Ramos en el momento de fallar su penalti -Reuters. |
En un reputado torneo veraniego cambió para siempre la historia del fútbol, que dio un vuelco por la ocurrencia de Rafael Ballester, un directivo del Cádiz –por más que la fama se la haya llevado Karl Wald, un ex árbitro alemán– de que los desempates de la edición de 1962 del Trofeo Ramón de Carranza se resolviesen con una tanda de penaltis. La peor de las suertes para el perdedor y junto con los goles en el descuento o los de oro el triunfo más padecido para el vencedor. Mourinho siguió la que podía conducirle hacia su tercera final de Champions arrodillado en el césped, después de que su Madrid hubiese empatado la eliminatoria ante el Bayern (2-1). Casillas estuvo espléndido parándole dos penaltis a Kroos y Lahm, pero el problema para los locales, además de tratar de conservar el rápido 2-0 y no ser más ambiciosos, fue que sólo Xabi Alonso acertó desde los once metros. Fallaron, por este orden, Cristiano Ronaldo y Kaka -Neuer les leyó la mente- y Sergio Ramos, que la pateó tan mal que el balón salió a las nubes. No tuvo consuelo el Madrid por perder en casa su billete para opositar por su décima Champions y se congratuló el Bayern, experto en estas circunstancias, pues nunca ha perdido una tanda de penaltis -como Alemania en la historia de los Mundiales- y alcanzó su final, que jugará el 19 de mayo en su pomposo Allianz Arena ante el Chelsea.
No le podían pintar mejor las cosas al cuarto de hora al Madrid, cuando ya había remontado la eliminatoria con dos goles de Cristiano Ronaldo, que parecía adelantarse a Messi en su carrera sin tregua por el Balón de Oro de este año. Una mano inocente de Alaba en el área colocó en el punto de penalti a CR7, que convirtió el 27º consecutivo en su cuenta particular. No tendría la misma puntería en la tanda el portugués, puro volcán para definir ante Neuer como si fuese un cañón tras una asistencia de Özil: 2-0.
Actitud conservadora
Con su botín más pronto de lo previsto, Mourinho ordenó retrasar a sus jugadores para conservar el resultado y buscar el tercero en algún contraataque, buscando el error ajeno. Pero el Bayern no es un equipo que se reserve, sino que destaca por su valentía y frialdad. No dudaron los visitantes en salir en tromba, sin complejos ni miedos, y Robben acabó dentro de la portería tras rematar fatal con la izquierda, un servicio del hiperactivo Alaba, el primer jugador del club bávaro que alcanza los 50 partidos con poco más de 19 años.
El conjunto de Heynckes insistió desde lejos, con Luiz Gustavo y Mario Gómez, un delantero a granel: exquisito al primer toque, a cámara lenta cuando pretende alargar las jugadas, como demostró en el 85, cuando en vez de tirar de primeras, quiso controlar y acomodársela. Se resbaló y tiró flojo. Tampoco pudo mantener el equilibrio Gómez cuando fue emparedado por Pepe y Ramos: penalti. Robben, muy motivado ante el club que le vendió para cuadrar el presupuesto y porque no lo veía necesario tras la llegada de Cristiano, no falló desde los once metros por más que Casillas tocase el balón. La serie estaba igualada.
La prórroga, inevitable
Pudo marcar Benzema con un tiro con rosca que pasó cerca de la escuadra. Le faltó muy poco al francés, como a Robben, que probó de nuevo a Casillas con una falta muy ajustada al límite del descanso. El lanzamiento fue igual de bueno que la respuesta del portero, con menos trabajo en una segunda parte más comedida por parte de unos y otros, con Ribéry poco activo y sustituido por Müller y por Cristiano con la mira muy desviada. La prórroga era inevitable y resultó intrascendente. Poco más las protestas de Granero por un penalti de Neuer que no fue, un fuera de juego claro de Higuaín, que entró en la segunda parte de la prórroga por Benzema tras un jugadón contra todos de Marcelo. Ninguna ocasión claro y mientras el Bernabéu se preparaba para la tanda de penaltis coreando a su portero –“¡Iker! ¡Iker!”– dos amigos como Ribéry y Benzema sonreían y se guiñaban el ojo desde el banquillo.
Un día después del fallo de Messi ante el Chelsea erró Cristiano, esta vez en la tanda. Lanzó el balón también a la derecha del portero como en la final de la Champions de 2008 ante el Chelsea -entonces también se topó con el portero, entonces Cech- y no encontró consuelo cuando vio cómo Kaka y Sergio Ramos, más nervioso si cabe después de que Neuer se le acercara para ponerse nervioso, fallaran sus lanzamientos. No se entiende que Higuaín no figurase entre uno de los cinco primeros lanzadores. El Madrid descontó la final de Múnich ante un Bayern valiente que se ganó un hueco en su final. Desde 1984, con la Roma de protagonista, ningún anfitrión del torneo había alcanzado el último partido.
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