La nadadora catalana logra la
plata en los 400 estilos, su tercera medalla, en el Mundial de Barcelona
Mireia Belmonte, eufórica tras su plata en 400 estilos - EFE. |
“Nunca había hecho una competición tan buena. Es muy positivo y un
paso muy grande para ella. Con el nivel que han demostrado las nadadoras, ganar
medallas es algo extraordinario”,
dice, orgulloso, Fred Vergnoux. Habla el técnico francés de su nadadora más
fuerte, competitiva y talentosa, de alguien capaz de nadar siete pruebas en 8
días y de alcanzar la final en siete. Se refiere a Mireia Belmonte (Badalona,
1990), que acaba de sorprenderse a sí misma en su faceta más débil de los
estilos. “¡Uauu!”, grita,
mientras se ajusta el gorro y levanta el brazo como liberada. Se siente tan agotada como descansada por saber que ya no le quedan más citas en la piscina del Palau Sant Jordi, que por fin puede descansar y coger aire. Se quita y vuelve a ponerse las gafas y viene a abrazarle Hosszu, un torpedo y la vencedora con 4m30,31s, quinto mejor registro de siempre. A Mireia le faltan unos 20 metros para alcanzar a la húngara, inmensa, pero se gana una plata en los segundos 100 metros de su última prueba, los 400 estilos y rebajando 2’7 segundos su marca, 4m31,21s: “Me he sorprendido mucho en la e espalda. Me he sentido bien y no me han sacado tanto. Ha sido la clave de la medalla”. De su tercer metal (200 y 800 estilos, y 200 mariposa) en los Mundiales de Barcelona, de los que sale reforzada tras su paréntesis tras los Juegos Olímpicos de Londres. Para suerte de una delegación española que cuadra su mejor participación mundialista con doce medallas, un oro, seis platas y cinco bronces.
mientras se ajusta el gorro y levanta el brazo como liberada. Se siente tan agotada como descansada por saber que ya no le quedan más citas en la piscina del Palau Sant Jordi, que por fin puede descansar y coger aire. Se quita y vuelve a ponerse las gafas y viene a abrazarle Hosszu, un torpedo y la vencedora con 4m30,31s, quinto mejor registro de siempre. A Mireia le faltan unos 20 metros para alcanzar a la húngara, inmensa, pero se gana una plata en los segundos 100 metros de su última prueba, los 400 estilos y rebajando 2’7 segundos su marca, 4m31,21s: “Me he sorprendido mucho en la e espalda. Me he sentido bien y no me han sacado tanto. Ha sido la clave de la medalla”. De su tercer metal (200 y 800 estilos, y 200 mariposa) en los Mundiales de Barcelona, de los que sale reforzada tras su paréntesis tras los Juegos Olímpicos de Londres. Para suerte de una delegación española que cuadra su mejor participación mundialista con doce medallas, un oro, seis platas y cinco bronces.
“Este año me he dedicado más al crol y la mariposa, y no he
entrenado tanto los estilos”,
reconoce Mireia, que no se deja llevar ni por las sensaciones ni por las
circunstancias. No le influye no encontrarse cómoda y sentirse más pesada por
los nervios en los primeros metros, cuando pierde algo de visión porque le
entra agua en las gafas. Cosas que en el pasado es posible que le descentraran.
Ahora es una nadadora intratable, fina y tan fuerte de cabeza como de físico.
Siempre por detrás de Hosszu, Mireia se bate con las estadounidenses DiRado y Beisel,
que le adelanta en la espalda y sabe frenarle en la braza, pero que cede ante
el ímpetu de la nadadora catalana en el crol, los últimos 200 metros de un
maratón interminable en el que la nadadora de Badalona ha sabido brillar sin
venirse abajo.
A su noveno puesto en los 400
libres, respondió con un espléndido bronce en los 200 estilos, la que, según
ella, era su peor especialidad. No hizo caso a quienes le recomendaron
renunciar al 800 libre, donde fue quinta, pero supo que esa decepción se
convirtiese en un incentivo más: “La
rabia de ayer, el público y el último día me impulsaron”.
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