Rafael Vallbona dibuja
en 'El triomf de l'obstinació' un perfil humano y cercano del
desaparecido ciclista
Xavi Tondo. |
– Una cosa es la
vocación y otra el trabajo. Poca gente los puede compatibilizar.
– Si no lo has
conseguido todavía...
– ¿Por qué no lo
dejas?
En general, la sociedad
cuestiona a quien se arriesga, innova o se sale de la filosofía del
grupo. La gente duda y reparte sus miedos, pero nadie logró sacarle
de la cabeza a Xavi Tondo (Valls, 1978-Granada, 2011) que dejase de
desear con todas sus fuerzas ser ciclista profesional. Ni siquiera un
grave accidente en Figueres y las cuatro operaciones pertinentes
cuando estaba recibiendo ofertas para llegar a la élite. Tampoco
abandonó Xavi su sueño pese a la falta de confianza de algunos
directores, como Jonathan Vaughters, que con el tiempo reconoció
haberse equivocado por no haberle fichado.
– Yo sé que puedo
llegar lejos en esto. Sé que pudo ser ciclista, he nacido para esto–
le dijo un día a un buen amigo.
Muchos descubrieron a
aquel chaval de generosa sonrisa y capacidad innata para unir grupos
aquel sábado de marzo de 2010 cuando, enfundado en el maillot del
Cervélo, levantó los brazos para festejar una etapa de la
París-Niza, en Tourrettes-sur-Loup, para sorpresa de dos
comentaristas de la televisión francesa, que no daban ni un duro por
el desconocido que continuaba escapado a falta de 5 kilómetros. Así,
con esa anécdota tan significativa, empieza Xavi Tondo. El triomf
de l'obstinació [El triunfo de
la obstinación; Cossetània Edicions], un buen perfil humano y cercano del desaparecido
ciclista escrito por Rafael Vallbona. Un relato breve, pero profundo
que llega al corazón mezclando dos géneros periodísticos, el
perfil y el reportaje a través de varios testimonios.
“Tondo
es bici, y cuando la descubre a los quince años, ya no tiene nada
más en la cabeza”,
escribe Vallbona. Una frase con la que el escritor –apasionado de
este deporte, se le nota y lo sabe transmitir– resume la devoción
del protagonista del relato por un deporte que le hizo, por ejemplo,
rechazar un contrato
fijo en una fábrica de cereales. Porque Xavi entendía el ciclismo
como una forma de vida y le encantaba entrenarse en grupo: “Es
una forma sana de estar en armonía con el mundo. Supongo que mucha
gente no lo entiende con tanto dopaje y esta necesidad de estar
localizables siempre para someternos a controles (…) yo juego
limpio siempre”.
Por
eso no se lo pensó dos veces cuando recibió un correo en el que le
ofrecían sustancias dopantes y alertó a los Mossos d'Esquadra.
Destapó lo que después se conocería como la Operación Carrera,
pero él no quería que le diesen las gracias ni medallas: “He
hecho simplemente lo que tenía que hacer, nada más. Ya espero dar
ocasiones para que se hable de mí por mis glorias deportivas”.
Glorias
–14 victorias, destacando la etapa de la París-Niza, la Vuelta a
Portugal en 2007 y la Vuelta a Castilla y León un mes antes de su
muerte– que saboreó sobre todo en equipos modestos, como
Paternina-Costa de Almería, Babot-Gaia, Catalunya-Angel Mir,
Relax-Gam, LA Aluminios-MSS y Andalucía Caja Sur. A finales de 2009
firmó por su primer gran equipo, un Cervélo con Carlos Sastre como
jefe de filas. En la Vuelta a España Sastre solo pudo ser octavo y
fue superado por Xavi, que acabó sexto –después de romperse la
clavícula en Alemania tres semanas antes del inicio de la prueba–
y que en esa temporada 2010 ganó el Critérium Ciutat de
l'Hospitalet. Lo hizo meses después de haberse comprometido por dos
años con el Movistar, el nuevo equipo que había perpetrado el
histórico Eusebio Unzué. 2011 iba a ser el su estreno esperado en
el Tour. Para preparar la ronda francesa y la Dauphiné Libéré
estaba concentrado en Sierra Nevada, donde tuvo un desgraciado
accidente que puso fin a su vida, pero no a su enseñanza, que
permanece intacta.
No hay comentarios :
Publicar un comentario