Más allá de marcas, ingresos, ciertos valores loables y una indudable dosis pasional, el deporte es pura burocracia del éxito: suele defenestrar a los que se quedan cerca de la gloria –como Poulidor y Evans con el Tour como escenario– y eterniza a los campeones y su número de victorias finales. En los últimos cinco años el Barça estaba encorsetado en un segundo plano, apartado por los emergentes Tau y Unicaja, y con una Supercopa y una Copa del Rey como insuficiente cosecha. Su grandeza, que atesoraba por ser el mejor equipo desde que se fundó la ACB en 1983, estaba cuestionada. Contaba proyectos multimillonarios por fallidos desde la esperpéntica salida de Svetislav Pesic del Palau. Se hace camino ganando y el conjunto azulgrana no ganaba, una situación que corría el riesgo de convertirse en un mal endémico, en una cuestión independiente de jugadores y entrenadores. Así que la 15ª Liga (la 12ª en ACB) que logra el Barça tiene un valor y una importancia incalculables: rompe con un lustro en blanco. Los azulgrana por fin consiguen el trofeo doméstico en su tercera final consecutiva ante el Tau y habiendo superado el factor cancha en contra: 1-3 en la eliminatoria y victoria por 90-77. El Barça ha recuperado su grandeza coincidiendo con el retorno al equipo de Juan Carlos Navarro, que tras un año como emigrante discreto en la NBA cierra el curso como MVP de la Euroliga, integrante del quinteto de la Liga ACB y MVP de la final. “Nos tocaba ganar ya. Tomé la decisión adecuada volviendo. Ahora tenemos que pensar en ser grandes también en Europa”, instó La Bomba, que ha promediado 15’25 puntos y seis asistencias en la serie. En el último partido alcanzó los 19 y nueve asistencias, un dato que resume cómo se ha reciclado como jugador.
Navarro no cerraba la mano en los festejos. La abría, con los dedos lo suficientemente separados para que se viese bien: cinco. El número de Ligas que tiene. El jugador se sentía liberado tras sufrir en el banquillo cómo el Madrid ganaba la Liga en el Palau en 2006; el año pasado había pasado por una situación similar como espectador en la grada y tras su debut en la Liga estadounidense: presenció cómo el Tau ganaba los dos partidos de la serie y sentenciaba la eliminatoria. Pocos días después, previa promesa de contrato astronómico por parte de Joan Laporta, La Bomba regresaba al Barça. Su retorno –entre otras cosas– ha permitido a la entidad rescatar su idiosincrasia. El compromiso del jugador ha sido intachable, pues incluso jugó tocado y con peligro de empeorar de su lesión en cuartos de la Euroliga ante el Tau. Ése es el leitmotiv del grupo que ha reunido Xavi Pascual, el mismo que el de su rival, exprimido al final de temporada. Puro trabajo de orfebrería porque costaba encontrar jugador visitante que no tuviese una lesión importante (Sergi Vidal, por ejemplo, arrastra una fascitis plantar). Sin emargo, lo físico no afectó a lo anímico en el grupo de Dusko Ivanovic, que tuvo opciones de remontar hasta los últimos tres minutos, hasta que Fran Vázquez (18 puntos como David Andersen) volvió a sobrevolar y machacó por quinta vez. No hay acción más contundente que el mate.
Abrazo de capitanes
Pablo Prigioni agotaría la última posesión del partido abrazando a Roger Grimau. Un gesto que diferencia al básket de la gran mayoría de deportes de equipos: suele haber un pacto de homenaje o de no exagerar aún más triunfos abultados. En este caso era el abrazo anticipado entre los dos capitanes de los finalistas, básicos para el desarrollo del partido. Siempre en momentos opuestos. La primera parte fue la estación propia para Prigioni, que cogió las manijas de su equipo y anotó 10 puntos (3/3 en triples), tantos como un anotador solvente y compulsivo como Igor Rakocevic (20 puntos al final). Entre ambos consiguieron que la tremenda diferencia de propuestas entre un equipo y otro no se reflejase al descanso (43-33 al descanso).
El Tau era un equipo desgastado con Tiago Splitter lejos de su forma (sólo cuatro puntos entonces, 15 en total), mientras que el Barça jugaba cuanto y como quería: a la contra con la misma facilidad con la que encontraba en la pintura a Andersen o a Vázquez o con la que Navarro y Gianluca Basile metían triples. Los locales, que ganaban también en actitud, llegaron a alcanzar los quince puntos de renta en la primera mitad (41-26 y 43-28) y sólo cedieron el 7-8 inicial. Cuesta entender cómo Ivanovic se plantó en la sala de prensa y señaló que el Barça había “tenido suerte” en la final. El técnico montenegrino, muy pitado por el Palau, se refería especialmente al triple de Gianluca Basile casi al límite en el primer partido en Vitoria. Quizás haya olvidado un par de cosas: todo lo anterior, el excelente partido del Barça esa noche o que Vázquez fue quien saltó más en el fallo del triple de Andersen para rechazar la pelota y que acabase en las manos de Basile. O simplemente que el Barça haya olvidado la superiorad de los azulgrana en los dos partidos en el Palau. “No importa de cuándo perdamos”, había soltado Ivanovic con cara de malas pulgas el martes tras perder el segundo.
La estación de Grimau coincidió con los momentos más comprometidos del Barça. El capitán había sido un visto y no visto en la primera parte cargándose con dos faltas rápidas (Daniel Santiago estará cerca del récord, pues fue excluido tras jugar 5m20s, acabó con -8). Sin embargo, Grimau sería el protagonista del inicio tercer cuarto: para lo bueno y lo mano. Un triple de Rakocevic reducía la diferencia a un único dígito (47-38 a los 21m31s), pero mientras entraba el balón Grimau recibía un codazo de Pete Mickeal: antideportiva, nariz colorada del capitán azulgrana, que no fallaría los tiros libres y ni tampoco otra penetración poco después. Vázquez pondría la máxima renta (59-41 a los 24m36s), pero ni por esas se dejó llevar el Tau. Impulsado en defensa por Vidal y animado en ataque por Splitter, Rakocevic y Fernando San Emeterio (11 puntos, 3/5 en triples) jugó a ganar hasta el final (83-75 a 3m40s). Hizo aún más valioso el triunfo y la Liga del Barça, que por fin disfrutó de un Palau lleno (7.716 espectadores) y pudo recuperar su grandeza. Lo ha logrado con Xavi Pascual, la solución más a mano tras la destitución de Ivanovic y una opción menor después de fallar el fichaje de Ettore Messina. Ahora, con 36 años, nueve meses y nueve días, Pascual es el entrenador más joven en ganar la Liga. Y pasará a la historia como el que rompió un lustro sin títulos.
2 comentarios :
Qué es esto de que recupera???!?!? jajaja siempre la ha tenido! ;-)
Fue especialmente simbólico ganarla, como se ganó, ante las narices del de Montenegro (3 años para una copa del Rey, fue un infiltrado del TAU??), con Fran Vázquez (gran amargado por el yugoslavo) como una de las estrellas.
Visca el Barça!
Buenas crack! El reconocimiento y la grandeza es algo que se debe ir renovando :) Como en todo importa lo que eres y no tanto lo que fuiste. Los comentarios de Ivanovic en las últimas ruedas de prensa han dejado bastante que desear: hay que saber perder. Vázquez estuvo amargado con él, pero quizás quien más lo estuvo fue Ilyasova jugando de tres. Vaya castañas se cascó en sus primeros meses aquí.
Un saludo
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