La rusa logra su segundo Roland Garros ante una titánica Halep en una final maratoniana
Sharapova, con su segunda copa de Roland Garros. |
En una derrota de hace cuatro años se explica que Maria Sharapova (Niagan, Rusia, 1987) tenga en sus manos su segunda copa de Roland Garros, que le dé un beso y se ponga a mecerla como si fuese su hijo, que levante el brazo izquierdo y venga a decir "tengo la piel de gallina". Su persistencia para superar a Simona Halep en la segunda final más larga de la Era Open en la Philippe Chatrier, con un tanteo de 6-4, 6-7(5) y 6-4 en tres horas y dos minutos, y en una superficie en la que llegó a sentirse como una "vaca sobre el hielo"
se entiende por su desengaño en tercera ronda ante Justine Henin en la edición. "Ella", suele recordar, "era la mejor jugadora en arcilla y, sin embargo, tuve muchas oportunidades para superarle en el tercer set. Le jugué de igual a igual". Esa jornada ha marcado su relación con la tierra batida. Antes de ese partido ante Henin Sharapova había logrado un único título, y modesto (Amelia Island, ante Dominika Cibulkova en 2008). Desde entonces, ocho de sus últimos diez torneos los ha logrado en arcilla.
Hace dos años y ante Sara Errani cumplió su sueño de reinar en París y de sentirse una reina en tierra batida después de haber estado fuera de las pista varios meses por una lesión en el hombro y caer al 126º puesto. Lo hizo con contundencia, en dos sets y sin encontrarse por el camino a Serena Williams, su peor rival, entonces eliminada en primera ronda. Esta vez la estadounidese se despidió a la segunda y contra la inmensa Garbiñe Muguruza, contra la que tuvo que emplearse a fondo y jugar tres mangas Sharapova. En octavos, cuartos, semifinales y en la final la rusa tuvo que jugar el número máximo de sets y en los tres primeros empezó perdiendo la primera manga.
"Siento un gran respeto por Simona"
"Siento un gran respeto por Simona [Halep]. Ha jugado increíble", reconoció Sharapova. Palabras merecidas para la rumana, entera y descarada en la pista y suelta con el micrófono -"Maria, te has merecido el trofeo (...) No soy parisina, pero me siento en casa aquí"-, capaz de ponerse por delante en el primer set 0-2 con sus piernas de velocista y atreviéndose a subir a la red, y acercarse 5-4 tras verse 5-2. La derecha es el hilo conductor de la ruda, que tiene cortocircuitos considerables, como las tres dobles faltas que le cuestan el cuarto juego de la segunda manga de un partido en el que, por momentos, quien saca está en desventaja, débil ante la restadora, que hace rotura.
Halep se impone en el tie break. Habrá tercer set en una cita maratoniana en la que Sharapova se desgañita a festejar como una victoria el 2-2 y el 3-2. El 4-2 y el 5-4 los conseguirá en blanco y aprovechará la primera de sus tres pelotas de partido para ser reina en París por segunda vez, para lograr su quinto Grand Slam, con lo que iguala a Martina Hingis. "Esto es un sueño hecho realidad. Este es un momento tan emotivo que no puedo ni hablar", acierta a decir Sharapova justo cuando Chris Evert, leyenda con ocho Grand Slam, le entregue su segunda Copa de Roland Garros: "No sé si hablar en inglés... en ruso... [acababa de hacerlo en francés]. Esto en el pasado era un sueño". Le faltó decir añadir "imposible", pero esa palabra no figura en su diccionario. Tiene mil y una vidas.
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