El Tour guarda historias escritas a través de casualidades peculiares, algunas de ellas relacionadas con las fechas. Gino Bartali distribuyó sus dos victorias en la ronda francesa en diez años, 1938 y 1948. También diez años tardó Cédric Vasseur en repetir triunfo de etapa, desde 1997 a 2007. Pero si alguien se lleva la palma en combinaciones estrambóticas no es otro que Thomas Voeckler (Schiltigheim, Francia, 1979). Un corredor modesto conocido en su país como El Guerrero por su esfuerzo extremo y valentía que a partir de ahora entrará a formar parte de cualquier especial completo que se haga del Tour. Cuesta creer que un 8 de julio de 2004 lograse ser líder de la prueba en y que también un 8 julio de 2009 haya sido capaz de lograr su primera victoria en la prueba. O que lograse ambas cosas en la quinta etapa. Sólo cambió el escenario: entonces, Chartres, ahora Perpiñán.
“Pensaba que jamás ganaría aquí, lo daba por perdido”, confesó el ciclista del Bouygues Telecom, tremendamente sorprendido. Con la misma actitud de quien no sabe cómo celebrar que le ha tocado la lotería. No era para menos. Era poco probable que una fuga muy temprana organizada por seis corredores (Anthony Geslin, Yauheni Hutarovich, Marcin Sapa, Mikhail Ignatiev, Albert Timmer y el propio Voeckler) tuviese el premio final para alguno de ellos en una etapa propicia (y casi diseñada) para los sprinters y, en particular, para Mark Cavendish. Pero incomprensiblemente Columbia y el resto de equipos fueron permisivos con los escapados y a Voeckler le dio tiempo de girarse varias veces antes de celebrar su primer triunfo en el Tour. Una recompensa tras dos amagos de ataque. Como marca el tópico, el tercero fue el definitivo a 4’8 km del final. 1.000 metros después aventajaba en 44s a sus perseguidores. Los esfuerzos de Timmer por alcanzarle fueron inútiles y finalmente Ignatiev acabaría segundo y Cavendish, tercero a siete segundos. Óscar Freire estuvo por fin en la pomada de los locos de los metros finales y terminó octavo.
Escapada consentida
Luchador acérrimo de la lucha contra el dopaje, Voeckler siempre podrá presumir que fue líder del Tour de 2004 durante diez días gracias a una escapada consentida por el US Postal de Armstrong. El francés cruzó la línea de meta 12m33s antes que el estadounidense y se puso el maillot amarillo sacándole 9m35s en la general. Un privilegio que perdería en los Alpes, cuando cedió 9m28s ante Lance, al que sólo aventajaba por 22 segundos. El primer golpe de efecto del heptacampeón del Tour había sido en la etapa inicial de los Pirineos, cuando le sacó 4m42 a Voeckler, que acabaría esa edición 18º en la clasificación, el mejor puesto de su carrera.
Voeckler es uno de los pocos corredores fieles a su mecenas. Lleva toda su vida profesional bajo las órdenes de Jean-René Bernaudeau, desde el año 2000. Siempre en el mismo equipo, que ha tenido varios nombres: Bonjour, "Brioches la Boulangère y el actual Bouygues Telecom. El francés le debe la pasión por el ciclismo a su padre, que le regaló su primera bici y que era gran aficionado a las carreras náuticas (por eso se instaló con la familia en la isla La Martinica, en aguas del Mar Caribe). En las contadas victorias de Voeckler (entre otras, dos etapas en el Tour de Luxemburgo, una en la Vuelta al País Vasco y otra en la Ruta del Sol, que ganó) hay un reclamo en común: los dedos al cielo. Siempre señala hacia su progenitor, que desapareció en el mar. Exacto gesto que repitió Voeckler tras cruzar la línea de meta en Perpiñán. Su triunfo más prestigioso tras ser campeón de Francia y segundo en la Bicicleta de Oro Francesa en 2004. Otra vez un 8 de julio. Otra vez en una quinta etapa.
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