La nadadora de Badalona logra su primer metal olímpico para estrenar el medallero de la delegación española
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Mireia Belmonte, emocionada tras recibir la plata en manos de Popov - Reuters. |
Dicen los pianistas que
gran parte de cómo les irá el concierto depende de cómo saluden al
público. Si lo hacen muy tensos es muy
posible que la cosa vaya rematadamente mal. Una teoría que ha
funcionado también con la puesta en escena de Mireia Belmonte
(Badalona, 1990) para describir su rendimiento en sus dos primeras
finales olímpicas. En la primera, en la de los 400 metros estilos
apareció con los cascos, refugiada en las gafas y la toalla, y
mordiéndose los labios. Pasó tercera en los primeros 100 metros,
los de mariposa, y se desfondó hasta acabar octava y última. Apenas
tuvo fuerzas para hablar con algunos medios. En cambio, en su segunda
final, la de 200 metros mariposa, Mireia parecía otra: estiraba los
brazos, tenía la toalla en el cuello como si fuese una bufanda y se
sacó una botella de agua del bolsillo con cierta parsimonia,
concentrada, quizás convencida de sus posibilidades. Y una vez en la
piscina no se reservó, arriesgó al límite: segunda tras los
primeros 50 y primera hasta los últimos 20 metros, los que le sobraron para perder el oro, que sólo pudo arrebatarle la china Jiao Liuyang con el récord olímpico (2:04.06). No se vino abajo Mireia, capaz de resistir lo
suficiente como para ser plata (2:05.25, nuevo récord de España) por delante de la japonesa Hoshi
(2:05.48), que atesoraba la mejor marca del año. Un metal con un valor
doble para ella y para la delegación española: Mireia tiene ya su
medalla olímpica y España se estrena en el medallero después de un
carrusel de sinsabores.
Coqueta, Mireia se peinó
el pelo a la espera de recibir su medalla en manos de uno de los
mejores nadadores de la historia, Alexander Popov, el eterno ruso al
que nadie pudo parar, ni tan siquiera un loco que le apuñaló.
Mireia también ha recibido muchas puñaladas, puñaladas simbólicas
de periodistas que destacaban que sólo se crecía y era
grande en piscina corta o en competiciones discretas. Ha dado un
carpetazo a sus temores y al estrés gracias al trabajo constante con
un psicólogo y al apoyo de su entrenador, Vergnoux, del Club Natació
Sabadell, que le instó a viajar en abril al Open de Londres para
nadar en la piscina de competición. Para meterla en situación antes
de verse en ese momento. Y
en su quinta prueba en Londres tuvo una actuación memorable: “Antes
de venir de venir aquí hablé con Nina [Zhivanevskaya], mi madre en
la natación y es un honor compartir medallero español con ella”.
El honor es tener un medalla olímpica. Nina logró un bronce en los
100 metros espalda en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000. Desde
entonces la natación española, que ya tiene cinco metales (David
López-Zubero en Moscú 80 en 100 mariposa, Sergi López en Seúl 88
en 200 braza y Barcelona 92 con el único oro, de Martín
López-Zubero en 100 espalda), estaba en blanco. En silencio en una
cita olímpica.
Madurez
Londres era el gran
objetivo, su meta a largo plazo meses antes de los Juegos Olímpicos
de Pekín, como le explicaba a este periodista en el CAR de Sant
Cugat, mientras la fotógrafa le decía que señalara a un cartel que
había colocado en la pared sobre los Juegos. “Voy a hacerlo lo
mejor posible allí”, reflexionó, “pero mi reto a largo plazo,
donde tengo que estar mejor es en Londres, en Londres 2012”. Con
ese comentario demostró su madurez, entonces tenía 17 años y se
cansó de recibir elogios y hacer entrevistas, además de compartir
fotos con Ricky Rubio. Una pareja de jóvenes prodigio.
A Mireia Pekín le sirvió
para probar la experiencia de los Juegos Olímpicos, aunque no
llegase a ninguna final en su año de gran eclosión, después de
aterrizar con cuatro metales en el Europeo de Eindhoven y el Mundial
de Manchester, además de batir varios récords. Su sueño era una
medalla olímpica. Y en Londres, preguntada sobre qué sentía al
tener una plata en su cuello, al ver su sueño hecho realidad: “Me
siento confusa, todavía no me lo creo, es un cúmulo de emociones
importante. cuando consigues un sueño no sabes cómo reaccionar.
Tendré que partir la medalla en 1.000 pedazos, entre todos los que
me han ayudado”. Seguro que uno sería para Pablo Sudoku, que le dedicó una canción, Rap Mireia Belmonte, la que encabeza la lista que recomienda la nadadora en su web.
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