Ferrer se lamenta durante el partido - EFE. |
Andy Murray saca para
salvar la pelota de torneo de la que dispone su rival, David Ferrer,
que dos días antes de soplar las velas de su 31 años está a punto
de regalarse su segundo Másters 1.000, el de Miami. Ferru pretende convertirse en el primer español que lo gana después de que Sergi Bruguera, Carlos Moyá y Rafa Nadal se quedasen a las
puertas. Ferrer devuelve entonces una pelota a Murray
y éste le replica. Pero Ferru, convencido de que la bola había botado fuera, no lucha la siguiente y pide el ojo del halcón. El escocés
espera el veredicto del vídeo apoyado en la raqueta, al borde de un
ataque de nervios y destrozado tras un esfuerzo sobrehumano. La pantalla muestra que la pelota ha entrado
por poco más de un centímetro y Murray suspira de alivio y se acaba llevando el
juego para forzar un tie-break sin historia en el que Ferrer,
paralizado por los calambres que le habían hecho requerir los
servicios de un fisioterapeuta, claudica 4-6, 6-4 y 6-7 tras dos horas y 45 minutos.
“Ahora
estoy un poco triste pero Murray también se lo ha merecido”, dice,
elegante, Ferrer, que sabe que seguirá con su dichosa estadística de no
haber ganado nunca una final contra los cinco mejores del circuito
(balance de 0-13). Esta vez lo ha tenido muy cerca en un partido
marcado por el viento y las rachas extremas de sus protagonistas.
Murray, que con el título alcanza el número dos –su mejor
posición de siempre y que había ocupado en 2009 durante tres
semanas, es un tenista sin alma en un primer set que empieza procurándose dos
pelotas de rotura que pierde y en el que cede tres breaks ante un
Ferrer que no acaba de creerse tantas facilidades y que en la segunda
manga salva dos pelotas de rotura para el 2-5 y empata a 4.
Ferrer
ha resurgido, pero se derrumba de repente y cede 4-6. Todavía más
extraño es el último set, con los dos jugadores repartiéndose
roturas en los seis primeros juegos, con Murray haciendo dos dobles
faltas casi consecutivas y Ferrer fallando solo en la red. Ferru
rompe la racha y mantiene su servicio, como hace Murray en el
siguiente juego. A Ferrer ya le hacen masajes porque sufre una
sobrecarga
del bíceps femoral de su pierna izquierda:
festeja con el puño en alto el 5-5 y se pone 6-5 tras un fallo de
Murray con la volea. Con 30-40 a favor Ferru tiene en su mano el
torneo y lo ve en sus manos cuando pide el ojo del halcón, que le
quita la razón. Murray suspira de alivio y a Ferrer, torturado por
los calambres, ya no le queda más que decir.
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