miércoles, 30 de septiembre de 2009

Cristiano Ronaldo rompe con todo

CR9 dedica uno de sus goles a sus familiares, en el palco -EFE.


Al lado de la zona de banquillo, casi pegado a la línea de cal, Cristiano Ronaldo cojeaba con la cabeza gacha, moviendo más la cabeza que las piernas, tan rectas como si fuesen de palo. El portugués se sentía débil y desgastado por el toquillo derecho -sufre una "fuerte contusión con esguince" y es duda para jugar contra el Sevilla-, el dolor imprevisto que le obligó a hacer algo que no soporta, que le hierve la sangre, que le cambien. Nunca se lo ha tomado bien, pero esta vez fue él quien pidió tregua: el tobillo le dolía demasiado. Cedió su sitio a Pipita Higuaín, el mismo que hace unos meses era el gran agitador para alcanzar en la Liga al Barça más preciosista y vistoso de la historia. Parece que hayan pasado años de aquello. Ahora el argentino, por fin convocado por Maradona para rescatar a la albiceleste, es otro más, otro más de los que no juegan. Las atenciones se centran especialmente en Kaká, y sobre todo en Cristiano Ronaldo, que rompe con todo y ha empezado la temporada como un ciclón: lleva nueve goles en siete partidos entre Champions y la Liga. Él solito desnortó al Olympique de Marsella (3-0), al que marcó dos goles excelentes y robó un penalti discutible, porque Diawara, que fue expulsado por doble amarilla, tocó antes la pelota, aunque después arrolló a CR9. Todo sucedió en tan sólo seis minutos. Un ejemplo más de lo que es este Real Madrid de Mauricio Pellegrini: un conjunto irregular que resuelve con una facilidad pasmosa, aunque antes haya hecho un sinfín de concesiones. Beneficiados por la inesperada derrota del Milan ante el Zúrich (0-1), los blancos son líderes en solitario del grupo C.


Un pase largo de Pepe y gol de Cristiano. Un robo y galopada de éste y penalti de Diawara que transformó Kaká. Y una jugada de tiralíneas al primer toque entre Benzema, Kaka y CR9, que sirvió al portugués para hacer el tercero. El Real Madrid exige mucho a los cronistas porque lo que hace bien lo hace tan rápido que les obliga a mirar el partido y no prestar a las frases que van tecleando y que aparecen en la pantalla del ordenador. Pero sólo les exige sólo durante unos pocos minutos. En el resto de tiempo permite a los periodistas criticar (y recrearse) en las lagunas que tiene en su juego, en hablar de los pitos del público por el mal juego.


Funciona terriblemente mal el conjunto blanco en las primeras partes, como sucedió el sábado ante el Tenerife y volvió a ocurrir ante el Olympique de Marsella de Didier Deschamps. Jugó con fuego y si no se quemó fue porque el rival tampoco era gran cosa. Por una vez Kaká se equivocó y perdió una pelota, pero Niang, el mejor de los franceses, un auténtico incordio por la banda izquierda, no pudo superar a Casillas, de nuevo una tortura para el rival y que poco después sacaría de quicio otra vez al senegalés en una acción aún más clara. Casillas es el jugador más regular del Real Madrid de la última década, el único que casi nunca ha dejado de ofrecer su mejor versión. Al regalo de Kaká le siguió otro de Gago, obsequio desperdiciado por Cheyru, que prefirió disparar desde fuera del área cuando podía habérsela pasado a Morientes.


Los ex


Más ocupado en labores defensivas que por intentar generar ocasiones, Morientes no cumplió con la tradición del ex jugador, que dice que el ex suele marcar ante su antiguo equipo. El propio Morientes lo ha hecho en numerosas ocasiones, la más surrealista, con el Mónaco en octavos de final de la Champions, goleando al equipo que le tenía cedido. Munitis, Luis Enrique o Samuel Eto’o fueron otros de los que solían exhibirse ante el Real Madrid, en el que habían jugado con mayor o menor fortuna. Tampoco tuvo acierto el sustituto de Morientes, Brandao: se encontró con un par de buenos despejes de Casillas. Ben Arfa también estuvo cerca de marcar, pero la pelota, tímida, se alejaba conforme pasaba por la línea de gol.


El Real Madrid entiende el fútbol como algo explosivo que responde al ímpetu más que al orden y a la excitación más que a la constancia. Como se cansa de asegurar su entrenador aún es un equipo en formación, repleto de jugadores que el año pasado defendían otras camisetas. Y en ese contexto Cristiano Ronaldo se siente importante y no parece asombrarse de su tremenda efectividad, empeñado como está en quitarle el Balón de Oro a Messi. Algo que sería tremendamente injusto por los méritos de uno y otro. Basta con recordar la actuación de ambos en la final de la Champions de Roma.


A eso, a ganar la final, que este año se jugará en el Bernabéu, aspira el proyecto más ambicioso de Florentino Pérez. Un reto de que Raúl ya no es tan partícipe. Desplazado por los medios y en el campo, el capitán salió por Kaká en el último cuarto de hora. Una sustitución de doble homenaje, al sustituto y al sustituido. Parece que este curso sí que tendrá menos protagonismo en el equipo. Algo que se lleva diciendo muchísimo tiempo y que el 7 del Real Madrid ha conseguido retardar gracias a su buena media de goles. La delantera millonaria no le deja sitio y Cristiano Ronaldo ya le está quitando la condición emblema del equipo. El portugués rompe con todo.


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