Grecia es ahora mismo un país desencajado por la crisis económica y social que lamenta la muerte de tres empleados de una entidad bancaria en Atenas durante una manifestación. Mientras el país ocupa portadas digitales y de papel del mundo por tener que requerir el crédito de la Unión Europa el deporte da una alegría a parte de la población. La buena notica corresponde a Olympiacos y, curiosamente, se explica a través de su cartera. Se necesita una inversión importante para reunir en un mismo equipo a Papaloukas, Childress y Kleiza. Los tres, con 10, 17 y otros 17 puntos respectivamente, resultaron claves en los momentos más comprometidos y lideraron a su equipo para ganar por 80-83 al Partizán, ejemplo de perseverancia y humildad, pues con el presupuesto más bajo de la competición rozaron la final. Una piedra de tres de Teodosic convertida en asistencia por Childress forzó la prórroga para Olympiacos, que en esos cinco minutos de más supo gestionar mejor sus acciones. Bouroussis, por ejemplo, cogería hasta tres rebotes ofensivos consecutivos, y los tiros libres consumieron un partido físico, trepidante y que devuelve a los griegos, dirigidos ahora por Giannakis, a la final de la Euroliga. Posición que Olympiacos no alcanzaba desde 1997, cuando se enfrentó al mismo rival que tendrán en frente esta vez, el Barça. Los azulgrana vencieron por 64-54 al CSKA de Moscú en la semifinal precedente.
“Hemos demostrado que el dinero no lo puede comprar todo”. Ésas fueron las palabras de Vujosevic, técnico de Partizán, después de ganar al Maccabi en cuartos y con el factor en cancha en contra. También podía haber sido su discurso de haber pasado a la final. Su equipo se ganó el cariño del público neutral (vencedor moral, palabra malsonante donde las haya). Hace unos días Partizán ganó la Liga Adriática con un triple desde su campo de Kecman cuando Cibona celebraba ya el título en la pista. Y en París a 6’8 segundos tras una entrada de McCallebb (21 puntos) el conjunto de Vujosevic era finalista y tenía plaza en la segunda final de la Euroliga de su historia, tras ganar la antigua Copa de Europa en 1992 al DKV Joventut. Suponía un premio para el base de Partizán, puro nervio y agitador por naturaleza. Pero Childress haría bueno un mal lanzamiento de Teodosic y en la prórroga se acabó el sueño de un equipo con el que nadie contaba en octubre cuando empezó el curso. Sólo cedió Partizán a 5’20 segundos (aunque el marcador saltó a 4’5 segundos, algo que fue corregido por la mesa) y el propio Teodosic puso el 80-83 desde la línea de personal. Rasic pudo forzar la segunda prórroga, pero su triple no entró.
McCalebb, al mando
Fue Partizán quien mejor empezó el partido con un parcial de 10-2 y un juego solidario, alegre e intenso. Con McCalebb al mando y Maric (17 puntos) como finalizador. A Olympiacos simplemente le faltaba un guía, alguien que pusiese algo de orden entre tanta estrella por libre. Y ése no era Penn, tan relevante como si hubiese estado en el banquillo. Allí, de suplente, Papaloukas ejerció (como si lo fuese) de segundo entrenador. Su entrada revitalizó a su equipo, que con él en pista cerró el primer cuarto sólo dos por debajo (17-15). El encuentro se igualaría y una acción acertada de unos era replicada inmediamente por los otros. Hasta que de nuevo surgió Papaloukas y, con él, Schortsanitis, Sofo en la camiseta y Baby Shaq para los aficionados. Una mole con fama de jugador conflictivo de la que Giannakis ha sabido sacar el máximo rendimiento, aunque sólo fuese en el Mundial de Japón de 2006 y este curso. Hay jugadores que funcionan por épocas, sensaciones y, sobre todo, por entrenadores. Baby Shaq entra en ese grupo: aportó seis puntos a finales del segundo cuarto (28-33 al descanso) y fue quien sostuvo al Olympiacos al principio del tercero, cuando Partizán redujo la distancia a tan sólo tres puntos (32-35 a los 21m 55s).
