Perder para ganar suena a título de una guía de cómo bajar de peso, pero para Dorando Pietri (Mandrio, Correggio, 1885-San Remo, 1942) podría ser el eslogan de su vida, marcada por una derrota. Sin duda, la más rentable y recordada de la historia del deporte y del atletismo en particular. “No soy el vencedor de la maratón. Sólo soy quien consiguió y perdió la victoria”, resumió con acierto Pietri seis días después de convertirse en un icono del esfuerzo, el sacrificio y la admiración. No le faltaba razón a este atleta italiano que había sido la gran imagen de los Juegos Olímpicos de Londres de 1908 tras desfallecer en la maratón. A su llegada al White City Stadium los oficiales le indicaron mal el camino –la versión oficiosa asegura que fue él mismo quien se despistó– y Pietri, completamente exhausto, corrió unos metros en dirección contraria. Un lastre que acabó pagando cuando por fin avanzó correctamente: se desplomó en la pista. Los jueces y el escritor Sir Arthur Conan Doyle –creador del detective Sherlock Holmes– ayudaron a levantarse a Pietri para que llegase a la línea de meta, pero finalmente fue descalificado. Así que la medalla de oro fue para el estadounidense John Hayes y la plata, para el sudafricano Charles Hefferon.
Embutido en unos pantalones rojos, Pietri, un retaco de apenas 1’59 metros, llegó al estado olímpico aturdido y descompuesto, mientras los 90.000 espectadores le lanzaban mensajes de ánimos. La llegada de Pietri fue digna de una grabación pasada a cámara lenta: un paso, otro y otro… Hasta cruzar la línea ayudado por los jueces y Conan Doyle y volver a caer al suelo por quinta vez. Sería reanimado por el doctor Bugler, que le dio un masaje cardíaco que le salvó la vida. Pietri empezó a llorar. Era campeón olímpico y lo fue hasta que se aceptó la reclamación de la delegación estadounidense. “Dorando llegó a la meta sostenido por dos hombres”, sostenía la delegación estadounidense. Su descalificación acabó por encumbrar para siempre a Pietri, el gran protagonista un día después en la clausura de los Juegos Olímpicos llevándose la mejor cuando fue condecorado con una copa de oro por la reina Alejandra: “No tengo ni diploma ni medalla ni laurel que entregarle, señor Dorando, pero he aquí una copa para premiar su esfuerzo. Espero que no se lleve sólo malos recuerdos de nuestro país”. La idea del homenaje, según algunas versiones, había sido del creador de Sherlock Holmes.
La Reina Alejandra entrega una copa de oro a Pietri.
Dulce comercial redondo
La historia de Pietri era un dulce comercial tan redondo como casual. La gente sentía fascinación por alguien como ellos, que en su momento había abierto un comercio de frutas y verduras en Capri y cuando tenía un rato libre montaba a bicicleta. Con alguien que después se había aficionado a correr y había ganado la maratón de París en 1905 preparándose en las horas muertas que le permitía su trabajo en una pastelería. Camisas, bombones y otros productos del atleta se vendieron como rosquillas, mientras que pocos sabían la identidad del ganador de la maratón de los Juegos Olímpicos de Londres. Probablemente John Hayes sea el ganador más anónimo de la historia y se recuerda más su derrota ante Pietri, cuatro meses después. El 25 de noviembre de 1906 Pietri sí ganó a Hayes en pista cubierta, en el Madison Square Garden. El italiano completó 48,182 km en 2 horas 44 minutos y 40 segundos, 45 segundos mejor que el americano.
El fenómeno Pietri impulsó al atletismo y enriqueció a un pícaro que se hizo pasar por él después de su muerte. Y alimentó leyendas populares, como la que aseguraba que en 1904 había salido disparado del comercio en el que trabajaba para incorporarse a una carrera que se estaba disputando en ese momento. Pietri habría llegado a la meta acompañado por el primer clasificado. Incluso hay quien le acusa de ser el primer deportista dopado, pues según aseguran quienes defienden dicha tesis tenía en el organismo atropina y estricnina, dos substancias que no estaban prohibidas a principios del siglo XIX. “Su suerte fue no ganar. Hoy el mito de Dorando es uno de los más grandes de las Olímpiadas”, concede Ivano Barbolini, coordinador del comité que el año pasado celebró el centenario de su derrota, la más rentable y recordada de la historia.
4 comentarios :
Hola amigo
conocía algo de esta fascinante historia, desde luego todo un campeón
saludos
Hola!
Que grande la historia de Petri.Nunca la había oido.La verdad es que es una anécdota muy curiosa.
UN SALUDO DESDE FÚTBOL O´REY DEL DEPORTE.
http://alvaro-sport.blogspot.com/
alucinante. Su merito no fue sólo no ganar, si no todo el esfuerzo y tensón que puso. Una cosa con otra hacen de él ques ea grande. Bonita historia ¡Y encima real!
También te agregué Toni, me gustó tu blog, nunca lo había visto.
KUN
loquealfutbollegusta.blogspot.com
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