La
estadounidense suma su segundo Roland Garros once años después, suma su 16º Grand Slam y
alarga a trece las victorias consecutivas ante Sharapova (6-4 y 6-4)
Serena festeja su segunda victoria en París - Getty images. |
La mejor definición que
nadie ha hecho sobre Serena Williams (Saginaw, Michigan, EE UU, 1981)
la hizo ella misma ante el público del Abierto de Australia: “Soy
insaciable”. Era enero de 2007 y la tenista estadounidense se
dirigió a una grada encantada con su juego arrollador y por verla
coronada por tercera vez en Melbourne –su octavo Grand Slam–
después de empezar el torneo como 81º y de haber jugado solo cuatro
torneo el curso anterior. Detrás suyo, Maria Sharapova sostenía su
trofeo como subcampeona y estaba atenta al discurso de quien no le
había dejado ganar más que tres juegos. “Cuando tenía 10 años,
le dije a mis padres que querría estar aquí con el trofeo y
hablando francés. Lo he conseguido”, bromeó Serena más de seis
años después, en París y tras descomponer a la misma rival, esta
vez por 6-4 y 6-4 en 1 hora y 46 minutos. Es la 13ª vez consecutiva
que la estadounidense gana a Sharapova –que defendía el título–
y la victoria le hace recuperar su Grand Slam más esquivo, pues su
único Roland Garros databa de 2002, cuando superó a su hermana
Venus. Serena suma 16 grandes y se acerca a los 18 de Martina
Navratilova y su compatriota Chris Evert, a la que, con 31 años y
247 días, arrebató la marca de campeona más veterana en París –31
años y 256 días era la de Evert–.
“Estaba muy nerviosa,
quería ganar... Es algo increíble. Quiero volver el próximo año,
quedarme un poco aquí, adoro París, al público. Quiero volver a
ganar aquí. Es un torneo formidable”, continuó Serena, que
festejó a cámara lenta su triunfo, agachándose y gritando sin
descanso, tanto que parecía que la mandíbula fuese a salirse de su
sitio. La ocasión para ella lo merecía y más teniendo en cuenta
que la temporada pasada cayó en primera ronda ante Razzano en Roland
Garros. En ésta acumula 31 triunfos consecutivos y seis títulos en
2013, tres (en París, Miami y Madrid) ante Sharapova, que al menos
resistió más que otras veces. Lo demostró con el juego inicial, en
el que la rusa logró salvar cuatro pelotas de rotura para mantener
su servicio en una primera manga con baile de breaks –dos para ella
y tres para su rival– que llegó a dominar por 0-2 y perdió por
6-4.
Serena volvió a sacar lo
peor de Sharapova, a la que hizo dudar y sometió a latigazos,
especialmente en el cuarto, sexto, octavo y décimo y último juego
del segundo set, cuando conectó cuatro saques directos y ¡solo!
cedió un punto ante una Sharapova que hizo lo imposible para
mantener su servicio (5-4), pero que en esa manga solo ganó al resto
el 13% de los puntos. La rusa no sabía qué cara poner y casi ni se
atrevía a celebrar sus aciertos –“he tenido derrotas muy duras
en este torneo, y una de las victorias más especiales de mi carrera,
el año pasado. Es duro no haber ganado, pero amo formar parte de
este torneo y agradezco vuestro apoyo incansable”– ante una rival
que le tiene comida la moral y dispone de más recursos. Una Serena
que celebró en silencio, agachada y mirando al horizonte su
penúltimo punto. Se imaginaba cómo sería volver a vencer en París.
Lo hizo justo después, con un ace que alcanzó los 198 km/h y se
dejó la raqueta por el camino. Bailó, se tapó la cara y apretó
los dientes. Es insaciable.
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