El testigo de Baby Shaq lo cogió el máximo anotador de la Euroliga, Kleiza, que dejó la NBA para coronarse en Europa y aportó nueve puntos en el tercer cuarto. Ni por ésas se rindió Partizán: Bozic, Vesely (13 puntos) y sobre todo McCaleeb, hasta que tuvo que retirarse cojeando con 47-51 a los 28m 35s. Su ausencia temporal no memró a su quipo, igual de sólido y convencido con Maric y Kezman (55-52 a 9m 10s). Ventaja que ampliaría McCalebb a 6m 42s (60-54). A partir de ahí empezó Childress empezó a justificar su gran contrato y su canasta hizo posible la prórroga. El final, lo sabido, inversión aprovechada, sueño roto.
“Hemos demostrado que el dinero no lo puede comprar todo”. Ésas fueron las palabras de Vujosevic, técnico de Partizán, después de ganar al Maccabi en cuartos y con el factor en cancha en contra. También podía haber sido su discurso de haber pasado a la final. Su equipo se ganó el cariño del público neutral (vencedor moral, palabra malsonante donde las haya). Hace unos días Partizán ganó la Liga Adriática con un triple desde su campo de Kecman cuando Cibona celebraba ya el título en la pista. Y en París a 6’8 segundos tras una entrada de McCallebb (21 puntos) el conjunto de Vujosevic era finalista y tenía plaza en la segunda final de la Euroliga de su historia, tras ganar la antigua Copa de Europa en 1992 al DKV Joventut. Suponía un premio para el base de Partizán, puro nervio y agitador por naturaleza. Pero Childress haría bueno un mal lanzamiento de Teodosic y en la prórroga se acabó el sueño de un equipo con el que nadie contaba en octubre cuando empezó el curso. Sólo cedió Partizán a 5’20 segundos (aunque el marcador saltó a 4’5 segundos, algo que fue corregido por la mesa) y el propio Teodosic puso el 80-83 desde la línea de personal. Rasic pudo forzar la segunda prórroga, pero su triple no entró.
McCalebb, al mando
Fue Partizán quien mejor empezó el partido con un parcial de 10-2 y un juego solidario, alegre e intenso. Con McCalebb al mando y Maric (17 puntos) como finalizador. A Olympiacos simplemente le faltaba un guía, alguien que pusiese algo de orden entre tanta estrella por libre. Y ése no era Penn, tan relevante como si hubiese estado en el banquillo. Allí, de suplente, Papaloukas ejerció (como si lo fuese) de segundo entrenador. Su entrada revitalizó a su equipo, que con él en pista cerró el primer cuarto sólo dos por debajo (17-15). El encuentro se igualaría y una acción acertada de unos era replicada inmediamente por los otros. Hasta que de nuevo surgió Papaloukas y, con él, Schortsanitis, Sofo en la camiseta y Baby Shaq para los aficionados. Una mole con fama de jugador conflictivo de la que Giannakis ha sabido sacar el máximo rendimiento, aunque sólo fuese en el Mundial de Japón de 2006 y este curso. Hay jugadores que funcionan por épocas, sensaciones y, sobre todo, por entrenadores. Baby Shaq entra en ese grupo: aportó seis puntos a finales del segundo cuarto (28-33 al descanso) y fue quien sostuvo al Olympiacos al principio del tercero, cuando Partizán redujo la distancia a tan sólo tres puntos (32-35 a los 21m 55s).
El testigo de Baby Shaq lo cogió el máximo anotador de la Euroliga, Kleiza, que dejó la NBA para coronarse en Europa y aportó nueve puntos en el tercer cuarto. Ni por ésas se rindió Partizán: Bozic, Vesely (13 puntos) y sobre todo McCaleeb, hasta que tuvo que retirarse cojeando con 47-51 a los 28m 35s. Su ausencia temporal no memró a su quipo, igual de sólido y convencido con Maric y Kezman (55-52 a 9m 10s). Ventaja que ampliaría McCalebb a 6m 42s (60-54). A partir de ahí empezó Childress empezó a justificar su gran contrato y su canasta hizo posible la prórroga. El final, lo sabido, inversión aprovechada, sueño roto.
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