Muchas veces se simplifica el gol, como si fuese una consecuencia lógica y cualquier delantero fuera realmente un goleador. Pero ni el gol responde a un proceso natural ni abundan los goleadores porque pocos delanteros consiguen ser regulares a lo largo de su carrera. La trayectoria de buena parte de los arietes podría resumirse en un par de temporadas espléndidas que dieron paso a un lento y doloroso epílogo. Quedarse en el camino es lo más habitual aunque el jugador tenga grandes cualidades. La apatía, la falta de seguridad o el culto al lujo han acabado con carreras prometedoras. Otros, en cambio, con un repertorio más discreto, han logrado grandes cosas porque nunca han perdido el norte. “No soy capaz de regatear como otros pero me mueve el compromiso y el amor por el fútbol”, confiesa Filippo Pippo Inzaghi (Piacenza, Italia, 1973), el cuarto máximo goleador italiano de la historia con 300 goles, sólo superado por Silvio Piola (364), Giuseppe Meazza (338) y Roberto Baggio (318). Una cifra muy meritoria si se tiene en cuenta que sólo 17 fueron de penalti. “Mis características son innatas. Tengo olfato goleador. Con eso se nace o no se nace. Dicen que soy un ladrón, pero probablemente haya algo más”, añade Inzaghi, que juega en el AC Milan desde 2001.
El surrealismo, la carambola, la insistencia y la concreción definen el juego de Inzaghi, capaz de hacer goles más propios de patio del colegio: cayéndose, en un rebote, tras un rechace… La efectividad no exige forma, sino acierto. E instinto. Virtud que no le falta al delantero del Milan y que inspiró al prestigioso cronista italiano Carlo Pellegati para apodarle Velociraptor. “Es mi heredero. Ve el gol igual que lo veía Paolo Rossi”, le elogió Gerd Müller. Menos devoción le procesan Alex Ferguson –“nació en fuera de juego” dijo con sorna– y Johan Cruyff –“No sabe jugar; simplemente está en el sitio adecuado, en el momento justo”–.
El desprestigio de su presidente
Inzaghi, máximo goleador de la historia en competiciones europeas con 66 goles, no deja indiferente a nadie. Sus críticos le acusan de torpón y egoísta, mientras que sus partidarios le elogian por su trabajo y capacidad para surgir en los momentos decisivos, como en la final de la Champions de 2007 en Atenas ante el Liverpool (2-1). Entonces su propio presidente le desprestigió antes del partido. “Si tuviese que elegir, pondría a Alberto Gilardino en el once titular por su fuerza física”, dijo Silvio Berlusconi, el primero en aplaudir los dos tantos de Inzagol, que también había sido decisivo en la previa del torneo ante el Estrella Roja.
“Siempre me había preguntado cómo sería marcar en un partido así y entonces lo supe. Fue algo indescriptible. No pude dormir durante diez noches seguidas”, recordaba meses después Inzaghi en El País, justo antes del Mundial de clubs de ese año, en el que también sería decisivo en la final con dos tantos contra Boca (4-2).
Cappo Cannonieri con el Atalanta
Empezó su carrera en el equipo de su ciudad, el Piacenza, pero debutaría en la serie A con el Parma en la temporada 1995-1996 y el curso siguiente se proclamaría Cappo Cannonieri con el Atalanta. Esos 24 goles le valieron a Inzaghi para fichar por el Juventus, con el que ganaría un Scudetto (1997-1998) y una Supercopa de Italia. En 2001 se iría al Milan por 40 millones de euros, una cifra exagerada para muchos que tuvo una consecuencia rápida: la salida del club del idolatrado Leonardo. Dos Champions (2002-2003 y 2006-2007), un Mundial de clubs (2007), una Supercopa de Europa (2007), un Scudetto (2003-2004), una Copa (2002-2003) y una Supercopa (2004) son su balance provisional con el equipo presidido por Berlusconi.
Siempre ha resuelto todos los contratiempos, incluso las lesiones que podrían haberle retirado antes de tiempo. Tampoco le ha intimidado la competencia. Esta temporada en el Milan tiene a Marco Borriello, Andrei Shevchenko o Pato, pero Superpippo sigue ocupando un puesto importante. Lleva cinco goles en las últimas tres jornadas y ante el Siena (1-5) anotó el 299º y 300º, tras el cual mostró una camiseta conmemorativa. “Me queda menos para superar a Baggio (318). Sería un gran honor”, asegura el jugador, que quiere volver a clasificarse para jugar la Champions y al que le gusta la pasta sin complementos. Sin queso y sin tomate.
Ni los entrenamientos
“No resulta simpático por su egoísmo, pero por eso es único, a 15 metros de la portería ya no ve a nadie y sólo huele el gol”, asegura su primer entrenador en el Piacenza, Luigi Cagni, que añade que “no quería perderse ni los entrenamientos”. Así que incluso un día pidió ser infiltrado para jugar un partidillo.
Inzaghi es inteligente. Ha sabido hacer de la carambola una aliada y no un problema. En la final ante el Liverpool marcó un gol tras desviar una falta de Pirlo: “¿Suerte? Ya marcamos un gol así ante el Empoli el año pasado. Sé cómo tira Pirlo, así que me lanzo siempre hacia esa zona, para darle a la pelota. Es una jugada ensayada”. Genio y figura. Y más: “Soy mi primer y más genuino tifosi”, suele decir Inzaghi.
3 comentarios :
digamos que pippo, no es un virtuoso en si, pero de carambola, orto, culo (!) etc. ha metido muchos goles que al Milan le han servido de manera importante!
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