A principios de abril, poco antes del día de Sant Jordi, saldrá a la venta la biografía de Gerard Piqué. En Viatge d’anada i tornada (Viaje de ida y vuelta) el central azulgrana repasa momentos personales y deportivos, habla de episodios de su infancia, de los años que permaneció en la cantera del Barça hasta el posterior fichaje por el Manchester y también del (in)esperado regreso al Barça. Una trayectoria que según anuncia sin descanso la prensa deportiva barcelonista, convencida de que el fin de vender no está reñido con el método para hacerlo, repetirá Cesc Fàbregas (Arenys de Mar, Barcelona, 1987), al que desde la capital sitúan cerca del Real Madrid. No es el primer jugador ni será el último utilizado por los periodistas para recrear el pulso histórico, emocional y político entre ambos equipos. De momento lo único sensato es reconocer que Cesc Fàbregas es el referente absoluto del Arsenal, ese equipo en el que (¿por qué no?) podría continuar el curso que viene y que desde la llegada de Arsène Wenger vive comprometido con el respecto y el buen gusto por el buen fútbol, a pesar de no haber podido traducir esa preciosa propuesta en suficientes títulos (cuatro Copas y tres Ligas en 13 años). El último logro de los gunners fue un éxito a medias, el subcampeonato de la Champions en París ante el Barça de Eto’o y Ronaldinho, una final resuelta con el único tiro en todo el torneo de Belletti. La juventud es la seña de identidad y de supervivencia del próximo rival del Barça en los cuartos de final en el máximo torneo continental. Un contrincante sin máscaras, que deja y quiere jugar, que prefiere perder por atrevimiento que intentar ganar con tácticas defensivas y con las que no se siente identificado.
Piqué y Cesc se conocieron en La Masía y coincidieron en el cadete B, donde también compartieron éxito y vestuarios con Messi. La diferencia entre ambos está en la velocidad de su progresión, pues el defensa casi siempre fue un jugador complementario en el Manchester, pero no indispensable para Ferguson -lo cedió con criterio al Zaragoza-, mientras que el jugador del Arsenal resultó capital muy pronto, especialmente después de la marcha al Juventus de Vieira, del que heredó el 4, y de Henry a Barcelona. Cesc heredaría del equipo de Gallas, que la cedió obligado por indisciplina en noviembre de 2008.
Máximos goleadores, dos derrotas
Los azulgrana no querían al Manchester United –contra el que sólo jugarán en una hipotética final–, pero les tocó en suerte el otro equipo inglés, el que más se asemeja a su juego de toque y de salón. Con 18 goles el Arsenal es el equipo más goleador junto a la Fiore, ya eliminada, y sólo ha recibido siete goles en los ocho partidos disputados. Casi la mitad, tres, corresponden a sus dos derrotas, en Atenas ante Olympiacos (1-0) y en la ida de cuartos ante el Oporto (2-1); en la vuelta replicaron los gunners con 5-0 y festival de ese jugador fantástico que deslumbró en la Eurocopa de Austria y Suiza, Arshavin, y con un gol imborrable de Nasri, una acción de escuadra y cartabón o simplemente, como diría Valdano, de dibujos animados. Arshavin, Nasri y sobre todo Cesc son las grandes bazas de un Arsenal que no podrá contar con Van Persie, lesionado. Si el Barça consigue superar la eliminatoria (31 de marzo en el Emirates, 6 de abril en el Camp Nou) se enfrentará al ganador del Inter-CSKA de Moscú. Completan el otro cuadro Manchester-Bayern de Múnich y Olympique de Lyon- Girondins.
El espejo de Cesc es Xavi, del que siempre habla maravillas. No llega a entender el jugador del Arsenal cómo es posible que su compañero en la selección haya tardado tanto tiempo en ser reconocido y, al mismo tiempo, defiende a su mentor, Wenger, quien apostó por él cuando tan sólo tenía 16 años y lo fichó del Barça, donde por inexperiencia y competencia no tenía sitio. Muy poco después de que llegase el transfer Wenger le hizo debutar con el primer equipo de titular en un encuentro de Copa ante el Rotherham United y con un número estrambótico, el 57. Era el 23 octubre de 2003. Cesc estudiaba tercero de ESO y acababa de ser nombrado mejor jugador del Mundial juvenil de Finlandia, en el que pasó de suplente –se enfadaba mucho cuando lo era– a ser el máximo goleador con cinco tantos.
El consejo del ojeador
Cesc aterrizó en Londres sin saber apenas inglés, aunque recitaba casi de memoria los diálogos de las películas de Harry Potter, que le ponía en clase su profesora Anna en el instituto León XIII. Lo que más repetía en los primeros meses era un monosílabo (yes!, ¡sí!), siguiendo el consejo del ojeador Francis Cagigal, que le vino a decir que así demostraría que estaba dispuesto a todo desde el primer momento. El jugador no tardó en pasar de las palabras a los hechos, y a dejar marcado su nombre en las marcas, pues con su estreno en la Copa se convirtió en el más joven en jugarla (16 años y 177 días), mientras que debutar a los 17 y 103 días en la Premier le sigue convirtiendo en el más precoz en hacerlo. El Barça reclamó que el cambio de residencia no era suficiente excusa para que el Arsenal se llevase al jugador y acabó rascando un millón de euros, además de verse libre de la deuda que todavía acumulaba de la horrorosa operación de Gaspart para fichaje en un pack a Overmars y Petit.
Cuentan sus allegados que Cesc tan sólo ha madurado, que continúa siendo aquel chaval sencillo que recién llegado compartía piso con Senderos. Allí, en Barnet, Hertfordshire, tenía un equipo de música, algo de ropa, un ordenador y un televisor minúsculo con el que jugaba a la PlayStation. Al principio, como reconocía para The Times, su vida siguió una trayectoria lineal, aburrida, con la misma rutina, las mismas actividades y exactas responsabilidades. Cesc se pasaba la semana entrenándose, jugando y encerrado en su habitación. No tenía amigos: tuvo que crecer solo. Ahora está entre dos aguas: Barça o Madrid, Madrid o Barça. Pero no sería extraño que siguiese más tiempo en el Arsenal. De momento se centra en intentar ganar la Premier, de la que sólo le separan dos puntos del líder, el Manchester, y en la que acumula los mismos que el Chelsea, al que le queda un partido pendiente. El Barça ahora es un reto, no un deseo. Si Cesc supera la prueba su cotización subirá y puede que incluso saumenten us posibilidades de ser titular con España en el Mundial de Sudáfrica. La absoluta es la espinita del jugador, por mucho que fuese quien marcó el penalti decisivo de la Europa en cuartos ante la Italia de Buffon.
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