Decía Lope de Vega que no hay elemento comunicativo más eficaz y elocuente que las lágrimas. Combinadas con el silencio son quizás el acto más sincero en un mundo repleto de máscaras. Llorar es un acto humano que resume la alegría más inmensa, pero también la frustración más dolorosa, como la de Roger Federer, mejor tenista de todos los tiempos para los expertos. El suizo interrumpiendo su discurso y retirándose del micrófono sin palabras y con lágrimas es la imagen de lo que ha sido la última edición del Abierto de Australia. Roger Express acababa de perder su primera opción de igualar el récord de 14 Grand Slam de Pete Sampras. “Quizás lo intente en otra ocasión”, expuso. No pudo seguir hablando. Sólo lo hizo después de que el legendario Rod Laver le diese el trofeo al ganador, a Rafa Nadal (Manacor, Mallorca, 1986), que tras levantar la copa con vergüenza abrazó a Federer. “Perdón por lo de hoy. Sé cómo te sientes, pero que ganarás más torneos de este tipo. Me encanta jugar contra ti y te deseo lo mejor para el resto de la temporada”, dijo el número uno mundial, el vencedor de un duelo tan equilibrado como dramático resuelto en cinco sets 7-5, 3-6, 7-6 (3), 3-6 y 6-2, y 4 horas y 23 minutos. Con tan sólo 22 años Nadal ha ganado seis Grand Slam, cuatro Roland Garros, un Wimbledon y este Abierto de Australia, además de un oro olímpico en Pekín y dos Copas Davis. Sólo le falta el Abierto de Estados Unidos, en el que llegó a semifinales en 2008, para completar la lista de grandes torneos. Un hecho que hace 21 temporadas que no consigue nadie y que ni tan siquiera Federer, que anhela ganar en París, ha logrado.
¿Cuáles son los límites de Nadal? “Uno no sabe cuándo vendrá el bajón. Desconoces cuándo pararás de ganar”, advierte el protagonista, dado a hablar en presente y ver el futuro como algo abstracto. El primer español en ganar el Abierto de Australia (Joan Gisbert, Andrés Gimeno y Carlos Moyà fueron finalistas) se muestra como alguien campechano. Lejos de las excentricidades y egos que caracterizan a gran parte de las estrellas, su discurso suena a humildad y reparo por decir una cosa más alta que otra que a autopromoción. Habla sin sacar pecho, una actitud que por palmarés podría permitirse. Especialmente por lo logrado en los últimos siete meses, en los que ha ganado su cuarto Roland Garros, su primer Wimbledon (poniendo fin a cinco años consecutivos de triunfos de Federer), el número uno mundial, el Príncipe de Asturias o el oro en Pekín. El histórico triunfo en Melbourne presenta a Nadal como el ganador más precoz de torneos grandes, con seis. A los 22 años tan sólo el sueco Björn Borg había alcanzado esa cifra. Federer, por ejemplo, únicamente llevaba uno. Nadal habla de “sueños” cumplidos y agradece la presencia de leyendas del tenis en la ceremonia de premio. “Es increíble que Rod (Laver) me entregue el trofeo”, terció. Sabe que el australiano completó dos veces el Golden Slam, ganó dos veces los cuatro torneos más prestigiosos el mismo año. La última vez fue en 1969.
Optimismo llevado al extremo
Nadal es pura resistencia: tiene un porcentaje de masa corporal de 9 (el de los atletas es de 10-13) que le permite resistir más que los demás. Abanderado del optimismo llevado al extremo, aguanta mejor la presión que el resto y no le importa arriesgar cuando peor están las cosas, como cuando salvó seis pelotas de rotura de servicio en el tercer set y salvó un 0-40 en el noveno juego, que acabaría ganando. El español acabaría llevándose en el tie break la manga más competida, que Federer cerró con doble falta (cometió seis). Nadal también había superado otra situación comprometida en el primer set: se resarció de un break en el quinto punto para acabar ganando por 7-5. No tendría opciones en la segunda manga ni en la cuarta, resueltos a favor del suizo por un doble 3-6. En este último el juego decisivo fue el quinto, en el que hubo hasta siete deuce.
La final se resolvería en el quinto y decisivo set. Con Nadal jugando a pleno rendimiento a pesar de acumular más de nueve horas de competición en dos días la única incertidumbre era saber a qué hora exacta ganaría el español. Lo hizo a las 14.14 horas. Federer retrasó el momento salvando dos pelotas de partido. El suizo cometió hasta 64 errores no forzados por 41 de Nadal, que se tiró al suelo y celebró su primer Abierto de Australia con suma discreción. Después llegarían las lágrimas de Federer, que ha perdido 13 de los 19 partidos que ha jugado con el número uno, cinco de ellos en finales de Gran Slam.
Un antes y un después
El primer triunfo de prestigio en pista rápida de Nadal desmonta otra vez los argumentos de sus detractores, que le acusaban de ser casi imbatible en tierra batida (acumuló 81 victorias consecutivas) y de demasiado vulnerable en otras superficies. Su victoria el pasado 7 de julio en Londres, en el mejor partido de la historia para los expertos, marcó un antes y un después en el presente del tenis. Sólo un mes después fue nombrado número uno mundial. Nadie se acordaba de que al principio del curso muchos aseguraban que Novak Djokovic, vencedor en Melbourne, le quitaría incluso el segundo puesto.
Tiene Nadal una facilidad innata para los deportes. Dicen los que le vieron jugar a fútbol que hubiese triunfado como extremo izquierdo o en la posición que le pusiesen. También se cuenta que no se le da mal el golf y cocinar espaguetis con champiñones, su especialidad. Las dos películas que más le gustan son completamente opuestas: Titanic y Gladiator (asegura que se siente identificado con el papel del protagonista, Russell Crowe). Nadal confiesa que tiene la habitación desordenada y explica que un día pescó hasta 150 peces. La pesca le ayuda a desconectar de tantos viajes y de un calendario demasiado exigente. Es uno de los jugadores que más ha luchado con la ATP por la distribución de torneos y no dudó en criticar al presidente de la Federación Española de Tenis Pedro Muñoz por no tener en cuenta la opinión de los jugadores sobre la sede de la última Davis. Con su juego en Melbourne Nadal humanizó a Federer, que no pudo contener las lágrimas. “Seguro que ganas más de 14 Grand Slam”, le dijo al suizo para animarle. No se lo pondrá fácil.
No hay comentarios :
Publicar un comentario