A través de testimonios como Del Bosque, Emery o Arbeloa, el periodista Fernando Álvarez retrata, al delantero valenciano en 'Soldado. Un verdadero nueve'
Soldado celebra un gol en su etapa en el Valencia - EFE. |
Esa mañana,
como tantas otras, Antonio está pendiente del partido de su hijo Sergio con el
Don Bosco hasta que un conocido se le acerca con los ojos como platos.
– Ven y verás
que hay un nano ahí que tiene un
chupinazo impresionante. Fíjate cómo para el balón y cómo chuta.
Intrigado,
Antonio le sigue. Le pica la curiosidad por saber quién es el pequeño fenómeno,
que no es otro que su hijo menor, Rober. Roberto Soldado.
Ésta es una de
las anécdotas de Soldado. Un verdadero
nueve, editado por Al Poste y escrito por el periodista Fernando Álvarez,
delegado de Marca en la Comunitat Valenciana.
Dividido en 14 capítulos, el libro funciona como una trabajada y amena colección
de reportajes de suplemento dominical de la trayectoria vital y deportiva del
jugador hasta el curso pasado, antes de la Copa Confederaciones y su fichaje
por el Tottenham. Es cierto que algunos episodios se despachan demasiado rápido,
pero también que se ha hecho un buen esfuerzo documental –lástima que los datos
del jugador no figuren en un cuadro al final del libro y que a veces no se
mencione o no se recuerde de qué temporada se está hablando–.
Fernando Álvarez ha sabido enlazar con
acierto muchos testimonios de personas que nos hablan de Soldado, desde
el propio jugador –que es una fuente más, de hecho, no pidió leer antes lo que
iba escribiendo el autor: “Roberto ha
hecho un acto de fe”– y su padre
hasta los de su amigo Arbeloa, Del Bosque, Emery, Míchel o López Caro. En la
obra se refuerza la teoría que puede tener cualquiera que repase la carrera de
Roberto Soldado (Valencia, 1985). Es un jugador que ha sabido navegar y
aguantar chaparrones con el gol como paraguas.
Soldado celebra
los goles haciendo el avión, como Ronaldo, el brasileño y con quien compartió
vestuario en el Madrid, aunque podría hacerlo señalando su dorsal como Raúl,
por lo mucho que algunos han dudado de él pese a sus números. Su gran espina es
que no le dieran bola con los mayores en el Madrid, con los que completó tres
pretemporadas consecutivas y solo un curso completo. Fue con Schuster, que le
infravaloró dándolo menos minutos (208) que a nadie y convocándole por primera
vez en Liga en la octava jornada. Un chasco para el jugador, que sufrió su peor
temporada después de la alegría de firmar la renovación de su contrato.
Schuster pudo cortar
la progresión de Soldado. Aunque antes, en el Castilla, estuvo a punto de ser otro
juguete roto. Fue un año en el que compartió piso con dos perlas del filial, Diego
León y Dani Morales, de más años y peores ideas, y tuvo un esguince de tobillo que
le apartó de los terrenos de juego unos meses: “No me cuidaba, no tenía control ninguno y me importaba todo menos el
fútbol”.
Maduró, pidió a
su familia que se mudase a Madrid para tenerlo más cerca y aprendió mucho de López
Caro, un técnico que lo trató como a un hijo, premiándolo y castigándolo según
su comportamiento. Entre las reprimendas, obligarle a jugar con el Madrid C en
Tercera y hacer de segundo entrenador del alevín B. López Caro le había dado la
oportunidad de estrenarse con el filial en la liguilla de ascenso a Segunda
contra el Almería en 2002.
Aunque para
confianza, la que le dio Osasuna cuando apenas tenía quilómetros en Primera y
tras la vuelta de Capello al Madrid y que Soldado contribuyese al ascenso a
Segunda del filial, a la tercera tentativa y como estrella. En Pamplona, con
Savo Milosevic como padre deportivo, cayó en la previa de la Champions ante un
Hamburgo liderado por Van der Vaart y alcanzó las semifinales de la UEFA. El
equipo pasó un bache de más de un mes sin marcar y fue Soldado quien rompió la
racha y volvió a Madrid para quedarse con el primer equipo.
Tras un año
casi en blanco con Schuster, en el verano de 2008 dejó atrás nueve años en el
Madrid estampando su firma con el Getafe. Dejaba pocos recuerdos con el primer
equipo, si caso el debut en Copa, con 19 años y ante el Tenerife, el estreno en
Liga, en el Bernabéu y sustituyendo a Zidane –pese a la derrota ante el
Valencia de Cañizares, que se encarga del prólogo del libro– y sobre todo el gol
salvador ante el Olympiacos, en casa y en sus primeros minutos en la Champions,
un torneo que se le da de maravilla.
En el Getafe,
primero con Laudrup –final perdida de Copa contra el Valencia y cuartos de
final de la UEFA contra el Bayern de Múnich– y después con Víctor Muñoz –al que
salvó de la cuerda floja con dos goles ante el Recre; después el técnico fue
fulminado tras una disputa con el presidente– y Míchel, que lo tuvo, junto a
Granero, como jugador clave para que el equipo se salvase.
Delantero
afilado y concreto, más de primer toque que de retóricas, siempre ha sido un
poco mejor que el año anterior y ha sabido cumplir con las expectativas.
También en el Valencia, donde aterrizó tras el adiós del Guaje Villa y no pudo
empezar con peor pie, lesionado en el último amistoso de pretemporada. El
acierto de Aduriz y su propia falta de puntería hicieron que Soldado lo pasase
muy mal al principio.
Pero, como
otras veces, con ese espíritu de supervivencia que le define, resurgió con
actuaciones estelares, como los cuatro goles que no celebró en el Coliseum
Alfonso Pérez de Getafe o los 12 que anotó en los últimos nueve partidos de su
primera temporada en Mestalla. Acabó con 25 tantos. Emery ya le nombró como uno
de los capitanes la temporada siguiente. Un rol en el que encajó a la
perfección. Es un líder.
Es de buen
compañero que fuese el primero en felicitar a Álvaro Negredo por su
convocatoria para la Eurocopa de Polonia y Ucrania, a pesar de que él fue quien
se quedaba fuera después de otro gran curso y de haber vuelto como una fiera a
la selección –tres goles ante Venezuela en un amistoso– cinco años después –cuatro
años, 8 meses y 24 días más tarde, para ser más exactos– de que Luis Aragonés
le llamase por primera vez para dos partidos de clasificación del anterior
Europeo, el de Austria y Suiza. Del Bosque se había cansado entonces de
responder de elogiar y responder preguntas sobre Soldado, pero no acabó
convocándole. El salmantino le conoce bien, pues fue quien le fichó para el
Madrid con 14 años.
La recompensa
esperada para Soldado llegó cuando entró en la lista de la Copa
Confederaciones, un dato que no figura en Soldado.
Un verdadero nueve, publicado días antes del anuncio de Del Bosque y
semanas antes del fichaje de Soldado por el Tottemham, que le había pretendido
el verano anterior y en el que tiene el reto de ocupar el hueco de Bale. En el último capítulo, el autor se cura en salud por
lo que pudiera suceder. Se titula Un
futuro incierto.
Es una lástima que
la salida del jugador de Valencia se cerrase con un cruce de mensajes envenenados de
una parte y otra. No podía haber habido peor epílogo para uno de los grandes
goleadores que han pasado por el club de Mestalla. Y eso que venía para
sustituir a Villa.
Título: Soldado. Un verdadero nueve. Autor:
Fernando Álvarez. Editorial: Al Poste. Páginas: 188. Valoración: 4 sobre
5.
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