El inconformismo y la ambición definen la idiosincrasia del Tau, ideado desde los despachos por el mecenas del proyecto, Josean Querejeta y dirigido por el exigente Dusko Ivanovic. El técnico gesticula y se lamenta ante cualquier cosa que no le guste, independientemente de cuál sea el resultado. Así que tampoco se reprimió Ivanovic para recriminar a sus jugadores un despiste defensivo cuando el equipo ganaba por sólo 41 puntos, la máxima renta ante un DKV Joventut incapaz de funcionar tras el 9-2 inicial. Ni Ricky Rubio logró rescatar a la Penya a pesar de sus cinco asistencias. La joven estrella participó 12 minutos en la primera parte y, aquejado con dolores en la espalda, ninguno en la segunda. Ricky (seis tantos, 2/7 en tiros de campo) anduvo tan excitado como su equipo. Todo lo contrario que el rival, que ya ganaba por 49-27 al descanso y que estuvo muy bien organizado tanto por Pablo Prigioni como por Vlado Ilievski. Los máximos anotadores del Tau fueron los que casi siempre: Igor Rakocevic (23), Pete Mickeal (20) y Tiago Splitter (16). Sólo seis puntos menos que toda la Penya (99-65). Más contrastes (24 asistencias por 14 o 44 rebotes por 34).
El mensaje de Ivanovic, esa actitud impagable, ha calado en la plantilla, que sabe gestionar finales ajustados, pero que generalmente tiene que hacer el ejercicio de no desconectar ante ventajas muy grandes. Sólo ante el Real Madrid perdió ese espíritu. Y en ningún momento volvió a repetir ese error ante el DKV Joventut. Para muestra, una imagen, la de Pablo Prigioni corriendo hasta la extenuación para robarle un balón a Demond Mallet y asistir de espaldas a Mickeal (92-51). Tras dos derrotas consecutivas el Tau advirtió a los escépticos que no está en crisis y que afronta los primeros dos partidos de cuartos de la Euroliga en un momento de forma óptimo. “Hemos recuperado nuestro juego”, convino Rakovecic, que quiere ser partícipe de otro hito en la historia del club, la quinta Final Four consecutiva. Algo que tan sólo ha logrado el CSKA. Para lograrlo tendrá que ganar al superar al Barça con el factor en contra. “Soy optimista, podemos pasar si ganamos uno de los dos primeros partidos en el Palau”, concluyó el jugador.
Rakocevic, máquina infalible del error
No necesitó jugar un encuentro excesivamente el Tau para neutralizar a la Penya. Al principio le bastó con una defensa correcta y un ataque pragmático (13-4 a los 5m39s) y con Rakocevic como máquina infalible del error (2/7 en el primer cuarto). Un simple contratiempo que un grupo que cuenta con Splitter, tan hábil con las palabras (habla cuatro idiomas) como en la pintura. Heredero del legado de Luis Scola y codiciado por la NBA, el pívot brasileño sobresale sin demasiadas dificultades: en poco más de siete minutos llevaba seis puntos y otros tantos rebotes e iba camino de ser el MVP de la jornada. Si no lo logró fue, entre otras cosas, fue por tener que irse a los vestuarios con una brecha en la sien en el primer período.
Cuando el brasileño volvió a aparecer en la pista, bien entrado el segundo cuarto, el partido ya estaba sentenciado. El Tau funcionaba a la perfección ante un DKV Joventut totalmente imperfecto, absolutamente vulgar. El grupo de Sito Alonso perdía demasiadas pelotas (10 en la primera parte) y parecía dar por perdido de antemano cualquier rebote competido. Ricky aportaba más precipitación que clase y el trabajo de Jan Jagla y Pau Ribas –puntual, pero eficaz– era insuficiente.
El partido era una redención en toda regla para el Tau por los últimos precedentes que habían hecho cuestionar al equipo. Como si haber logrado la Supercopa, la Copa del Rey y hasta 16 triunfos consecutivos en Liga en un torneo tan igualado entrase dentro de la normalidad. A Splitter se le sumaron Rakocevic y Mickeal, empeñado en cuestionar lo imposible en el básket. “¡Quiero al equipo luchando hasta el puto final!”, exigía Alonso, descompuesto ante la candidez de sus jugadores, reducidos al pobre tiro exterior (6/24) y al orgullo de Edu Hernández Sonseca (11 puntos), Ribas (12) y Luka Bogdanovic, los únicos que se salvaron de la mediocridad de la Penya, que encajó su derrota más contundente desde que se creó la Liga ACB.
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