Contador, ascendiendo el Alpe d'Huez en solitario - EFE. |
El orgullo y el respeto por sí mismo fortalecen al campeón, al que se le exige que demuestre su condición siempre, como si fuese una máquina y no una persona de carne y hueso como el resto. Agotado por un Giro prodigioso y maltrecho por las caídas, Alberto Contador (Pinto, 1982) había perdido el Tour virtualmente cuando no pudo responder al ataque seco y certero de Andy Schelck en el Izoard y se quedó descolgado en la ascensión al Galibier. Una pájara, que se diría en el argot ciclista, sobre todo un motivo poderoso para acabar la prueba sin excesos. Pero Contador se negó a agotar los últimos cartuchos del Tour sin seguir dando guerra, como ya había hecho atacando en un puerto de segunda como el col de Bayard el día que hizo perder más de un minuto en la meta de Gap al propio Andy o cuando se alió con su hermano de asfalto, Samuel Sánchez, para vaciarse un descenso técnico en la siguiente etapa con final en Pinerolo, en un esfuerzo con el que no obtuvieron recompensa. Eso, el decir aquí esto yo y no me rindo nunca -"quería divertirme", dijo- es lo que intentó Contador con un ataque a más de 90 kilómetros de la meta, menos de 24 horas de su desfallecimiento en el Galibier. El tres veces campeón del Tour juntó todos sin dientes, se levantó del sillín y lo probó sin dudas: sólo Andy pudo seguirle entonces y Cadel Evans, paralizado por el pánico, se bajó varias veces de su bicicleta. Al australiano, al que le cambiaron la bici, le temblaban las piernas y le había fallado la cadena. Mientras, el maillot amarillo, Thomas Voeckler iba a su ritmo y no podía aprovechar el cable que le ofrecía su ex compañero Pineau. Contador, Andy y el resto de escapados serían alcanzados por gran parte de los favoritos -Sánchez remontó en la bajada-. Un contratiempo que no desanimó a Contador, inmenso, como el escenario, arrancó en el inicio de Alpe d'Huez y sólo le siguió por un momento Rolland, el vencedor final después de aprovecharse de que Contador y Sánchez, brillante maillot de la montaña final, tirasen del carro. El Tour se decidirá este sábado en la contrarreloj de Grenoble entre Evans y Andy, que parte con una pequeña ventaja de 57 segundos.
Contador lamentó no haber podido ganar la etapa y dijo que quizás se había acabado atacando tan pronto. Una decisión inusual entre los grandes en el ciclismo actual, más dado a darlo todo en la recta final, que el romper la carrera muhco antes. ¿Es igualdad entre los mejores? ¿Es respeto? ¿O quizás falta de fuerzas? Lo cierto es que uan de las ediciones de la ronda francesa más parejas de la historia tuvo uno de sus capítulos más bellos en el Galibier, con la valentía de Andy atacando a 62 kilómetros de la llegada, y tuvo su continuación en la etapa de Alpe d'Huez, la última para Voeckler como líder. El ídolo francés es un compañero antipopular en el pelotón que está acostumbrado a sufrir desde que perdió a su padre en alta mar mar cuando era pequeño.
El amor propio de Voeckler
La fortaleza de Voeckler es su amor propio, una energía que le permitió rodar solo mucho tiempo sin nadie que le ayudase. Al final, claro, perdió más de tres minutos respecto al ganador y bajó a la cuarta posición de la general. Eso, la clasificación final, es algo que no preocupa a Contador, que según dejó claro sólo le importa ser el campeón. Dijo haberse acordado de sus vecinos de Pinto mientras subía el puerto.
"Había que jugársela", insistió Contador, al que Evans y Andy no pudieron seguir. Sí le alcanzaron Sánchez y, a su rueda, Rolland, que cambió el ritmo y se marchó sin remedio a dos kilómetros de coronar el Alpe d'Huez. Contador y Sánchez hablaron para ver cómo podía alcanzar al valioso gregario de Voeckler, al que le habían dado carta libre para que hiciese la suya. Pero ninguno de los dos tenía ese último plus necesario para llevarse una etapa tan mítica. A Contador, increpado por un espectador vestido de médico con jeringa en referencia a su positivo por clembuterol, le valió para demostrar que los auténticos campeones están a las buenas y a las maduras y acaban levantándose. A Sánchez para hacerse con el maillot de puntos rojos. Un premio merecido para un ciclista que ganó en Luz Ardiden y fue segundo en Plateau de Beille y también en Alpe d'Huez. "Lo de Alberto ha sido increíble. Nos ha puesto en jaque todos", reconoció Sánchez. La organización premió a Contador como el más combativo de la jornada.
Contador lamentó no haber podido ganar la etapa y dijo que quizás se había acabado atacando tan pronto. Una decisión inusual entre los grandes en el ciclismo actual, más dado a darlo todo en la recta final, que el romper la carrera muhco antes. ¿Es igualdad entre los mejores? ¿Es respeto? ¿O quizás falta de fuerzas? Lo cierto es que uan de las ediciones de la ronda francesa más parejas de la historia tuvo uno de sus capítulos más bellos en el Galibier, con la valentía de Andy atacando a 62 kilómetros de la llegada, y tuvo su continuación en la etapa de Alpe d'Huez, la última para Voeckler como líder. El ídolo francés es un compañero antipopular en el pelotón que está acostumbrado a sufrir desde que perdió a su padre en alta mar mar cuando era pequeño.
El amor propio de Voeckler
La fortaleza de Voeckler es su amor propio, una energía que le permitió rodar solo mucho tiempo sin nadie que le ayudase. Al final, claro, perdió más de tres minutos respecto al ganador y bajó a la cuarta posición de la general. Eso, la clasificación final, es algo que no preocupa a Contador, que según dejó claro sólo le importa ser el campeón. Dijo haberse acordado de sus vecinos de Pinto mientras subía el puerto.
"Había que jugársela", insistió Contador, al que Evans y Andy no pudieron seguir. Sí le alcanzaron Sánchez y, a su rueda, Rolland, que cambió el ritmo y se marchó sin remedio a dos kilómetros de coronar el Alpe d'Huez. Contador y Sánchez hablaron para ver cómo podía alcanzar al valioso gregario de Voeckler, al que le habían dado carta libre para que hiciese la suya. Pero ninguno de los dos tenía ese último plus necesario para llevarse una etapa tan mítica. A Contador, increpado por un espectador vestido de médico con jeringa en referencia a su positivo por clembuterol, le valió para demostrar que los auténticos campeones están a las buenas y a las maduras y acaban levantándose. A Sánchez para hacerse con el maillot de puntos rojos. Un premio merecido para un ciclista que ganó en Luz Ardiden y fue segundo en Plateau de Beille y también en Alpe d'Huez. "Lo de Alberto ha sido increíble. Nos ha puesto en jaque todos", reconoció Sánchez. La organización premió a Contador como el más combativo de la jornada.
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