Dottore, inexperto, pero al que le sobraba descaro, frenó “instintivamente” para evitar a Dirk Raudies y Jorge Martínez, el “intocable” de la categoría “no pudo evitarme, me tocó y se cayó”. Rossi acabó sexto y se ganó dos enemigos, el propio Martínez y Nieto, que le gritaron: “¡Hijo de puta, verás cómo te vamos a poner el culo!”. Cuenta Rossi que se escondió detrás de uno de sus mecánicos y no quiso salir corriendo porque la escena le divertía. Se los veía muy cabreados, pero eran tan bajitos y delgados…”.
Gibernau y Biaggi
Sus piques verbales con Sete Gibernau y Max Biaggi, con el que llegó a las manos, son inasociables de su trayectoria, forman parte de un pasado en el que Rossi confundió en ocasiones pasión con inconsciencia y provocación. Ahora no entra en esos juegos, aunque sigue soltando alguna perla para desestabilizar a sus rivales. Esa táctica no le funcionó en su momento ni con Hayden ni con Stoner.
En los últimos meses Rossi ha cuidado más su agenda y ha distribuido mejor el tiempo de ocio. Ha salido menos por la noche y ha descansado más. Eso sí, aún sigue peleado con el reloj: rara vez llega pronto a los sitios. Por eso se puso una camiseta con Scusate il ritardo y en el que podía verse un reloj marcando las ocho. En el fondo se estaba riendo de sí mismo.

1 comentario :

eliana dijo...

pasando a saludar....debo reconocer que de automovilismo y carreras poco se, pero esta muy interesante el post...hasta prontito!!!